Resumen
La Odisea, obra esencial dentro de la
literatura universal, posee toda una plétora de elementos característicos que
la convierten en un texto propicio para el análisis y estudio detallado. No
obstante, uno de sus elementos más prominentes ha sido muchas veces eludido: el
de la disyuntiva inherente a la vida del ser humano, representado en la
narración por Odiseo. Mediante extensos ejemplos y bases filosóficas
fundamentadas en el pensamiento de Ortega y Gasset, se explicará la relevancia
de los dilemas dentro de esta característica obra y su relación con la vida personal
y social del hombre y la mujer actuales.
Palabras clave: Odisea,
disyuntiva, dilema, voluntad, decisión.
Introducción
“La toma
de decisiones en la Odisea es un debate que se sitúa en el interior del héroe,
o que se realiza entre partes del mismo, más que la intervención de un Dios que
tome la decisión por él”. - Bennett Simon (1984).
La Odisea, la
historia de aventuras por antonomasia, el gran relato del viaje del héroe en su
regreso a casa, se encuentra indudablemente enmarcada por multitud de temas de
preponderante relevancia dentro del género de la epopeya, y así, pueden
encontrarse dentro de ella sin dificultad alguna y con prominencia innegable
tópicos como el del valor del individuo sobre las calamidades, la tragedia
humana ante sus limitaciones, la participación e intervención de las
divinidades en los asuntos mundanos, y la exaltación de valores como el honor,
la perseverancia y la astucia. No obstante, y pese a esto, existe un tema en
ella muy fácilmente obviado, y que, no obstante, entinta la obra entera de
inicio a fin: el de la despiadada e imperecedera presencia de la disyuntiva.
Es naturaleza de
las obras literarias el entrañar miríada de matices dentro de sí, más allá de
lo que sus líneas, párrafos y versos puedan a simple vista expresar, y resulta
ser que La Odisea no es de ellas la excepción; es posible extraer, en realidad,
una mayor cantidad de temáticas de las que pueda en un inicio sospecharse; y el
tema de las disyuntivas que enrumban los periplos de Odiseo no sólo encarna una
importancia de esencial vitalidad para la estructura de la obra, sino que
presenta un aspecto filosófico de amplio interés, análogo a la vida diaria.
Bajo el objetivo
de fundamentar la presencia de un constante dilema en el destino de Odiseo
durante su regreso a Ítaca (e inclusive antes de ello), y de demostrar la
relevancia que representa para la narrativa entera, incluso asumiendo en
ocasiones el núcleo de la misma, serán presentados fragmentos del texto y
consecuentemente analizados, finalizando con el uso de diversas explicaciones y
referencias filosóficas que puedan cimentar y ratificar la importancia de la
disyuntiva en ella.
Se pretende que el
lector no sólo logre discernir aquellos aspectos en donde resalta la
trascendencia de la toma de decisiones y su impacto en el devenir, sino que
logre también reflexionar a partir de ellos y extrapolar las máximas presentes en
la filosofía oculta tras dichas escenas para conseguir incorporarlas en su
filosofía personal, de modo tal que se complete un proceso de aprehensión
integral tras el acto de la lectura.
Las disyuntivas del viaje
Como ya se ha
mencionado, la narrativa entera se halla atestada de dilemas y tomas de
decisiones que enrumban los acontecimientos que han de acaecer en los cantos
posteriores. La presencia de estas situaciones disyuntivas no es escasa, y
constituyen la verdadera columna vertebral de la epopeya analizada, pues de no
ser por dichas situaciones, la historia apenas lograría desarrollarse.
A pesar de
encontrarse escrita in media res, es
decir, a partir de un desenlace ya establecido, contra lo que pudiera pensarse,
desde su inicio los personajes de La Odisea se debaten entre la espada y la
pared; y no es precisamente su protagonista, Odiseo, quien tiene el deleite de
saborear el primer dilema del relato, sino su hijo, Telémaco, quien, auspiciado
por Atenea, decide partir en busca de su padre desaparecido tiempo ha tras
partir a la guerra de Troya.
«¿Por
qué, hijo mío, tienes en tu interior este proyecto? ¿Por dónde quieres ir a una
tierra tan grande siendo el bienamado hijo único? […] Anda, quédate aquí
sentado sobre tus cosas; no tienes necesidad ninguna de sufrir penalidades en
el estéril ponto ni de andar errante.» Y Telémaco le contestó discretamente:
«Anímate, ama, puesto que esta decisión me ha venido no sin un dios. Ahora
júrame que no dirás esto a mi madre antes de que llegue el día décimo o el
duodécimo, o hasta que ella misma me eche de menos y oiga que he partido, para
que no afee, desgarrándola, su hermosa piel.» (La Odisea, Canto II).
Representa tal
importancia la simple decisión de Telémaco a pesar de la tristeza de sus
allegados y la contrariedad de gran parte de los ciudadanos (decisión tomada
sobre la posibilidad de reposar en Ítaca y mantener una pacífica espera), que
la misma da inicio a la llamada Telemaquia (cantos del I al IV), y por tanto, a
la mismísima introducción de la Odisea, y no sólo esto, sino que las acciones
de los pretendientes de su madre (de primordial relevancia) se desencadenan a
partir de la ausencia de éste, lo cual establecerá los eventos del final de la
obra.
Inmediatamente
después la epopeya cambia de escenario para enfocarse en Odiseo, quien se
encuentra en la isla de Calipso, y es aquí en donde podrán toparse los lectores
por vez primera con quizás una de las más prominentes disyuntivas con las que
el héroe tendrá que debatirse. Odiseo es retenido por Calipso, ninfa que se
enamora perdidamente del ingenioso héroe. Para evitar que éste se libre de sus
lazos, Calipso no duda en ofrecerle la inmortalidad, con la única condición de
que el valiente hombre permaneciera a su lado. El dilema se presenta, pero es
rápidamente resuelto por el héroe, quien rechaza la vida eterna, uno de los
mayores presentes de la existencia, por su libertad y la oportunidad de
reencontrarse con su esposa.
«[…]
Odiseo […] ¿así que quieres marcharte enseguida a tu casa y a tu tierra patria?
Vete enhorabuena. Pero si supieras cuántas tristezas te deparará el destino
antes de que arribes a tu patria, te quedarías aquí conmigo para guardar esta
morada y serías inmortal por más deseoso que estuvieras de ver a tu esposa, a
la que continuamente deseas todos los días. [...]» Y le dijo el muy astuto
Odiseo: «Venerable diosa, no te enfades conmigo, que sé muy bien cuánto te es
inferior la discreta Penélope en figura y en estatura al verla de frente, pues
ella es mortal y tú inmortal sin vejez. Pero aun así quiero y deseo todos los
días marcharme a mi casa y ver el día del regreso [...]». (La Odisea, Canto V).
Posteriormente a
Odiseo se le presenta la oportunidad de contar las aventuras que le condujeron
hasta ese punto, momento en el cual es posible conocer otros momentos de disyuntiva
en los cuales las decisiones tomadas condujeron en su totalidad a
contrariedades o desgracias.
En primer lugar,
se narra el saqueo hecho por parte de la tripulación de Odiseo contra los
Cicones, tras lo cual, y a pesar de las advertencias de su líder, los hombres
bajo el mando de Odiseo optaron por vanagloriarse y disfrutar del botín; esto
conduciría a un retraso que propició la llegada de los aliados de los Cicones,
quienes masacraron a gran parte de la imprudente tripulación. Una vez más, una
elección decide el destino de los hombres, y en esta ocasión lo convierte en
uno más que desfavorable.
«Entonces
ordené a los míos que huyeran con rápidos pies, pero ellos, los muy estúpidos,
no me hicieron caso. Así que bebieron mucho vino y degollaron muchas ovejas
junto a la ribera y cuernitorcidos bueyes de rotátiles patas. Entre tanto, los
Cicones, que se habían marchado, lanzaron sus gritos de ayuda a otros Cicones
que, vecinos suyos, eran a la vez más numerosos y mejores, los que habitaban
tierra adentro, bien entrenados en luchar con hombres desde el carro y a pie,
donde sea preciso. Y enseguida llegaron tan numerosos como nacen en primavera
las hojas y las flores, veloces.» (La Odisea, Canto IX).
Posteriormente,
Odiseo relata la afamada historia de la isla de los cíclopes, lugar en donde
serían las decisiones erróneas y de pobre moral por parte del héroe de Ítaca
las que lo condenarían a la desgracia que lo acompañaría a él y a sus hombres
hasta el final de sus viajes. En esta isla, Odiseo y sus hombres entran a la
cueva de un cíclope, repleta de alimentos, y, pese a los ruegos de sus
desdichados camaradas por tomarlo todo y escapar, Odiseo se niega, con la
intención de esperar al monstruoso ser para intentar apropiarse de algo más que
de sus alimentos.
«Entonces
mis compañeros me rogaron que nos apoderásemos primero de los quesos y
regresáramos, y que sacáramos luego de los establos cabritillos y corderos y,
conduciéndolos a la rápida nave, diéramos velar sobre el agua salada. Pero yo
no les hice caso —aunque hubiera sido más ventajoso—, para poder ver al
monstruo y por si me daba los dones de hospitalidad. Pero su aparición no iba a
ser deseable para mis compañeros.» (La Odisea, Canto IX).
Esta terrible
decisión conduce al apresamiento de todos por parte del cíclope, quien al
llegar y encontrarlos en su refugio expresa sus terribles deseos de devorarlos;
deseos que satisface tan pronto como le es posible. Es aquí en donde,
raudamente, aparece una nueva disyuntiva para el héroe, a quien se le presenta
la magnífica oportunidad de asesinar al monstruo mientras duerme. No obstante,
la rechaza (no sin pesar) debido a la imposibilidad de escapar de la cueva si
asesinaban dentro de ella al cíclope. Así, tras tomar esta nueva decisión,
Odiseo sacrifica a más de sus compañeros, los cuales son devorados
paulatinamente mientras espera a que se presente el momento oportuno para
fugarse, y aún cuando éste llega, Odiseo cae presa de su arrogancia, y no sólo evita
asesinar a Polifemo, sino que hace mofa de éste. Haber dejado sobrevivir al
cíclope acarreará en la obra toda una la serie de sucesos desafortunados, la
maldición divina que acechará a Odiseo y le hará presa del castigo de los
cielos. Así, pues, debido a una sucesión de malas elecciones y decisiones
amorales, el tono de la epopeya se ve marcado hasta el final, convirtiéndola en
lo que es: la historia de un viaje aciago.
Tras esto, Odiseo
continúa narrando sus desventuras, y los casos de disyuntiva no cesan en ningún
momento. Tras arribar a la isla de Eolo, el dios de los vientos le otorga un
odre que no podía ser abierto bajo ninguna de las circunstancias. El consejo,
como era de esperarse, es desoído por los tripulantes, quienes toman la
decisión de abrir la bolsa de piel a pocos kilómetros de alcanzar el tan
ansiado hogar, y desencadenan para su desgracia una estridente tormenta que los
aleja de las costas en donde les aguardaría el descanso que no encontrarían
sino con la muerte.
«Así
hablaban, y prevaleció la decisión funesta de mis compañeros: desataron el odre
y todos los vientos se precipitaron fuera, mientras que a mis compañeros los
arrebataba un huracán y los llevó llorando de nuevo al ponto lejos de la
patria. Entonces desperté yo y me puse a cavilar en mi irreprochable ánimo si
me arrojaría de la nave para perecer en el mar o soportaría en silencio y
permanecería todavía entre los vivientes.» (La Odisea, Canto X).
Tras
diversos infortunios más, otros dos momentos decisivos continuarían entintando
ese famoso viaje conocido como la Odisea. El segundo de ellos, no tan
prominente (y por lo tanto, referido antes de que el que lo precede) tuvo como
personaje principal a la mismísima personificación del sol, la deidad Helios,
ampliamente temido por su carácter. A Odiseo se le había advertido que se
alejase de aquella fatídica isla y que, en caso de desembarcar en ella, evitara
por todos los medios sacrificar alguna de las reses sagradas del dios. Una vez
más, los compañeros del héroe lo desobedecen y devoran a varias de las bestias,
acarreando con ello nuevamente la ira de los dioses. Queda demostrado una vez
más que cuando los deseos mundanos y las imprudencias interfieren en la toma de
decisiones, el resultado no puede ser otra cosa que caótico.
«Así que se llevaron enseguida las
mejores vacas de Helios, de por allí cerca —pues las hermosas vacas carianchas
de rotátiles patas pastaban no lejos de la nave de azuloscura proa.» (La
Odisea, Canto XII).
No
obstante, el mayor momento de disyuntiva, el punto álgido de la temática del
presente artículo, la cumbre paroxística, el dilema por antonomasia, queda
representado por el tránsito a través del Estrecho de Mesina; el capítulo de
Escila y Caribdis.
Escila y Caribdis,
monstruos apostados en sendos escollos a los lados de dicho estrecho, eran criaturas
malditas que acechaban pacientemente por cualquier desafortunada tripulación
que a través de ese lugar navegase. Escila era una aberración que alcanzaba con
sus fauces la cubierta de los barcos y devoraba sin piedad a los desdichados
marineros. Caribdis, por su parte, permanecía oculta bajo el agua, succionando
con todas sus fuerzas cualquier embarcación que se alejase de Escila y se
aproximase a ella de manera incauta, echándola a pique con un remolino de aguas
negras y devorándolo todo para posteriormente vomitar sus astillados restos.
Como puede
notarse, Escila y Caribdis son la viva representación de la espada y la pared;
un sofocante dilema en donde ninguna de las alternativas aventaja a la otra, y
en el cual el sacrificio es necesario e inevitable. Aún cuando existe la
posibilidad de obviar ambas elecciones, una posición neutra frente al problema
desembocará en un fracaso absoluto, y el mejor de ambos males parece en
realidad ser peor que su opuesto.
Odiseo toma la
decisión de transitar el estrecho a través del costado de Escila, considerando
preferible perder cierta cantidad de hombres que la nave entera. Esta elección,
una de las más comprometidas moralmente de entre las presentes en la obra,
trastocaría los ánimos del héroe de Ítaca, haciéndolo caer en grave pesar y
deduciblemente evocando en él finalmente la idea de su incorrecto actuar.
«Conque
acércate, más bien, con rapidez al escollo de Escila y haz pasar de largo la
nave, porque mejor es echar en falta a seis compañeros que no a todos juntos. »
(La Odisea, Canto XII).
De este modo, y
con la mismísima disyuntiva encarnada en un peligro monstruoso de proporciones
mitológicas, queda aclarada la prominente presencia y relevancia de los dilemas
dentro de la narración de Homero. Dejar a un lado las disyuntivas sería extraer
la médula de la obra y presentarla como una simple carcasa vacía, desabrida e
insípida, inclusive sin una mayor connotación ética y moral que la común en
cualquier otra obra.
Conclusión
Si bien se ha
enfocado el asunto de las disyuntivas dentro de La Odisea de manera muy
específica, aunque insuficiente quizás (para analizar todas las presentes en el
texto, hasta la última de ellas, se requeriría mucho más tiempo y
principalmente mucho, mucho más espacio), el verdadero fin de este artículo es
el de crear analogías certeras entre ésta, la obra, y la vida real; tarea
perfectamente posible, pues la literatura no es más que un reflejo del hombre y
el contexto en el que se desenvuelve. Si se logra comprender que los dilemas no
sólo cimentan obras como La Odisea, sino a la misma experiencia vital del ser
humano y por tanto el devenir mismo de la sociedad, podrá actuarse en
consecuencia y tratar tal tema, el de las disyuntivas, con toda la atención que
se amerita.
Dentro del marco
de la filosofía, Ortega y Gasset expone con gran precisión el peso de las
decisiones dentro de la vida humana y la dirección que ésta puede tomar al
presentarse en ella diversas disyuntivas. En primer lugar, habla del “perspectivismo”,
el cual postula que “la apreciación de un objeto, persona o suceso varía de
acuerdo a las perspectivas en que se mire según el individuo.” De acuerdo a
ello, cada persona posee una perspectiva distinta a todo cuanto ante ella se
presenta, por lo que la consideración de los distintos dilemas frente a los que
podría hallarse en algún momento diferirá de manera incluso radical respecto a
la de los demás; ergo, las decisiones que tome dependerán única y específicamente
del prisma subjetivo a través del cual aprecie el mundo.
El segundo
pensamiento de Ortega dicta que el individuo es producto de su propia voluntad,
haciendo uso de su famosa frase “yo soy yo y mis circunstancias”. Así, expresa
que no hay normas de cómo vivir la vida, y que esto se aprende de experiencias
anteriores producto del error, implicando que las decisiones incorrectas en un
momento determinado pueden llegar a resultar de gran importancia tras pasar
cierto tiempo, pues son convertidas en experiencias aprehensibles; enseñanzas
extrapolables. El hombre, indica, es un ser individual que elije su camino. Este
camino, por lo tanto, varía en cada individuo, y será distinto a otros si sus
necesidades, deseos y acciones son diferentes.
El último
pensamiento de Ortega es el del “raciovitalismo”, de la razón vital. Ortega
cree que si el individuo es justo consigo mismo, todas las personas serán
perfectas. En la sociedad se observa que muchas decisiones son tomadas para
beneficiar y satisfacer los deseos de otras personas, y no están hechas por una
razón correcta. Por lo tanto, cuando el hombre aprenda a realizar lo correcto,
no por interés en otros para complacer sus carencias sociales, sino por
verdadera consideración del deber ético para consigo mismo y, por ende, el
desarrollo de su justo obrar, logrará avanzar como especie comunal y social,
pues cada individuo se tomará la molestia de tomar las decisiones que mejor
convengan desde un punto de vista moral, lo cual terminará beneficiando a los
demás en última instancia y como objetivo ulterior.
Finalmente, Ortega
y Gasset define la experiencia de la vida humana, sumergida entre decisiones
que alteran el porvenir, del siguiente modo:
“Vivimos
sosteniéndonos en vilo a nosotros mismos, llevando en peso nuestra vida por
entre las esquinas del mundo. Dentro de nuestra vida tenemos entonces la
fatalidad, el no poder elegir ser arrojados a la vida; y la libertad de actuar
y decidir dentro de ésta. Vida es, pues, la libertad en la fatalidad y la
fatalidad en la libertad.” (J. Ortega y Gasset. ¿Qué es filosofía? Pag. 7)
Así, pues, la vida
no es más que la interacción del yo personal con el mundo que lo rodea, siempre
imprevista, siempre maleable; un maremágnum de posibilidades, caminos
divergentes, dilemas y vectores entrecruzados; una maraña de disyuntivas
entretejida de manera caótica.
Y es el destino de
la humanidad navegar eternamente a la deriva, entre dos aguas.
Referencias
Homero
(Aprox. Siglo VIII a. C.). La Odisea [en
línea]. Disponible en: http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx
Ortega
y Gasset, J. (1929) ¿Qué es filosofía?
Obras Completas. VII. Alianza Editorial-Revista de Occidente. Madrid.
Simon,
Bennet. (1984). Razón y locura en la
antigua Grecia [en línea]. Disponible en: http://www.akal.com/libros/RazOn-y-locura-en-la-antigua-Grecia/9788473397049
- Elohim Flores.


