
Riega
su luz la mañana,
Abre
sus flores el monte,
Y
del azul horizonte
Se
desprenden vapores de oro y grana.
Rompiendo
el diáfano velo,
Van
alzándose las nubes,
Como
grupos de querubes
Que
se dan cita en el azul del cielo;
Ledas,
fugitivas hadas
Prendidas
de oro y de rosas;
Enjambre
de mariposas
Del
regazo del iris escapadas.
¡Mirad
como suben, bellas,
Por
los tranquilos espacios
A
encontrarse en los palacios
Donde
mora la luz amiga de ellas!
Unas
semejan guirnaldas
De
vislumbres opalinas;
Otras,
aves peregrinas
De
níveo seno y alas de esmeraldas;
Estas,
penachos de plumas
De
suavísimos cambiantes;
Aquellas,
velos flotantes,
Como
en cerúlea mar sueltas espumas…
Ved
cómo raudas se lanzan
A
través del éter blando,
Y
la distancia acortando
¡Unas
a otras en tropel se alcanzan!
Ya
huyen y se retiran,
Ya
se acercan y se abrazan,
Y
luego se desenlazan
Y
en fantástico baile en grupos giran…
¡Cómo
de infinito anhelo
Se
agita, al verlas, el alma,
Por
volar en pura calma
De
ellas en pos a la región del cielo!
¡Cómo
de gratas quimeras
Y
de sueños, dulcemente
Va
poblándose la mente
Al
contemplar las célicas viajeras!...
Mas
¡ay! ráfaga de hielo
De
súbito las agita,
Y
su esplendor se marchita,
¡Y
en gotas sin color bajan al suelo!
Así
también la esperanza,
La
gloria, las ilusiones,
Y
las áureas ambiciones
Que
el hombre nunca a realizar alcanza:
Nubes
de púrpura y oro
Que
se columpian en calma
Por
los espacios del alma,
Su
ventura formando y su tesoro;
Mas
un día se desprenden,
Como
helados aquilones,
Sobre
ellas las decepciones,
¡Y
resueltas en lágrimas descienden!
Juan Antonio Pérez-Bonalde