martes, 31 de diciembre de 2019

[La Vida Es Sueño] [Fragmento]


Cuentan de un sabio que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas hierbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?;
y cuando el rostro volvió
halló la respuesta, viendo
que otro sabio iba cogiendo
las hierbas que él arrojó.

Quejoso de mi fortuna
yo en este mundo vivía,
y cuando entre mí decía:
¿habrá otra persona alguna
de suerte más importuna?
Piadoso me has respondido.
Pues, volviendo a mi sentido,
hallo que las penas mías,
para hacerlas tú alegrías,
las hubieras recogido.

- Pedro Calderón De La Barca.

lunes, 30 de diciembre de 2019

¿Dónde se Esconde?


            Calor,
Dolor,
El olor de tu nombre,

Error,
Temor,
El color que se esconde,

Vapor,
Rencor,
El clamor que responde,

Honor,
Fervor,
Y amor… pero, ¿dónde?

- Elohim Flores.

domingo, 29 de diciembre de 2019

Penas


Obtuso por penas y defianzas
Que arroman el filo de mi alma
Veo caer mis esperanzas
Y me duele aún hasta la calma.

Rodeado de penas y espinas,
Atado estoy a esta suerte;
Ahogado en un mar de mentiras,
Atado, hasta la muerte.

Sólo las penas me recibirán
Al despuntar la luz del día;
Las mismas que me despedirán
Cuando el destino me sonría.

Y estas penas que me embargan
Sólo son mis alegrías
A razón de compararlas
Con las otras penas mías.

- Elohim Flores.
07-12/19

sábado, 28 de diciembre de 2019

[Tinta]


Hoy las palabras no brotan
De mi corazón a mi lápiz
Ni del lápiz al papel.
Hoy las palabras lloran
Y son la tinta en el papel.

- Gehser Escudero.

viernes, 27 de diciembre de 2019

Huesos


Los huesos de la tierra
Atestiguan
La llama de la vida.

Los huesos de la tierra
Resuenan con el eco
Del alma
De las grietas.

Los huesos de la tierra
Recuerdan la llegada
Del dolor.
También seguirán allí
Para olvidar su partida.

Los huesos de la tierra
Jamás podrán perdonar
Nos.

Los huesos de la tierra
Te acompañan;
Me vigilan.

Escucha el llanto
De las piedras.

- Elohim Flores.

jueves, 28 de noviembre de 2019

Las Teorías del Conocimiento y los Paradigmas Científicos [Análisis Crítico]



Uno de los principales intereses de la epistemología es el estudio de los paradigmas que dirigen las investigaciones en su búsqueda constante por el conocimiento. Respecto a este tema, uno de sus más grandes estudiosos, Kuhn, expresó en el año 2004 lo siguiente: "considero que éstos [los paradigmas], son logros científicos universalmente aceptados que durante algún tiempo suministran modelos de problemas y soluciones a una comunidad de profesionales".
Tomando en cuenta tal definición, sin paradigma alguno se carecería también de métodos funcionales, modelos a seguir o estructuras que cimienten y soporten el cuerpo de la investigación; en pocas palabras, el paradigma es la mismísima columna vertebral de todo estudio.
Antes de explorar los principales paradigmas científicos, es necesario estudiar algunos términos básicos dentro del mundo de las teorías del conocimiento. El primero de ellos es el construccionismo social, una teoría del conocimiento de la que Gergen (1993) expresa lo siguiente: “Lo que consideramos conocimiento del mundo no es producto de la inducción o de la construcción de hipótesis generales, como pensaba el positivismo, sino que está determinado por la cultura, la historia o el contexto social”.
En otras palabras, el conocimiento es una construcción de los intercambios personales, del contexto histórico, de las conexiones sociales y del desarrollo cultural más que de cualquier otro proceso ajeno a dicho ámbito.
Ciertamente, el conocimiento jamás es totalmente objetivo puesto que se ve ineludiblemente subjetivado por las interacciones del individuo con el colectivo social. Por lo tanto, todas las nociones y apreciaciones de la realidad tanto interna como externa se ven influenciadas de manera inevitable por las valoraciones que de ellas tengan los demás, efectivamente construyendo el conocimiento de manera social hasta obtener un producto único surgido de una multiplicidad de actores diferentes.
Otra teoría del conocimiento, conocida como relativista, es explicada del siguiente modo por Guillaumin (2009): “El relativismo hace referencia al sistema o doctrina que sostiene que todos los puntos de vista sobre una misma cuestión son igualmente válidos o correctos (o igualmente inválidos e incorrectos)”.
De acuerdo al postulado referido, tanto la razón como la verdad son enteramente subjetivas y por lo tanto la validez o invalidez que puedan tener distintas afirmaciones son equivalentes en cada uno de los casos; o bien, dicho de otro modo, la verdad es relativa.
El relativismo, al igual que el construccionismo social, se enfoca en el sujeto que aprehende el conocimiento y no en el objeto de estudio, en tanto que indica que la realidad se encuentra estrechamente ligada al sujeto que la experimenta, y que por lo tanto las nociones extrapolables de la misma varían profundamente entre uno y otro individuo, aunque son siempre altamente alterables por los elementos externos a ellos. Aún más, tal afirmación implica que también existen distintas maneras de conocer la realidad, y que todas y cada una de ellas son perfectamente válidas.
Tras esto, es pertinente mencionar la existencia de otra teoría, la del subjetivismo, sumamente similar al relativismo, y es explicada de la siguiente manera por Hessen (1935): “[Es teoría subjetivista] toda teoría del conocimiento donde el carácter de verdad se hace dependiente en una forma o, en otra, de la constitución del sujeto que conoce […]. [Es] Toda teoría que pueda afirmar que lo que es verdad para un sujeto puede no serlo para otro”.
De modo básicamente idéntico al anterior, de acuerdo con el subjetivismo, el conocimiento varía hondamente entre un individuo y el otro debido a la acción modeladora de la mente. A diferencia del relativismo, no obstante, el subjetivismo hace especial énfasis en la dependencia del conocimiento únicamente hacia el factor humano, sin tomar en cuenta ni aportar gran relevancia a los factores de la realidad externa.
Bajo las líneas del subjetivismo surge un término interesante: el de la intersubjetividad. Al respecto, Husserl (1913) expresó: “Todo lo que es aplicable a mí mismo, sé que es aplicable a todos los demás hombres que encuentro ahí adelante en mi mundo circundante […], concibo su mundo circundante y el mío siendo objetivamente un mismo mundo, del que todos nosotros nos limitamos a tener conciencia de diverso modo”.
Por lo tanto, mediante la comprensión de que la aprehensión del conocimiento por parte de los demás puede ser similar a la propia, y de que el conocimiento adquirido comparte características con el absorbido por los demás, se llega a un estado denominado intersubjetivo que permitirá a su vez comprender que el mundo exterior es subjetivamente equivalente para todos.
La siguiente teoría, la del realismo, se contrapone a teorías como la del construccionismo, la del subjetivismo y la del relativismo de manera radical. La misma es conceptualizada por Bunge (1998) de la siguiente manera: “el realismo científico es tal porque consigue ‘captar’ ciertos aspectos objetivos de la realidad que nos rodea, en particular las relaciones invariantes [descritas, típicamente, de manera matemática por enunciados legales (o leyes)] entre variables que describen de manera simbólica (habitualmente cuantificada) aspectos seleccionados de clases de hechos que resultan de interés científico”.
Así, el realismo se encarga de conocimientos meramente objetivos debido a que sus propuestas afirman que la realidad es independiente de la mente del ser humano y existe de manera aislada, sólo accesible a través de los sentidos y la razón de manera limitada. Debido a esto, el subjetivismo individual puede distorsionar el modo en que es percibida la verdad, pero no la verdad por sí misma. Debido a ello, los métodos de medición matemáticos adquieren una relevancia exponencial, puesto que resulta necesaria tanta precisión como sea posible para captar la realidad tal cual se presenta.
Posteriormente conviene analizar el empirismo. El empirismo indica que la experiencia, obtenida a través de la percepción de los sentidos, es la fuente de todo el conocimiento. Al respecto, Locke (1690) indicó que: “estas ideas simples, los materiales de todo nuestro conocimiento, le son sugeridas y proporcionadas a la mente por sólo esas dos vías arriba mencionadas, a saber: sensación y reflexión. Una vez que el entendimiento está provisto de esas ideas simples tiene el poder de repetirlas, compararlas y unirlas en una variedad casi infinita, de tal manera que puede formar a su gusto nuevas ideas complejas”.
Fácilmente puede comprenderse, gracias al trabajo dejado por Locke, que de acuerdo a la perspectiva empirista, la única manera que tiene la mente de alcanzar ciertos retazos de la realidad es a través de las sensaciones. Estas sensaciones atravesarán el filtro de la reflexión para poder ser sintetizadas realmente y, tras un proceso de analogías y atomizaciones, conformarán ideas, pensamientos y conocimientos nuevos.
Otra teoría cuya exposición que se hace necesaria dentro del presente trabajo es el fenomenalismo, el cual, de acuerdo a Hessen, “es la teoría según la cual no conocemos las cosas como son en sí, sino como nos aparecen. Para el fenomenalismo hay cosas reales, pero no podemos conocer su esencia. Sólo podemos saber ‘que’ las cosas son, pero no ‘lo que’ son”.
El fenomenalismo ciertamente admite la existencia de cosas reales, pero también reconoce que resulta imposible para la consciencia alcanzar el conocimiento absoluto, puesto que se ve atascada por las apariencias del mundo sensible. Puede decirse por lo tanto que el fenomenalismo aúna dentro de su concepción características tanto objetivistas como subjetivistas, reconciliando de algunas manera ambas posturas epistemológicas.
Tras el fenomenalismo, resulta conveniente analizar el criticismo, el cual, de acuerdo a Hessen, “examina todas las afirmaciones de la razón humana y no acepta nada despreocupadamente. Dondequiera pregunta por los motivos y pide cuentas a la razón humana. […] Es un término medio entre la temeridad dogmática y la desesperación escéptica.”
El criticismo, pues, pretende estudiar la fuente de toda afirmación, la causa de todo conocimiento y la validez de toda proposición con la intención de verificar la certeza de las mismas. El criticismo es, por lo tanto, el juicio crítico (valga la redundancia) aplicado a todo conocimiento dado como verdadero de manera previa a la posibilidad de su aceptación.
Por otra parte, existe una teoría del conocimiento conocida como idealista. Respecto al idealismo, Hessen explica que “éste sustenta la tesis de que no hay cosas reales independientes de la conciencia”. Por lo tanto, indica posteriormente, “sólo existen dos clases de objetos, los de conciencia (las representaciones, los sentimientos, etc.) y los ideales (los objetos de la lógica y de la matemática)”.
De acuerdo a esto, los objetos reales deben ser considerados como objetos de conciencia o ideales. Las ideas, pues, existen fuera de la mente como concepciones abstractas independientes y posteriormente son apresadas por la conciencia, modeladas por la lógica y sintetizadas a modo de información, de conocimientos.
Tras este recorrido a través de las principales teorías del conocimiento, pueden finalmente hacerse ciertas reflexiones sobre los enfoques paradigmáticos más relevantes. El primero de ellos es el enfoque empírico-inductivista, el cual, según Rincón (2001) “designa a una corriente filosófica para la cual sólo son legitimas las pretensiones de conocimientos fundadas directamente sobre la experiencia; es decir; no admite como validos científicamente otros conocimientos sino los que proceden de la experiencia. El hecho es la única realidad científica, y la experiencia y la inducción, los métodos exclusivos de la ciencia”.
El principal promotor del enfoque empírico-inductivista fue el llamado Círculo de Viena, de acuerdo al cual, según Rincón, “un enunciado o hipótesis tiene sentido si existe algún procedimiento de verificación que pueda, por medio de operaciones empíricas, decidir sobre la verdad o facilidad del mismo”. Como puede notarse, este enfoque se cimienta de manera inseparable con la teoría gnoseológica del empirismo, y también se ve influenciada por la necesidad criticista de comprobar cada aspecto ligado al conocimiento para certificar su veracidad, con la única salvedad de que la única fuente aceptable para esta clase de verificaciones es la de la experiencia.
Posteriormente, el siguiente enfoque, el racionalista-deductivista, puede definirse de manera muy concisa gracias a su naturaleza reduccionista. Respecto al mismo, Padrón (1998) indica que “en este enfoque se concibe como producto del conocimiento científico el diseño de sistemas abstractos dotados de alto grado de universalidad que imiten los procesos de generación y de comportamiento de una cierta realidad”.
Por lo tanto, la elucubración de teoremas y teorías, el diseño de sistemas epistémicos y la ideación de hipótesis y conjeturas son el más refinado producto que puede extraerse del conocimiento científico y en consecuencia el objetivo máximo de este enfoque.
Para finalizar, se atisbará la conceptualización del enfoque hermenéutico-simbólico. De acuerdo a Gadamer (1976), el enfoque hermenéutico  “es un enfoque amplio que se plantea las condiciones en las que se produce la comprensión de un fenómeno. El carácter abarcador del lenguaje sobre todo lo conocido hace que para la hermenéutica, la interpretación lingüística presente una importancia primordial en cualquier metodología que pretenda alcanzar conocimiento”, y además expresa que este enfoque “rechaza la lógica instrumental del método científico, ya que este se pregunta por los fines y no se para a reflexionar jamás acerca de los medios que está utilizando.”
Así, el enfoque hermenéutico se preocupa por la comprensión de la realidad a través de la interpretación del lenguaje. La vitalidad de las comunicaciones humanas no es ningún secreto, y el enfoque hermenéutico-simbólico se enfoca por analizar las emociones humanas impresas en la historia, el arte, la cultura y las tradiciones, en un intento tenaz por evitar cancelar al sujeto cognoscente. Se interesa más por aprehender diversas perspectivas de la existencia que por aferrarse a una verdad absoluta. Es por ello que Gadamer concluye agregando: “La hermenéutica no aspira, a diferencia de las ciencias, a explicar el mundo, a aprehender su objeto. Se conforma con comprenderlo, es decir, con alcanzar una perspectiva coherente del mismo, que no pretende ser ni única ni definitiva”.
Como puede observarse, los paradigmas, enfoques y teorías del conocimiento representan por sí mismos el núcleo de las investigaciones científicas; son a la vez faro, brújula y mapa. Dictan el camino, iluminan la dirección y señalan el sentido que debe tomarse de inicio a fin. El conocimiento científico se hallará siempre presente, irremplazablemente, en todo acto investigativo, mas las maneras en que es presentado y los distintos modos con los que es posible aproximársele se verán definidos por lo expuesto en párrafos anteriores; modelos que indican cómo abordar la realidad misma.

- Elohim Flores.
05/19



REFERENCIAS

Bunge, M. (1998). Philosophy of Science. Vol I. From Problem to TheoryNew Brunswick, Transaction. También en la versión castellana La investigación científica (México, Siglo Veintiuno Editores, 2002).

Estrada, A. (2006). Kenneth Gergen. Construccionismo social, aportes para el debate y la práctica. [Versión electrónica]. Disponible: https://www.taosinstitute.net/Websites/taos/images/PublicationsFreeBooks/Gergen_construccionismo_social.pdf [Consulta: 2019, Mayo 24]

Gadamer, H. (1976). Acotaciones hermenéuticas. [Versión electrónica]. Disponible: https://books.google.co.ve/books?id=ybsRPwAACAAJ&dq=Acotaciones+hermen%C3%A9uticas+gadamer&hl=es- 419&sa=X&ved=0ahUKEwiKj_vy_r3iAhUFrlkKHSoVDCQQ6AEIJzAA [Consulta: 2019, Mayo 24]

Guillaumin, G. (2009). El relativismo epistemológico visto a través de la teoría del cambio científico de Thomas Kuhn [Versión electrónica]. Disponible: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185-39292009000400005 [Consulta: 2019, Mayo 24]

Hessen, J. (1935). Teoría del conocimiento. Bogotá: Gráficas Modernas.

Husserl, E. (1913). Ideas relativas a una fenomenología pura y una filosofía fenomenológica [Versión electrónica]. Disponible: https://profesorvargasguillen.files.wordpress.com/2012/11/husserl-edmund-ideas-relativas-a-una-fenomenologia-pura-y-una-filosofia-fenomenologica-ocr.pdf [Consulta: 2019, Mayo 24]

Kuhn, T. (2004). La estructura de las revoluciones científicas. México: Fondo de Cultura Económica.

Locke, J. (1690). Ensayo sobre el entendimiento humano [Versión electrónica]. Disponible: https://www.uv.es/ivorra/Filosofia/Historia/Ensayo.html [Consulta: 2019, Mayo 24]

Padrón, J. (1998). La estructura de los procesos de investigación [Versión electrónica]. Disponible:http://dip.una.edu.ve/mae/978investigacioneducativa/paginas/Lecturas/UNIDAD%204/Padron-LaEstructuradelosProcesosdeInvestigacion.pdf [Consulta: 2019, Mayo 24]

Rincón, S. (2001). El enfoque empírico-inductivo y los problemas de la investigación social en Venezuela. [Versión electrónica] Disponible: http://ojs.urbe.edu/index.php/telos/article/view/1029 [Consulta: 2019, Mayo 24]

miércoles, 27 de noviembre de 2019

[Siete Lunas]


Cinco lunas
Siete soles.
Cierra los ojos,
Desvela los sentidos,
Percibe la Presencia
Más allá de lo evidente.

No eres Tú,
Es otro,
Es aquel,
Aquello,
Eres Ese,
El del reflejo invertido,
El ente impalpable,
Eres el otro.

Siete lunas,
Cinco soles
Blancos,
Muy blancos,
Sin colores.
Si miras dos veces
No son,
Subyacen,
Desaparecen.

Tres lunas,
Dos soles,
Un instante.
Abre tus manos,
No te aferres.
Puedes tocarlos
Si quieres...

Una luna,
Un sol,
¿No te das cuenta?

La Libélula
No vuela en círculos,
En medio del caos
Dibuja espirales.
Escribe en el viento
Tu Nombre.
No la has visto
Pero oyes
En el silencio
De su aleteo
Ecos lejanos
Del origen
Del Universo.

No te distraigas...

El tiempo vuelve,
Sigue su danza.
Se esparce y fluye.
Se conjuga en un instante.
Retorna a la Madre
Donde todo comienza
Sin tiempos,
Sin lunas,
Sin soles.

- Neurin Suárez.

martes, 26 de noviembre de 2019

El Problema Epistemológico


La epistemología, tal y como las otras disciplinas ramificadas del seno de la filosofía, como la gnoseología, la estética y la axiología, se ocupa de dilucidar, estudiar y analizar una serie de aspectos concernientes a su área de investigación específica (en su caso, la del conocimiento científico) que son denominados como problemas; incógnitas o materias que requieren de un examen mucho más detallado debido a su naturaleza compleja.
El primer problema epistemológico consiste precisamente en la esencia de la disciplina. ¿Cuáles son los límites del estudio de la epistemología? ¿Cómo puede diferenciarse del estudio que pueda realizar la filosofía directamente sobre las ciencias? ¿De qué se encarga la filosofía de la ciencia y cómo difieren estas funciones de las meramente filosóficas?
De acuerdo a Hessen (1935), “la filosofía es un intento del espíritu humano para llegar a una concepción del universo mediante la autorreflexión sobe sus funciones valorativas teóricas y prácticas”. Por lo tanto, la filosofía nace del entendimiento de cada individuo, bajo el objetivo de subsanar la necesidad de la comprensión del todo. Para alcanzar una comprensión holística de la realidad, la mente humana construye su propia concepción del mundo que la rodea, y este proceso es realizado mediante un acto de internalización y autoentendimiento, de modo tal que, descifrando su propia esencia, descifra parte de la esencia exterior.
El objeto de estudio de la filosofía es amplio, pues se encarga de todo lo accesible al pensamiento mismo, y no se detiene en ello sino que elucubra sobre el modo en que tales realidades son accesibles, la objetividad o subjetividad impresas en las mismas, la razón por la cual son accesibles, la necesidad de acceder a ellas, los resultados de su análisis y tantas otras reflexiones como sea posible imaginar.
Precisamente debido a su amplitud, la filosofía se ve ramificada en distintas disciplinas o subcategorías que permiten enfocarse en aspectos determinados de la realidad y la existencia. La filosofía de la ciencia (en la mayoría de ocasiones utilizada como sinónimo de epistemología, aunque con ciertas diferencias notables) resulta ser uno de los brazos surgidos de la filosofía, y se centra únicamente en la ciencia y el conocimiento científico. En términos generales, y como expresa Ferrater Mora (1941) la filosofía de la ciencia “trata ciertos problemas de que se ocupa la ciencia, pero lo hace enfocando su atención hacia la estructura conceptual y lingüística de la ciencia”. De acuerdo a esto, la filosofía de la ciencia realiza un estudio casi ontológico de los aspectos fundamentales de la ciencia misma.
Efectivamente, la filosofía de la ciencia se ocupa, de acuerdo a Bunge (1971) de “adaptar o generalizar teorías científicas al aspecto metafísico (filosófico), infundir de contenido metafísico a un formalismo matemático, reconstruir ciertas teorías en metafísica exacta”, y puede diferenciarse de la epistemología únicamente en que no se ve reducida a la catalogación de “teoría del conocimiento”, debido a cierta holgura que le permite interactuar con las ciencias más allá del tema gnoseológico e incluso tomarse la libertad de interpretar y traducir sus preceptos al lenguaje filosófico.
Desde tal punto de vista, puede afirmarse sin ninguna clase de restricción que la filosofía, al abarcar dentro de sí la filosofía de la ciencia y la epistemología, también cobija bajo sus estudios el ámbito del pensamiento científico. No obstante, y de manera inversa, es imposible indicar que la filosofía de la ciencia tiene la libertad para ocuparse de aspectos que no competen a sus especificaciones; por lo tanto, la ética, la estética, la metafísica y otros apartados del conocimiento corresponderán únicamente a la filosofía general y/o a disciplinas diferentes que puedan surgir de ella.
Otro de los más famosos problemas epistemológicos es el de la clasificación de las ciencias. De acuerdo a Ferrater Mora (1941), la clasificación de las ciencias “es un tema específicamente moderno, pues solamente apareció al reconocerse lo que se ha llamado la «independencia de las ciencias particulares con respecto a la filosofía»”.
 Es necesario recordar que las ciencias se consideraron como parte de la filosofía hasta ciertas épocas avanzadas, debido a que en ella encontraron su origen durante la época clásica. Así, al nacer la necesidad de dividir ambos espectros del pensamiento, fue menester también organizar y clasificar las ciencias, para separarlas de aquellas áreas de estudio que no calificasen como tal.
La clasificación más difundida en la actualidad es la propuesta por Mario Bunge, quien plantea que las ciencias se dividen en formales y factuales (las cuales a su vez se clasifican en naturales y culturales). Las ciencias formales estudian entes conceptuales o abstractos y tienen como objetivo buscar la coherencia interna de sus propios sistemas, basándose en la consistencia y no contradicción de sus resultados, a través de métodos de estudio deductivos. Son ciencias formales la lógica y la matemática, debido a que no tienen un objeto material.
Al otro lado del espectro se encuentran las ciencias factuales, las cuales se caracterizan por estudiar el mundo tangible, el mundo de los hechos, con la intencionalidad de describirlos y/o explicarlos, en búsqueda de la tan ansiada “verdad”.
Las ciencias factuales se dividen a su vez, tal y como fue mencionado con antelación, en ciencias naturales y culturales. Las ciencias naturales tienen como objeto de estudio la naturaleza, la denominada physis griega, a través de métodos como la observación y la inducción. Ejemplos de ciencias naturales son la biología, la química, la física y la geología.
Por su parte, las ciencias culturales se encargan de estudiar las actividades del ser humano: su comportamiento, sus costumbres, su historia, sus fundamentos morales, etc. Son ciencias culturales la sociología, la economía, las ciencias políticas, la historia y otras más.
La clasificación de las ciencias ha sido materia de debate durante décadas y la propuesta por Mario Bunge se encuentra lejos de ser la única existente; no obstante, en su mayoría coinciden en la existencia de una especie de ciencias que dirigen su estudio al mundo natural, y otra especie de ciencias que analiza a detalle la sociedad y el mundo humano. Gracias a este tipo de clasificaciones epistemológicas, la organización de áreas de formación a nivel académico y pedagógico se facilita en extrema medida, produciendo un dinamismo esencial dentro del amplio panorama del conocimiento.
El siguiente problema epistemológico es denominado problema del método, y las interrogantes que plantea son muy claras: ¿Existe un método específico que deba seguirse para las ciencias formales y otro para las factuales? ¿Puede el método utilizado para las ciencias naturales funcionar de igual modo en las ciencias sociales? ¿Puede regirse la totalidad del pensamiento científico a través de un único método?
Para abordar este tema, es necesario recurrir a Descartes, quien en 1637 indicó que, en primer lugar, un método es “un conjunto de reglas ciertas y fáciles que permiten distinguir lo verdadero de lo falso con el menor esfuerzo mental y posibilite la comprensión de todo lo que puede ser objeto de conocimiento racional”. Tras esta definición, resulta más que evidente la importancia que posee un método para un campo de imprescindible exactitud como el científico, y la necesidad de que este método en cuestión sea totalmente fiable.
Ejemplos clásicos de métodos son el deductivo y el inductivo. El método deductivo alcanza una conclusión como consecuencia necesaria de un conjunto de premisas verdaderas; mientras las premisas tengan esta naturaleza y el razonamiento lógico tras ellas sea válido, la conclusión alcanzada ha de ser obligatoriamente verdadera. Por su parte, el método inductivo permite alcanzar una conclusión aproximada tras la observación de la recurrencia en apariciones de una misma premisa confirmada como verdadera.
Como puede notarse, ambos métodos varían profundamente a pesar de que en apariencia resulten indiferentes el uno del otro. ¿Cómo decantarse por un método o por el otro dentro de un área específica como lo es el conocimiento científico? Tanto un historiador como un biólogo pueden fundamentar sus trabajos en las probabilidades aportadas por el método inductivo, pero en este caso, ¿resultan equivalentes las probabilidades de una ciencia social a las de una ciencia natural?
La respuesta a la búsqueda del método idóneo continúa bajo las brumas del misterio, pero algunos autores han aportado cuando menos sus opiniones referentes al modo de encontrar el método más propicio o competente. Por ejemplo, Karl Popper (1934) opinó que “el método que se puede postular como propio de la filosofía de la ciencia es el […] racional, común a la ciencia, a la filosofía y a cualquier pretensión de racionalidad. Es el método que consiste simplemente en exponer claramente los problemas y discutir argumentativa y críticamente las soluciones propuestas”.
De la misma manera, Descartes, por su cuenta, establece una serie de fundamentos a seguir dentro de su propio método cimentado sobre la duda. Estos preceptos son: No admitir jamás cosa alguna como verdadera sin tener antes evidencias de ello. Dividir cada objeto de análisis en tantas partes como sea posible y necesario para su resolución. Ordenar los pensamientos desde el más simple al más complejo. Y finalmente, enumerar y revisar todo de manera tan integral, que pueda generarse la certeza de que no se ha omitido nada.
Es evidente que, sea cual sea la solución a este constante problema epistemológico, ambos autores coinciden al menos en la necesidad de la racionalidad del método a elegir, así como su naturaleza minuciosa para aclarar lo necesario en el objeto de estudio. El método más propicio será siempre aquél que deje menos espacio a la incertidumbre y el menor margen de error posible.
Por último, aunque existen muchos otros problemas de índole epistemológica, puede clausurarse el presente informe crítico con el llamado problema de la técnica, desarrollado por Heidegger en el año 1953.
De acuerdo al reconocido filósofo, “La técnica es una actividad humana básica, una herramienta que el ser humano ha empleado desde sus orígenes para satisfacer sus necesidades y su adaptación a la naturaleza y al entorno que le rodea”, y por lo tanto “hablar de técnica supone vincularla al hombre, como algo connatural al mismo, a su mundo y al medio en el que vive”. No obstante, Heidegger acota que, en contraposición con la técnica, “algo muy diferente será la tecnología, a través de la cual se modifica la naturaleza original del objeto al aplicar la ciencia a la técnica, deviniendo así un constructo artificial que ha requerido, y sigue haciéndolo, de numerosas interpretaciones y reflexiones a lo largo del último siglo”.
Debido a que la técnica aprecia cada aspecto de la realidad como “material de explotación”, indica Heidegger, se corre el riesgo de que la noción ontológica del término termine siendo asumido por la mente humana de un modo tan intrínseco que la realidad entera (seres humanos incluidos) se transforme en víctima de dicha explotación, y de que finalmente todo desemboque en el “sometimiento del mismo hombre (y todas sus expresiones) al dominio de la técnica, con la instrumentalización de sí mismo y la consideración de la idea ‘técnica’ del mundo como algo ‘natural’”.
Gracias a la dilucidación del problema de la técnica, puede notarse una importante función de la epistemología: la crítica constructiva a la que es posible someter el campo de la ciencia con motivos preventivos ante peligros como aquellos de los que alertó Heidegger y muchos otros filósofos modernos. Después de todo, no basta con el análisis simple y llano sino que se hace necesario demarcar ciertos límites para evitar la pérdida de la humanidad frente a la frialdad que es capaz de alcanzar el conocimiento.
Finalmente, es posible observar, tras estos pequeños ejemplos, cómo la epistemología bulle en problemáticas de índole sumamente interesante, cada una de las cuales permite desplegar abanicos enteros de reflexiones concernientes al conocimiento científico, a las ramificaciones de las ciencias, a los métodos que demarcan las investigaciones científicas, y al futuro mismo de la humanidad. Después de todo, la epistemología continúa siendo parte de la filosofía. Y la filosofía existe por el objetivo primordial del pensamiento, por y para el ser humano.


REFERENCIAS

Bunge, M. (1971). Is scientific metaphysics possible? Journal of philosophy, 68 [1971], pág. 509.

Descartes, R. (1637). Discurso del método. [Versión electrónica]. Disponible: http://www.posgrado.unam.mx/musica/lecturas/LecturaIntroduccionInvestigacionMusical/epistemologia/Descartes-Discurso-Del-Metodo.pdf [Consulta: 2019, Mayo 15]

Heiddeger, M. (1953). La pregunta por la técnica. [Versión electrónica]. Disponible: file:///C:/Users/N2SC/Desktop/Heidegger_Martin_1997_La_pregunta_por_la_tecnica.pdf [Consulta: 2019, Mayo 15]

Hessen, J. (1935). Teoría del conocimiento. Bogotá: Gráficas Modernas.

Mora, F. (1941). Diccionario de filosofía. Barcelona: Editorial Ariel.

Popper, K. (1934).  Logik der Forschung. [Versión electrónica]. Disponible: http://www.raularagon.com.ar/biblioteca/libros/Popper%20Karl%20-%20La%20Logica%20de%20la%20Investigacion%20Cientifica.pdf [Consulta: 2019, Mayo 15]


- Elohim Flores.
05/19 

lunes, 25 de noviembre de 2019

Conceptos Epistemológicos dentro del Ámbito Pedagógico [Análisis Crítico]






















La epistemología es una disciplina que puede definirse como esencial para el desarrollo académico de todo investigador, de todo estudioso de las ciencias y de las humanidades, y de todo profesional integral. Para poder internarse en sus entresijos y comprenderla desde el interior, es necesario analizar los principales conceptos relacionados a ella y así construir una imagen completa de la misma.
Necesario es, si se desea hablar de epistemología, comenzar con el concepto de ciencia. De acuerdo a Ferrater Mora (1941), se puede considerar la ciencia como “un modo de conocimiento que aspira a formular, mediante lenguajes rigurosos y apropiados —en lo posible, con auxilio del lenguaje matemático—, leyes por medio de las cuales se rigen los fenómenos”.
De este modo, la ciencia puede observarse como un acervo de conocimientos precisos y cabales (es por esto que se ven regidos común y generalmente por el lenguaje matemático) que proponen principios y axiomas que explican el comportamiento, las causas y las consecuencias de los fenómenos naturales.
La ciencia debe ser siempre enfocada de manera objetiva y jamás ha de subjetivarse por cuestiones axiológicas, teológicas o inclusive filosóficas. Puede ciertamente filosofarse y reflexionarse sobre la ciencia (tal es el trabajo de la epistemología), pero nunca se debe utilizar tales rieles para encausar su marcha; solamente el pensamiento lógico y propiamente científico debe encaminar el rumbo de la ciencia, la cual, siempre que se halle libre de toda subjetividad, evolucionará y se transformará una y otra vez sobre sus propios ejes, de manera indetenible.
Ahora es necesario abordar el concepto mismo de epistemología. Según Thomas Kuhn (2001), la epistemología “no es un sistema dogmático conformado por leyes inmutables e impuestas; sino que más bien, es ese trasegar por el conocimiento científico que se mueve en el imaginario de la época; las reflexiones sobre el mismo, y el quebranto o ‘crisis’ de las normas que sustentan un paradigma en particular propio de una comunidad científica”.
En otras palabras, la epistemología no es una disciplina que se ve reducida a un manojo de reglas rigurosas que rigen el conocimiento científico, sino un recorrido analítico a través de dicho conocimiento y el posterior análisis y reflexión del mismo, reflexión concerniente a los cánones de los que se encuentra compuesto tal conocimiento y la manera en la que, o bien conforma, o bien forma parte de un paradigma específico.
Así, la epistemología debe dedicarse al estudio y clasificación del conocimiento científico, y no a una imposición de preceptos que estratificaría de tal modo la ya mencionada rama del conocimiento que podría acabar por sofocarla. La intencionalidad del estudio del conocimiento científico por parte de la epistemología tiene como meta organizar y clasificar todo el acervo de saberes de relevancia científica y manufacturar reflexiones sobre su naturaleza con el fin de comprenderlos con una óptica mucho más clara y definida.
Dentro del ámbito pedagógico deben ser abordados distintos conceptos educativos antes de estudiar la epistemología enfocada en el área. El primero de ellos es el de la propia educación. Según Kant (1803), la educación es un arte cuya pretensión central es la búsqueda de la perfección humana. Ésta cuenta con dos partes constitutivas: la disciplina, que tiene como función la represión de la animalidad, de lo instintivo, y la instrucción, que consiste en la transmisión de conocimiento de una generación a otra.
La educación es vista como la actividad necesaria para el perfeccionamiento personal, el cual, si bien inalcanzable en un estado absoluto, conlleva siempre a un constante desarrollo tanto individual como comunal. Para conseguir alcanzar esta meta y catalizar la evolución personal del hombre y de la mujer, la educación reemplaza lo instintivo por lo intelectual, lo animalesco por lo civilizado.
A la fecha de hoy, puede que la visión ya referida sobre la educación sea demasiado rigurosa y tradicionalista. El objetivo de la educación es visto hoy en día como alcanzar una construcción intelectual, sentimental, emocional y cívica en conjunción con todos los miembros del proceso educativo mismo. No se intenta erradicar algunos aspectos para reemplazarlos por otros, ni hacer una limpieza completa de lo almacenado en la mente de niños y niñas para comenzar desde cero. En lugar de eso, se busca pulimentar las habilidades ya existentes y aceptar los defectos para aprender de ellos en la búsqueda de un hombre y una mujer más humanos.
Después del concepto de la educación, es importante diferenciarla de la pedagogía. El autor Luis Arturo Lemus de León (1969) indica que la pedagogía es una disciplina que tiene por objeto el planteo, estudio y solución del problema educativo.
De tal manera, la pedagogía hace uso de sus propios métodos para realizar un estudio detallado sobre la educación, a raíz del cual sistematiza los conocimientos extraídos de tal análisis y se convierte en una suerte de laboratorio dentro del cual se transformará la educación en una disciplina mejorada, con mayor cantidad de ventajas que de desventajas, con mayor cantidad de beneficios que de desperfectos.
La pedagogía además produce gran multitud de recomendaciones que busca posteriormente implementar con la intención de saldar toda una serie de necesidades básicas educativas, como las de lograr construir un aprendizaje significativo en los jóvenes, mejorar las condiciones dentro del aula para dinamizar la enseñanza y afinar el proceso didáctico.
Habiendo mencionado lo anterior, se hace necesario ahora indagar en el significado de la didáctica, comúnmente confundida con los dos términos de los párrafos precedentes. Según Imideo Nerici (1985), “la didáctica es el conjunto de procedimientos y normas destinadas a dirigir el aprendizaje de la manera más eficiente que sea posible”.
De acuerdo a lo anterior, el andamiaje cuya función es la de estructurar el proceso educativo, el conjunto de engranajes que mantiene en movimiento el proceso de enseñanza/aprendizaje, el fluido a través del cual se desplaza el proceso de formación educativa, es la didáctica: una conglomeración de procedimientos, métodos, estrategias y directivas que encausan el proceso pedagógico.
El papel de la didáctica es esencial dentro de la educación desde un punto de vista holístico, pues es la sangre que mantiene todo este organismo en funcionamiento. Es precisamente debido a tal relevancia que resulta imprescindible renovar constantemente la didáctica para adaptarse a los nuevos tiempos, las nuevas costumbres y la idiosincrasia siempre cambiante de los jóvenes. Una didáctica obsoleta se traduce como un proceso de enseñanza y aprendizaje obtuso, oxidado, deteriorado. Todo pedagogo tiene la tarea de mejorar sus herramientas didácticas para mantener con vida el quehacer educativo dentro de su aula.
Tras lo anterior, es hora de ahondar dentro de las concepciones de algunos términos comunes dentro de un trabajo de investigación, indudable objeto de análisis y clasificación por parte de la epistemología. En primer lugar, se analizará el concepto de “validar”. Mario Tamayo y Tamayo (1998), de manera muy concisa, considera que validar es “determinar cualitativa y/o cuantitativamente un dato”.
Dicho de otro modo, al validar un elemento se confirma y ratifica la cualidad de su autenticidad y la de su contenido. Tras determinar un dato de manera cualitativa y/o cuantitativa, se corrobora y se avala la realidad de su existencia y de la información que aporta.
La validación cumple con un papel sumamente importante puesto que otorga peso, contundencia y sustancia a cada elemento sujeto a su proceso. De este modo, puede dotarse de manera patente a cada dato la relevancia que realmente encarna, con el objetivo de que sea tomado en cuenta y aceptado por lo que es.
El segundo de los conceptos ligados a la investigación es el de “verificar”. De manera tan escueta como la anterior, y según Karl Popper (1959), verificar es “buscar datos que confirmen una teoría y datos que la puedan hacer falsa”.
Basado en su principio del falsacionismo, Popper indicaba que el único modo de verificar la validez de una teoría era a través de uno o más intentos de refutarla. Sólo después de que tal teoría demostrase imposible su refutación, podía surgir como verdaderamente verificada.
Pese a lo anteriormente afirmado, resulta menester aclarar que el proceso de verificación correspondiente a la búsqueda de datos e información que confirmen una teoría, adicionales a los contraejemplos para refutarla, son igualmente relevantes y necesarios para este importante proceso. Sólo cuando se verifica una teoría, ésta puede ocupar el lugar que le pertenece dentro de las ciencias.
El tercer concepto relacionado a la investigación es el de la confiabilidad. De acuerdo a Guillermo Briones (1982), el término de confiabilidad se refiere al grado de confianza o seguridad con el cual se pueden aceptar los resultados obtenidos por un investigador basado en los procedimientos utilizados para efectuar su estudio.
Si un trabajo investigativo ha atravesado procesos de verificación que validen lo expuesto en ellos, sus datos y propuestas, entonces ese trabajo resultará confiable; es decir, los resultados que arroje serán aceptados por las comunidades a las que se encuentren dirigidos.
La confiabilidad resulta ser uno de los factores de mayor relevancia puesto que, sin importar la cantidad de esfuerzo que haya sido impreso dentro de los párrafos de un trabajo investigativo o las horas de dedicación invertidas en la investigación misma, el trabajo entero carece de credibilidad de no haber sido siquiera mínimamente verificado y validado; es decir, que un trabajo sin confiabilidad bien podría ser inexistente a los ojos de los expertos.
El último término epistemológico encontrado dentro de la investigación corresponde al de la legitimación. El filósofo francés Jean-François Lyotard (2000) explicó dentro de sus estudios que la legitimación es, en líneas generales, el proceso que autoriza a que un legislador promulgue una determinada ley como norma, y que por lo tanto, en el caso de la ciencia, es el proceso que autoriza a que la comunidad científica acepte un enunciado como científico, estableciendo criterios de demarcación y de aceptabilidad con reglas de juego inmanentes a través del consenso de los expertos.
Así, sólo cuando se adecúa a una serie de mediciones, a un proceso de filtración comedido por un grupo de expertos, un enunciado, una proposición o un dato cualesquiera pueden ser aceptados como legítimos e inclusive como normativos.
Cuando un experto o grupo de expertos aprueba y avala un enunciado o dato determinado y lo legitima, este elemento en particular no sólo posee la validez previa adquirida a través del proceso de verificación, sino que también cuenta con el reconocimiento necesario para abrirse paso a través de un mundo en el cual solamente los conocimientos legítimos tienen cabida.
Finalmente, se requiere ahondar en distintos conceptos de índole ontológica, referentes a categorías como el conocimiento mismo. Alavi y Leidner (2003) explican que el conocimiento “es la información que el individuo posee en su mente, personalizada y subjetiva, relacionada con hechos, procedimientos, conceptos, interpretaciones, ideas, observaciones, juicios y elementos que pueden ser o no útiles, precisos o estructurables.”
Bajo estas palabras, es posible comprender que el conocimiento representa un entramado sistematizable de datos tanto objetivos como subjetivos, interconectados e interdependientes, que evocan conceptos, hechos, teorías y cualquier otra cantidad de fragmentos de información adquiridos a lo largo del tiempo, a través de la aprehensión sensorial y de la internalización reflexiva.
 Tal como se indicó, el conocimiento puede ser tanto objetivo como subjetivo; puede coincidir con la realidad o tan sólo con la apreciación de la misma que tenga cierta cantidad de individuos de manera aislada. El conocimiento, para ser catalogado como verdadero, necesita atravesar distintos procesos de verificación y validación, sin los que no representaría otra cosa que un puñado de datos insulsos entretejidos por la apreciación personal que de la realidad poseen unos pocos.
Tomando en consideración lo anterior, no es posible menos que elevar la siguiente pregunta: ¿qué es la verdad? Descartes (1637) indicó que la verdad “es la conformidad entre lo que se dice, piensa o cree y la realidad, lo que es o lo que sucede.”
De un modo tan sencillo surge la noción de que es verdadero aquello que coincide con lo considerado real, aquello que es constatable con lo innegablemente aprehendido a través de la lógica, de la razón y de los sentidos, y que no entra en contradicción con los sucesos y eventos que se desarrollan y desenvuelven de manera constante.
Del mismo modo que el conocimiento, la verdad muchas veces puede ser modelada por la subjetividad de cada persona, y existe la posibilidad de que ésta sea influenciada por la subjetividad de un número tan elevado de individuos, que las masas pueden afectar y alterar efectivamente lo conocido como verdadero, desplazando lo asumido como realidad, la cual debería ser irrefutable en cualquier caso posible.
Hay algunos conceptos más que requieren cierto análisis. Ferrater Mora (1941) expone, entre otras concepciones, el término de mente. Mora indica, parafraseando a San Agustín, que este concepto en particular “se utiliza para designar una potencia que abarca no solamente la inteligencia, sino también la memoria y la voluntad, no siendo algo distinto de las tres, sino las tres a un mismo tiempo”.
La mente resulta ser la amalgama de los recuerdos, la inteligencia, y la capacidad volitiva del ser humano, una entidad o potencia que resume en sí misma la esencia del hombre y de la mujer, muchas veces comparada a la concepción de espíritu por el mismo Ferrater Mora.
Resulta fundamental comprender que la mente no es equivalente al intelecto, ni es equivalente al cerebro, ni a la memoria. La mente no es una capacidad, ni un lugar, ni mucho menos una función cerebral; es necesario comprender la noción de que la mente es una potencia, tal y como lo expresó el autor anteriormente citado,  más cercana a la concepción de entidad que a cualquier otra definición.
Corresponde el turno de conceptualizar el término de “principio”. Hortal (2001) define los principios como imperativos universales que prescriben determinadas acciones. Así, los principios, expresa, “en razón de determinadas características descriptivas que siempre que se den, y en igualdad de circunstancias, […] obligan a actuar obedeciendo a ese principio universal.”
Un principio es, entonces, un axioma o fundamento con base en el cual se comportan distintos fenómenos o acciones específicas, de manera ineludible. Para que esto suceda deben cumplirse a cabalidad todos y cada uno de los aspectos que componen tal principio, bajo todas las condiciones posibles.
Los principios representan la piedra angular de toda teoría científica y es sólo a través del basamento que aportan que es posible construir todo un cuerpo de trabajo sustentado en conocimientos sólidos y paradigmas bien estructurados.
En cuanto a los paradigmas, Thomas Kuhn (1986) llamó paradigmas a las “realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica.”
Por lo tanto, los paradigmas son modelos que definen un curso determinado de procedimientos y establecen los aspectos y pautas más esenciales dentro del desarrollo específico de tal curso de acciones, en este caso, de la búsqueda, análisis y solución de problemas científicos.
Necesario es destacar el hecho de que, de acuerdo a Kuhn, los paradigmas no son perpetuos sino que son esencialmente temporales, propensos a ser reemplazados por nuevos paradigmas que se encarguen de asumir la funcionalidad abandonada por la obsolescencia de los antiguos. Generalmente un cambio de paradigmas acarrea cambios drásticos y ocasionalmente caóticos debido a la función central que desempeñan dentro de una estructura determinada, pero su eventual reemplazo conlleva consigo una serie de aspectos y factores que acelerarán el proceso evolutivo estancado por los paradigmas desaparecidos.
Por último, tras explorar todas las concepciones y terminologías anteriores, habrá que analizar dos últimos conceptos que sobrevuelan el horizonte epistemológico, el primero de ellos siendo el de la filosofía. Según Hessen (1935), “la filosofía es un intento del espíritu humano para llegar a una concepción del universo mediante la autorreflexión sobe sus funciones valorativas teóricas y prácticas”.
De acuerdo a la anterior exposición de Hessen, la filosofía nace del entendimiento de cada individuo, bajo el objetivo de subsanar la necesidad de la comprensión del todo. Para alcanzar una comprensión holística de la realidad, la mente humana (obedeciendo el concepto anteriormente denotado en el presente informe) construye su propia concepción del mundo que la rodea, y este proceso es realizado mediante un acto de internalización y autoentendimiento, de modo tal que descifrando su propia esencia (o intentándolo cuando menos), descifra parte de la esencia exterior.
Resulta de suma importancia comprender que la epistemología por sí misma no es una disciplina independiente sino que proviene del corazón de la filosofía, y se extiende como una de sus múltiples ramificaciones. Por lo tanto, la esencia reflexiva y analítica propia de la filosofía impregna el corazón de la epistemología, la cual se vale igualmente de los métodos empleados como herramientas por los filósofos y hombres de letras para estudiar y clasificar las ciencias. He allí el modo en que la filosofía ha logrado influenciar de manera tan resaltante el desarrollo de las ciencias; no sólo originándolas durante épocas remotas sino también analizándolas, calificándolas y clasificándolas a través de la epistemología.
El segundo concepto es el del saber. De acuerdo a Ferrater Mora (1941), “el saber es una aprehensión de la realidad por medio de la cual ésta queda fijada en un sujeto, expresada, transmitida a otros sujetos, sistematizada e incorporada a una tradición (por principio criticable y revisable)”.
El saber resulta encarnar un tipo de noción de la realidad mucho más amplia que la del conocimiento, al cual, de hecho, abarca. El saber discierne la realidad de la apariencia, el ser del parecer, pero no desdeña a uno por el otro sino que los cobija bajo su análisis, reflexión y síntesis tras atomizarlos.
Como comprensión holística de la realidad, el saber desempeña ontológicamente un papel más prominente que el del conocimiento dentro de todo ámbito filosófico; y epistemológico, por extensión. Por lo tanto, existen varias distinciones de saber que serán analizadas a continuación.
El saber disciplinario, tal y como indica Armando Zambrano Leal (2006), es aquél en donde “el profesor se dispone en actos de comprensión de lo que conoce, [y posee] los indicios que lo llevan a dudar o reafirmar lo conocido”. Además, Leal agrega que “Lo que caracteriza el saber disciplinar es la forma como el profesor es capaz de volver sobre lo que conoce, lo que domina del conocimiento que produce la disciplina donde ha sido formado.”
Así, puede asumirse que el saber disciplinario es el que estudia desde toda perspectiva posible el conocimiento de una disciplina específica, y no sólo esto, sino que también se apropia del mismo de una manera tal que posee un dominio total de su área de especialización.
La acción de apoderarse de todo el conocimiento que gotea de una disciplina resulta sumamente conveniente e inclusive recomendable para el docente, puesto que el manejo total de cada pequeño detalle de su especialidad podrá prepararlo para un buen desempeño pedagógico, y además para accionar alguno de los dos saberes a continuación.
En primer lugar, puede darse un vistazo al saber interdisciplinario, el cual, según O’Riordan (1998), “es el saber proveniente de diferentes campos científicos, que se funde en conceptos generales. La interdisciplinariedad es una concepción holística de la realidad, es decir, la considera como un todo que es más que la suma de las partes.”
El saber interdisciplinario se basa entonces en la conjunción de las distintas disciplinas tras su comprensión integral, con el fin de conseguir un nuevo estado de saber en el que se manejen conocimientos interrelacionados de distintas áreas, los cuales servirán de escalafón para alcanzar nuevos estratos intelectuales de otro modo vedados.
La existencia del saber interdisciplinario resulta completamente necesaria dentro del ámbito educativo, en el que se prepara no sólo para que cada estudiante destaque en un área especializada sino que tiene como objetivo principal la formación de un ser humano con la capacidad de extrapolar los conocimientos aprendidos en cada situación distintiva y amalgamarlos en un saber completo que sirva a su vida futura como ser humano en estado de madurez.
Por último, existe una tercera clase de saber que compete a los propósitos del presente informe: el saber transdiciplinario. Como lo explica Basarab Nicolescu (2006), el saber interdisciplinario “es la dinámica engendrada por la acción simultánea de varios niveles de realidad. Su finalidad es la comprensión del mundo presente entre, a través y más allá de las disciplinas”.
El saber transdisciplinario no sólo recauda los conocimientos en distintas disciplinas sino que los trasciende, absorbe cada una de las realidades impresas en distintas áreas de conocimientos y apuesta por comprenderlas de manera simultánea, extrayendo los detalles más destacables de cada una por individual para construir un nuevo enfoque del mundo y sus habitantes.
El saber transdisciplinario quizás es una de las más añoradas metas dentro de todo proceso educativo: lograr aunar los conocimientos de todas las áreas de formación no simplemente para aplicarlos entre sí y de ese modo alcanzar nuevos niveles intelectuales, sino para trascender cada especialidad por sí misma y alcanzar una visión mucho más elevada del mundo, unido y diverso.
Tras este pequeño recuento de concepciones básicas dentro del lenguaje epistemológico, puede obtenerse una clara imagen mental sobre tan importante disciplina, sus características, sus metas y objetivos, sus objetos de estudio, sus métodos para alcanzarlos, y los modelos que abren los senderos que transita, así como sus relaciones con el campo pedagógico.

- Elohim Flores.
05/19


REFERENCIAS

Briones, G. (2000). La investigación social y educativa. Bogotá: Tercer Mundo Editores.

Descartes, R. (1637). Discurso del método. [Versión electrónica]. Disponible: http://www.posgrado.unam.mx/musica/lecturas/LecturaIntroduccionInvestigacionMusical/epistemologia/Descartes-Discurso-Del-Metodo.pdf [Consulta: 2019, Mayo 10]

Hessen, J. (1935). Teoría del conocimiento. Bogotá: Gráficas Modernas.

Hortal, A. (2001). Ética general de las profesiones. [Versión electrónica. Disponible: http://fliphtml5.com/kkzq/zzfl/basic/101-150 [Consulta: 2019, Mayo 10]

Kant, I. (1803). De la pedagogía. [Versión electrónica]. Disponible: https://www.ddooss.org/articulos/textos/kant_pedagogia.pdf [Consulta: 2019, Mayo 10]

Kuhn, T. (2001). La Estructura de las Revoluciones Científicas. FCE. 10ª edición. Bogotá Colombia.

Lemus, L. (1969). Pedagogía: temas fundamentales. Kapelusz: Buenos Aires.

Lyotard, J. (2000). La condición posmoderna. [Versión electrónica]. Disponible: http://negro.iing.mxl.uabc.mx/~bflores/gc/Lectura1_Alavi_Leidner_2001_BLFR.pdf [Consulta: 2019, Mayo 10]

Mora, F. (1941). Diccionario de filosofía. Barcelona: Editorial Ariel.

Nerici, I. (1985). Hacia una didáctica general dinámica. [Versión electrónica]. Disponible:http://www.url.edu.gt/PortalURL/Biblioteca/Contenido.aspx?o=3594&s=49 [Consulta: 2019, Mayo 10]

Nicolescu, B. (2006). Transdiciplinariedad: pasado, presente y futuro. [Versión electrónica]. Disponible en: http://www.ceuarkos.com/Vision_docente/ revista31/t3.htm [Consulta: 2019, Mayo 10]

O’Riordan, T. (1998). Interdisciplinary in enviromental science. Reino Unido.

Popper, K. (1934).  Logik der Forschung. [Versión electrónica]. Disponible: http://www.raularagon.com.ar/biblioteca/libros/Popper%20Karl%20-%20La%20Logica%20de%20la%20Investigacion%20Cientifica.pdf [Consulta: 2019, Mayo 10]

Tamayo y Tamayo, M. (1998). El proceso de la investigación científica. [Versión electrónica]. Disponible: http://clea.edu.mx/biblioteca/Tamayo%20Mario%20-%20El%20Proceso%20De%20La%20Investigacion%20Cientifica.pdf [Consulta: 2019, Mayo 10]

Zambrano, A. (2006). Tres tipos de saber del profesor y competencias: una relación compleja. Educere. [Revista en línea].

Disponible: http://www.redalyc.org/pdf/356/35603303.pdf [Consulta: 2019, Mayo 10]