—Vamos, tío, es sólo un pequeño abrazo —dijo el sobrino del amo con una amplia sonrisa en el rostro. El acaudalado amo. El viejo y tacaño amo.
Resulta
lógico el tener un modesto gesto de amabilidad cuando se es el único familiar
del que dispone el amo; y también lo es al ser el heredero único de su fortuna.
Fortuna de tan dudoso proceder como de incierto porvenir.
Era
una tramposa comadreja, el amo. Heredero, a su vez, de algún quizás incauto, y
desdeñoso, amo.
La
hoja, fría, del cuchillo, parpadeó, sólo vislumbrable por mí, puesto que el
joven mantenía el filoso instrumento tras su espalda. Con la mano izquierda, y
con firmeza, lo empuñaba. La diestra se la ofrecía al amo con respetuoso cariño
bajo la artificiosa forma de un abrazo.
—Sólo
un abrazo —repitió. El amo sospechó al instante sobre las intenciones de su
descendiente, eso puedo asegurarlo, pero tengo la entera convicción de que todo
sucedió de acuerdo a su voluntad. Después de todo, un viejo lobo cede su
posición al más joven; uno con colmillos. Y la sucesión nunca acaece sin
derramar sangre.
El
cuchillo era largo. Mucho más de lo necesario. Mucho más de lo prudente. Mucho
más de lo debido.
La
hoja los atravesó a ambos. Suavemente, se deslizó.
Aun
cuando sólo una gota colisionó contra el blanco mármol a sus pies, dos gotas de
sangre lo hicieron a la vez. Gota de tío, gota de sobrino.
El
amo no había sido tan torpe cuando tuvo su oportunidad. Él había realizado un
trabajo limpio, perfecto.
La
impericia de la juventud. Un alto precio.
Incluso
mayor que la enorme fortuna de la herencia del viejo zorro resulta ser la de
que el sucesor en la lista de herederos tras la muerte de su único familiar
sanguíneo sea su servicial sirviente.
A
su servicio siempre. Amo.
- Elohim Flores.
06/07~06/08
Editado: 10/18
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