miércoles, 25 de octubre de 2017

[Doy por Ganado]


Doy por ganado todo lo perdido
y por ya recibido lo esperado
y por vivido todo lo soñado
y por soñado todo lo vivido.

La más viva congoja eché al olvido.
Del sueño más feliz no he despertado
y agradezco la pena que me han dado
que en flor de suavidad se ha convertido.

La tristeza quemante del pasado
tiene un color de sueño parecido
al de la fuga del amor logrado.

Y es porque el ansia y la inquietud se han ido
al recordar que el cielo prometido
comienza por la herida del costado.

- Juan Guzmán Cruchaga.

lunes, 23 de octubre de 2017

Rubí de Sangre


Se desliza un río de agua escarlata en mi piel
Hasta formar un torrente a través de mis dedos.

Una piedrecilla brota de mi rubicunda hiel
Y arroja a mis ojos destellos bermejos.

Puedo observar cómo rueda a lo lejos
Esta gota que luce sanguíneos reflejos.

...

Se desprende la joya en su afán por llover,
Y produce un sonido acuoso al caer

Este rubí de sangre que muere al nacer.

- Elohim Flores.
08/16-10/17

domingo, 22 de octubre de 2017

El Dasein y el Otro en "Suceso", de Juan Chabás



              El cuento “Suceso”, de Juan Chabás, relata la reconstrucción de la identidad de un hombre que ha perdido toda noción de sí mismo, y lo hace con tal maestría, que la paulatina restitución de su memoria conlleva al ensamblaje de toda una miríada de piezas narrativas que permite obtener no sólo una noción sobre la identidad del protagonista, sino también sobre la situación que lo condujo todo a desembocar en el “suceso” del que finalmente se habla en el cuento (un asesinato).


            Mientras es indudable la calidad narrativa del escrito de Chabás y la belleza literaria que expresa su contenido, “Suceso” cumple también con comunicar un profundo mensaje filosófico; la búsqueda de Luis, el protagonista, por su identidad, no es más que la búsqueda por el otro, por el “yo” exterior, por el ser-en-el-mundo: la búsqueda por el dasein. Término utilizado por hombres como Hegel y Jaspers pero definitivamente catapultado y popularizado por Heidegger (a quien hace mención el autor al inicio del cuento, dicho sea de paso), el dasein (literalmente traducido como ser-ahí) es un concepto que alude a la existencia del hombre fuera de sí, como ser dinámico que se amalgama con el contexto en que lo sume su entorno y que participa en él, influyendo en su status con sus acciones y siendo a su vez influenciado de manera simultánea y recíproca, todo esto mientras es; todo esto mientras mantiene integridad de sí, y continúa existiendo.


            La búsqueda del dasein es, por lo tanto, la búsqueda del otro de Miguel de Unamuno; esa búsqueda por el ser diferente que lleva todo hombre dentro de sí mismo, y que en algún momento escapa de los barrotes del subconsciente para causar estragos en nombre de la fuente de la cual surgió; ese otro que se reconoce en el rostro de alguien más sin dejar de ser por ello el rostro propio; ese otro del “Difunto yo” de Garmendia, cuyas acciones no representan en sí mismas estragos debido a una maldad explícita sino por acarrear el deseo que busca ser reprimido. Y es en esa posición en la que se encuentra Luis, en una carrera contra la muerte para dar consigo mismo antes del momento postrero.


El debate presente en la narración va incluso más allá de la contraposición entre el yo y el otro, entre el ser interior y el dasein, pues se extiende hasta alcanzar el tema de la soledad humana; no la superflua, sino la indeleble, la que acompaña al hombre desde su nacimiento hasta el fin. La soledad ineludible de convivir con el otro yo, la de verse en obligación de coexistir con una doble identidad redundante, representa el principal estigma de Luis. “Luis, otra vez tú y yo. […] ¿Y a esto llaman hablar a solas? ¿A solas yo, acompañado inevitablemente de este yo mismo?”, expresa el protagonista, en un dilema que lo empuja a la búsqueda de sí mismo bajo plena consciencia de que el resultado no será otro que un aislamiento final y total junto a su otro yo.


            Ya que el dasein no es sólo el ser-en-el-mundo, sino el ser-haciendo, en Luis brota la inquietud de no alcanzar al final del túnel más que la inercia de la muerte presentida; muerte literal en el caso de la narración, pero no por eso menos alegórica tras analizarla. El ser-ahí representa una existencia en perpetuo dinamismo, en constante interacción con el mundo que lo envuelve. La inercia, el cese del intercambio y del movimiento, son amenazas siempre acechantes, figuras ominosas que aguardan con sus fauces abierta; y esto se ve reflejado dentro del relato a la perfección, cuando Luis expresa “¡Oh, este juego de no ser nunca, de no acabar nunca haciendo!”, y es allí cuando se plantea un conflicto más, pues seguidamente expresa: “¡Este huir de mí!”.


            El otro en ocasiones puede adquirir una figura monstruosa, pues se muestra como un yo distinto. El otro encarna todo lo que se podría llegar a ser, sin dejar de ser el mismo; el otro representa la posibilidad de autotransgresión que reside en el interior de cada uno. La búsqueda por el otro es la búsqueda de la identidad, pero su encuentro podría suponer un reemplazo, un intercambio del ser-por-dentro con el ser-ahí. Es debido a ello que Luis demuestra terror; terror de encontrar al otro, y ser incapaz de negarlo por tratarse de sí mismo. “¿Qué terrible, si hubiera despertado siendo otro! ¿Otro? ¿Quién? Hombre, Luis, ¿quién? ¡Tú! Sí, tú.” expresa en soliloquio, presa del temor.


            De este modo, se comienza siendo uno, y en la ineludible búsqueda por el ser, se encuentra al otro, el cual se distancia con cada paso dado en su dirección mientras imita los movimientos de su persecutor. Cuando finalmente se le da alcance, el otro responde con una mirada de invitación: la de volver a ser uno en amalgama inseparable. Es entonces cuando el temor extiende sus garras y se hace presente la amenaza de la incapacidad de volver a ser uno mismo; la amenaza de que el otro sea en realidad el verdadero, y que el yo no se trate más que de un impostor. Se comienza siendo uno, y se termina huyendo de sí mismo, bajo una falsa esperanza de mantener intacta una esencia que desde el comienzo ya estaba compuesta por dos mitades de una mismidad. Aún así, se emprende la empecinada huida, eterna, como la de Luis: “Sí, yo era Luis; el huido. Y ahora, de nuevo, huido. ¿De qué, de quién? ¿De mí mismo?”. Quizás la verdadera paz se encuentre en realidad al aceptar al otro, como parte del yo que es, más enzarzarse en una búsqueda vacua bajo el peso de la soledad acechante, sólo para toparse con un reflejo que tiene poco más para dar que la totalidad restante del ser incompleto que compone el yo de cada uno.

- Elohim Flores.

sábado, 21 de octubre de 2017

[Trono Firme]


Todos nosotros
Nacemos muertos.
El final existe
Antes de que cualquier cosa comience.
Si vivir
Es una constante búsqueda de consciencia,
La consciencia que ganamos al final es la verdadera meta.
En otras palabras, la muerte
Es el descubrimiento y el completo entendimiento
Del fin.
No tenemos permitido localizar la consciencia.
Aquellos que no pueden trascender la muerte
No encontrarán la consciencia en nada.


- Tite Kubo.
(Traducción: Elohim F.)

martes, 17 de octubre de 2017

Dragones


Sus sueños eran alas
Con las que partiría al mañana.

Eran sus visiones
Siluetas en el ocaso
Que remontaban ilusiones
De un escaso
Y estrecho pasado
De abyecciones.

Observaba sobre el acantilado
La danza de los dragones
Entre ráfagas de viento.

El tiempo,
Centinela cruel,
Observaba junto a él
Aquella fantasía.

Y allí se discurrían
Su esperanza y su pasión.

Alas detrás del sol;
Alas en el corazón;

Sus sueños eran alas
De dragón.

- Elohim Flores.

martes, 26 de septiembre de 2017

Ópalo


Cuando se desvanece
Tu figura
Mis matices
Palidecen
Y mis sueños
Desaparecen.

Cuando perece
Tu textura
Mi tacto
Enloquece
Y la angustia
Efervesce.

Cuando fallece
Tu escultura
Mis lágrimas
Se ennegrecen
Y mis ojos
Se opalescen.

Cuando no estás
Se fractura
Mi estructura
Y las fisuras
Carburan
La ruptura
De mi futura
Sepultura.

Y cuando florece
Tu hermosura


Mi agonía
Languidece


Y mis noches
Amanecen.

- Elohim Flores.

lunes, 25 de septiembre de 2017

[Epístola de Miguel de Unamuno a José Enrique Rodó (13/12/1900)]


Salamanca. 13 de diciembre de 1900

Sr. D. José Enrique Rodó

Mi muy distinguido amigo: En “La Lectura”, revista que con el nuevo año empezará a publicarse en Madrid y en la sección bibliográfico-crítica de letras americanas, sección de que me he encargado, hablaré de su Ariel, sin perjuicio de dedicarle un ensayo, para el que tengo tomadas no pocas notas. Mi nombramiento para rector de esta antigua Universidad y el viaje que una vez nombrado tuve que hacer a Madrid para tratar de diversos asuntos con el ministro de Instrucción Pública me han retrasado no poco en mis particulares trabajos literarios y científicos. No hace aún cuatro o cinco días que los he podido reanudar. Sobrevínome la inesperada propuesta del ministro precisamente en los días en que más enfrascado estaba en una novela pedagógica-humorística en que pienso fundir, fundir y no mezclar, elementos grotescos y trágicos y tal vez le ponga a modo de epílogo un ensayo sobre lo grotesco como cara de lo trágico. Allá veremos. Mil gracias por lo que respecto a mis Tres Ensayos me dice. Yo, lo confieso, no solo no soy latino de raza (como vasco que soy), sino que aunque con la mente procure comprender el latinismo, mi corazón lo rechaza. Culmina, a mi entender, el espíritu latino en el catolicismo, hasta tal punto que aun los librepensadores latinos son católicos sin saberlo. Esa concepción social y estética de la religión es hondamente latina (Renan era un católico malgré soi; basta ver su posición frente a Amiel), y yo me siento protestante en lo más íntimo del protestantismo (Harnack, Ritschl, Hermann, etc. me han convencido de ello). Pueden parecer análogos un positivista o un panteísta latino y otro germánico, pero si ahondando en la idea llegamos al sentimiento y modo de sentir el mundo y la vida, al punto vemos que el uno sigue siendo católico y protestante el otro después de haber rechazado todo dogma de una y otra creencia. Proudhon y De Maistre son hermanos en espíritu. Y yo, se lo repito, me siento con alma de luterano, de puritano o de cuáquero, el ideocratismo latino y su idolatría me repugnan; me repugna su adoración a la forma y su tendencia a tomar la vida como una obra de arte y no como algo formidable y serio. Renan le decía a Amiel que el pecado es la gran preocupación de toda alma protestante y que no lo es de la católica, y lo siento así. Estudio lo francés, procuro penetrarlo, pero no logra seducirme. Y lo que menos veo en lo francés es la amplitud: es, con apariencias de amplio, uno de los espíritus más estrechos. Acepta a Carlyle, a Ibsen, a Nietzsche (a quienes creo que difícilmente sentirá del todo, aunque los entienda bien, quien no haya protestantizado su corazón) pero los acepta por moda, por snobismo, por algo más noble, por leal deseo de ensancharse, pero en el fondo sigue teniéndolos por bárbaros. No hay más que leer a Brunetière, a Lemaître, a Barrès, a Zola (ese archilatino de espíritu enormemente estrecho). Grande es Taine, grande Guyau, pero ni uno ni otro supieron sacudirse de su espíritu: basta leer lo que del inmenso Wordsworth dice aquél. Tal vez sean el latino y el germánico espíritus impenetrables, porque tampoco sintió Carlyle la grandeza de Voltaire ni hay genuino teutónico que vea el genio de un Racine o de un Flaubert. Y en esto me declaro germánico. Y voy más lejos, llegando a afirmar que el pueblo español es un pueblo que sin tener fondo latino está latinizado por siglos de lengua románica; es un pueblo de fondo berberisco domesticado por el pueblo romano. Y en nosotros, los vascos, que hemos conservado nuestra vieja lengua, se ve cuánto a nuestro espíritu repugna lo latino. Sin tener más de germanos, nos penetra más, no sé por qué, el alma germánica. Aquellos de mis paisanos que viajan y aprenden lenguas se enamoran antes de lo inglés o alemán que de lo francés o italiano. Pero repito que en el fondo acaso más educadoras que las lenguas veo las religiones, y divido a los europeos todos, crean o no, sean con la mente agnósticos, o ateos, o deístas, o panteístas, en católicos y protestantes. Y mi alma es luterana. De esto, de esta pobre nación y de nuestra juventud española, ¿qué he de decirle? La raza española está in fieri, está por hacer, es, como dirían los escolásticos, no un término a quo sino un término ad quem. Necesita, creo yo, un impulso religioso en el más hondo sentido de este vocablo, no dogmático; necesita un Tolstoi castizo, una castiza Reforma. Inicióse con los místicos, con aquel poderoso anarquista San Juan de la Cruz, pero la Inquisición católico-latina la ahogó en germen. También yo me complazco en reconocer que por muchas que sean las ideas que separen siempre nos hemos de unir en espíritu, en el deseo, asequible o no, de penetrarnos mutuamente. Porque viendo yo la resistencia subconsciente de mi alma a hacerse latina mi conciencia me dicta una constante labor para comprender lo latino y apreciarlo y respetarlo. Aprecio cuanto de generoso, de noble, de sincero, de original hay en su Ariel y así lo haré constar, por más que mi corazón me tire por otros caminos. Toda idealidad es fecunda y purificadora, y jamás caeré en la soberbia de suponer que se refleja en mi espíritu todo lo que el mundo necesita. Necesita de latinismo para corregir y completar nuestra acción; que por sí solo haría acaso sombría e imposible la vida; es otro lado de la vida del espíritu, no menos necesario, no menos grande, no menos noble que los otros. ¡Qué exacto lo que me dice de que España es anciana y América infantil! Hay que trabajar. Su obra de usted es la más grande, a mi conocimiento, que se ha emprendido últimamente en América. Hay que sacudir a los pueblos dormidos y que penetren en sus honduras, que en ellas nos encontraremos todos. Porque hasta los dos valores que yo creo más irreductibles en nuestra cultura, el catolicismo y el protestantismo, ¿no tienen acaso una raíz común? A llegar a la raíz común de las cosas hemos de tender, y a ella se llega por distintos caminos, por el Bien, por la Verdad, por la Belleza, por la Religión, por la Ciencia, por el Arte... ¿qué importa el camino? Tenemos un fin común, desde nuestros caminos nos animaremos y saludaremos y aún podremos darnos las manos porque de continuo se cruzan y entrecruzan y se confunden. Y... es que hay caminos diversos. No, amigo Rodó, lo que nos une en realidad no es mucho, es todo. Es todo. Reciba, pues, fraternal abrazo de

Miguel de Unamuno.

Salude a Reyles, a quien escribiré pronto.