miércoles, 13 de diciembre de 2023

Chernobyl: La Desinformación y la Falacia de Apelación a la Ficción

El presente escrito es en esencia una recopilación, traducción, análisis y comentario sobre distintos reportajes y artículos de investigación publicados por un conjunto de expertos sobre el accidente de Chernobyl y su adaptación por HBO en la miniserie del mismo nombre. Es necesario señalar las credenciales de los más destacables de ellos, al tratarse éste de un tema sensible en donde el rechazo de la opinión pública hacia trabajos investigativos que se atreven a contradecir a la serie de HBO no se hacen esperar. Los más prominentes profesionales referenciados en el presente escrito son: 

Michael Shellenberger, escritor y activista ambiental acreedor del premio otorgado por Time Magazine, “Hero of the Environment – Leader and Visionary” (Héroe del Ambiente — Líder y Visionario), y ganador del premio "Green Book” otorgado por el Stevens Institute of Technology’s Center for Science Writings (Centro de Escritos Científicos del Instituto de Tecnología Stevens).

Robert Peter Gale, de la facultad de medicina de la UCLA (University of California, Los Angeles), con posgrados en medicina interna, hematología y oncología, y doctorados en microbiología e inmunología, experto en transplantes de médula ósea de renombre mundial que viajó inmediatamente para tratar a las víctimas de Chernobyl después del accidente y pasó dos años realizando operaciones en el Instituto de Biomedicina y el Hospital 6 de la Unión Soviética, trabajando durante los 30 años subsiguientes en múltiples estudios sobre las consecuencias médicas a largo plazo de Chernobyl a lo largo de Rusia, Ucrania y Bielorrusia, con más de 1150 artículos científicos publicados.

Adam Higginbotham, reportero británico y autor del libro "Midnight in Chernobyl, The Untold Story of the World’s Greatest Nuclear Disaster" (Medianoche en Chernobyl, la Historia no Contada del Desastre Nuclear más Grande del Mundo), primera investigación anglosajona fundamentada en referencias y testimonios documentados, acreedor de los premios "William E. Colby Award for Military and Intelligence Writing" (Premio William E. Colby por Escritura Militar y de Inteligencia) y "Andrew Carnegie Medal for Excellence in Non-Fiction" (Medalla Andrew Carnegie por la Excelencia en la No-Ficción).

Kelvin Kemm, matemático y físico nuclear, primera persona de África en ser asignado al European Science and Environment Forum (Foro Europeo de Ciencia y Ambiente), y receptáculo del prestigioso premio Lifetime Achievers Award of the National Science and Technology Forum of South Africa (Premio a los Triunfadores de por Vida del Foro Nacional de Ciencia y Tecnología de Suráfrica).

Alla Shapiro, médica ucraniana, experta en radiación y una de las primeras socorristas en atender al accidente de Chernobyl, tras lo cual estuvo 16 años trabajando en el U.S. Department of Health and Human Services, Food and Drug Administration (Departamento de Salud y Servicios Humanos, Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos), ayudando a desarrollar medicinas contra la exposición a la radiación.

Y James Conca, científico ambiental adjunto a la Washington State University, afiliado a Los Alamos National Lab, miembros de las sociedades Nuclear, Química y Geológica de Estados Unidos, y consultor estratégico de planificación del Departamento de Energía de los Estados Unidos y la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos en la búsqueda y limpieza de metales pesados en los suelos y el agua.

Se asume que el lector que se encuentra ya lo suficientemente familiarizado con el trágico accidente de Chernobyl, acaecido el 26 de abril de 1986, ya sea por fuentes como documentales, reportajes e investigaciones, o ya sea por la miniserie de HBO. Por lo tanto, sin adentrar en los detalles básicos de lo acontecido, se comenzará afirmando que efectivamente el accidente de Chernobyl es uno de los mayores de su índole en toda la historia. Fue indudablemente trágico y sumamente lamentable; esto no se cuestiona en lo absoluto. Es por otra parte innegable que la serie de HBO ha generado un impresionante impacto en las masas, pero el presente artículo nace a causa de que al mismo tiempo la miniserie ha establecido una línea de pensamiento cuyos cimientos son frágiles por decir poco, convirtiéndose en una verdadera matriz de desinformación en lo concerniente al infame accidente, y no sólo en esto, sino principalmente en lo referente al funcionamiento mismo de la energía nuclear.

Es imposible debatir el nivel de calidad cinematográfica de la producción, el cual es, ciertamente, muy alto, pero es precisamente debido a la buena recepción que ha tenido, y al pedestal en el cual ha sido posicionada por las principales páginas de reseñas y las más influyentes personalidades del ámbito, que las imprecisiones que enarbola han logrado permear dentro del colectivo de su audiencia de un modo prácticamente irreversible.

Por si fuera poco, cuando algún experto o profesional en el tema decide apuntar sus fallos y errores, las masas de consumidores, transformadas básicamente en rebaños enceguecidos, arremeten sin mayor motivación que la de defender un producto que alcanzó la fama (y más que la fama, el trending topic) en un momento determinado, careciendo de cualquier clase de basamento o conocimiento histórico, y/o científico, ya sea teórico o práctico, para rebatir el señalamiento de las insuficiencias de la serie, más allá de las fugaces y superficiales búsquedas en Wikipedia que les permite realizar el sesgo de su fanatismo. Esta situación es recurrente con cualquier temática en boga tras alguna adaptación dentro de la industria del entretenimiento, o después de la mención de algún mal llamado influencer. La ignorancia difundida por esta clase de situaciones, no obstante, cobra un alto precio, y todos los miembros de la sociedad terminan pagándolo en conjunto.

Sin mayor preámbulo y entrando directamente en materia, en uno de dos artículos publicados en Forbes relacionados a este tema, Michael Shellenberger relata sus impresiones sobre la miniserie, enfocándose en el primer episodio: 

En el primer episodio [...] el reactor nuclear explota [...] y se incendia. Los trabajadores de planta vomitan, sus rostros se enrojecen, y muchos parecen morir. Vemos a un trabajador de planta en sus veintes mantener abierta una puerta a la sala del reactor y varias partes de su cuerpo comienzan a sangrar. Rescata a un camarada con el rostro rojo, sangrante y lleno de pústulas, y parece dejarlo muerto en una sala. [...] Luego, el gerente de la planta, que estaba en negación sobre el accidente, se enferma violentamente después de conocer la verdadera escala del desastre. Mientras se marcha al hospital, vemos a un bombero que carga un cuerpo en una camilla colapsar y dejar caer el cuerpo.

El tema de los estereotipos empleados en la serie es lo suficientemente interesante como para hacer un pequeño paréntesis y abordarlo de forma breve, si bien no resulta tan relevante como el trato que se le da a la temática nuclear en sí misma. Por ejemplo, el uso recurrente de la palabra "camarada" entre los personajes es anacrónico: el columnista Leonid Bershidsky, yerno de uno de los llamados “liquidadores” (voluntarios que limpiaron escombros, material radiactivo, etc.) implicados directamente tras la tragedia, indica que en 1986 las personas no se llamaban "camaradas" los unos a los otros a menos de que fuesen miembros del Partido Comunista durante sus reuniones.

Otras costumbres anacrónicas son las amenazas de ejecuciones in situ como medida de coerción (las ejecuciones sumarias habían desaparecido ya de la Unión Soviética tras la muerte de Stalin en 1953), y otros pequeños elementos a los cuales hace referencia incluso Oleksiy Breus, ingeniero superviviente del accidente que atestiguó todo en la mañana del 26 de abril de 1986, quien indica como una de las deficiencias de la adaptación el hecho de que "Se muestran muchos estereotipos, típicos de la representación occidental de la Unión Soviética. Una gran copa, vodka, el KGB por todas partes". Aún más, el tema del vodka resulta de cierto modo gracioso puesto que, en la realidad, estos eventos sucedieron durante la campaña anti-alcohol de Gorbachev, época en la cual el alcohol difícilmente podía encontrarse siquiera en reuniones sociales o celebraciones como las bodas de manera legal; esto no significa que fuese imposible de encontrar ni mucho menos, pero su regulación lo convertía en una bebida cuyo consumo resultaba mucho menos explícito.

Frente a esta realidad, puede pensarse fácilmente que quizás la intencionalidad de los directores y productores era la de simplemente realizar una adaptación construida sobre estereotipos hollywoodenses (la fórmula del éxito "fácil"), más qque la de confeccionar un producto artístico fidedigno al trágico evento, con el respeto y la sobriedad del que realmente es meritorio (después de todo, la tergiversación es una forma de irrespeto). La típica fórmula en la cual se maneja todo lo relacionado a la Unión Soviética, “la Rusia roja”, “la madre patria”, etc., como parte de un planeta completamente diferente al que todos están habituados.

De hecho, Robert Gale, en una serie de ensayos publicados The Cancer Letter, explica que el manejo dado por el gobierno de la Unión Soviética no fue demasiado distinto a lo que cualquier otro gobierno habría hecho (o ha hecho ya) con situaciones similares; incluyendo al gobierno de los Estados Unidos:

Un énfasis del primer episodio de la miniserie era la falta de transparencia y los intentos por ocultar el accidente. Ni el escritor, ni el productor ni yo estuvimos en Chernobyl cuando el accidente ocurrió; yo llegué algunos días después. Sin embargo, cualquiera que observase el edificio del reactor destruido, la masa de equipos de extinción de incendios, y el personal entrando como un río al complejo del reactor —el humo del fuego era claramente visible desde Pripyat, a unos 4 km de distancia— no puedo imaginar a nadie intentando ocultar algo así. Sería como estar en Manhattan después de la destrucción de las Torres Gemelas y fingir que no había ningún problema. Todos los gobiernos intentan contener las malas noticias de este tipo. No soy un apologista del gobierno soviético, pero veo poca diferencia entre la reacción inicial del gobierno de EE.UU. con el accidente de Three Mile Island (TMI), la reacción inicial del gobierno de Japón con el accidente de Fukushima-Daiichi, y la respuesta soviética con Chernobyl.

Dejando eso a un lado, Shellenberger continúa exponiendo sus puntos de vista en referencia a la gran cantidad de bajas que muestra la serie en su primer episodio. "Se deja entender que docenas de trabajadores y bomberos murieron inmediatamente", explica, y es precisamente éste el momento en el cual todo comienza a caerse a pedazos desde un punto verídico y factual. Efectivamente, tanto las cifras como la fatalidad de la situación son exageradas de manera inmediata, únicamente por el valor del impacto en el espectador, sobre todo al compararlas con los recuentos oficiales proporcionados por el escritor: 

De acuerdo al reporte oficial de Naciones Unidas (p. 66), sólo dos trabajadores, no docenas, ni cientos, murieron a pocas horas de la explosión. Ninguno de los trabajadores murió por la radiación. Uno de ellos murió por los escombros de la explosión, y el otro por quemaduras térmicas del fuego. Dos semanas después, bomberos y socorristas comenzaron a morir. Las quemaduras por el fuego parecen haber jugado un papel importante en ello. Dos tercios de los socorristas de Chernobyl que murieron tenían quemaduras térmicas en adición a haber sido expuestos a niveles extremadamente altos de radiación.

Al examinar el reporte oficial de las Naciones Unidas, puede verificarse que, por muy inverosímil que parezca, la radiación influyó en un nivel mínimo en las causas de muerte. El fuego, por otra parte, resultó fatal. "En cinco casos, las heridas en la piel fueron la única causa de la muerte", concluye el reporte de la ONU (p. 624). En contraste, “seis pacientes que no sufrieron quemaduras de piel fatales" sobrevivieron. Para ilustrar de mejor manera lo descrito, Shellenberger recuenta las palabras del Dr. Geraldine Thomas, profesor de patología molecular del Imperial College London, y experto en Chernobyl: "Las víctimas de fuego térmico a menudo mueren por infección, la piel es nuestra mejor barrera contra los microbios mortales. Cuando dañas esa barrera, la entrada de los patógenos al cuerpo se facilita mucho más".

En realidad, Robert Gale también indica que "Es importante entender que en las situaciones de accidentes como Chernobyl o en las detonaciones de dispositivos nucleares improvisados, hay lesiones compuestas producidas no sólo por la radiación, sino también por el fuego, por fuerzas de percusión y por proyectiles”. Ciertamente, suele resultar sencillo de olvidar el hecho de que muchos otros factores se conjugan al momento de un accidente de esta envergadura. “Estas lesiones sincrónicas no sólo hacen que las personas sean más susceptibles al daño por radiación, sino que también pueden matar a la gente aunque consigas revertir exitosamente el daño inducido por la radiación", explica Gale.

Por su parte, Shellenberger continúa diciendo que "Sea cual sea la intención, nuestra tendencia a atribuirle el daño de Chernobyl a la radiación, más que al fuego, es típica del modo en que vemos los accidentes nucleares de modo más amplio”. Tras esto, proporciona algunos datos oficiales: “El número total de muertos en Chernobyl es pequeño comparado a otros desastres famosos. De acuerdo a las Naciones Unidas, 31 muertes son directamente atribuibles al accidente. Tres personas murieron en la escena del accidente y 28 murieron varias semanas después”. Finalmente, fuera de esos números y a modo posterior, “19 han muerto por 'varias razones', incluyendo tuberculosis, cirrosis del hígado, ataques al corazón y traumatismos". Así, explica Shellenberger, la ONU concluyó que "la asignación de la radiación como causa de muerte se ha vuelto menos clara".

Para poder apreciar de mejor manera lo descrito, puede ponerse en perspectiva el trágico accidente de Chernobyl con otros desastres similares. "El peor desastre energético, el colapso de una represa hidroeléctrica en China, mató entre 170.000 y 230.000 personas", indica Shellenberger en referencia a la falla estructural de la presa de Banqiao en 1975 provocada por el tifón Nina. "El desastre químico de Bhopal mató a 15.000", agrega, detallando lo acaecido tras la fuga al aire libre de una enorme cantidad de isocianato de metilo (descompuesto en varios gases sumamente tóxicos al entrar en contacto con la atmósfera, como fosgeno, metilamina, soda cáustica y ácido cianhídrico, también conocido como ácido prúsico o cianuro de hidrógeno) en una fábrica de plaguicidas localizada en Madhya Pradesh, India, propiedad de la compañía estadounidense Union Carbide.

Shellenberger explica que incluso otros incendios, no relacionados a industrias energéticas o químicas, han desembocado en tragedias con un mayor número de decesos: "Cuando la torre británica Grenfell se incendió en 2017, 71 personas murieron. Durante los incendios de las Torres Gemelas [...] 343 bomberos murieron".

El Dr. Gale también se vale de ejemplos similares para poner de manifiesto la verdadera escala de lo acontecido:

Producir electricidad también es peligroso, pero no sólo [a través] de la energía nuclear. Aunque las 31 muertes inmediatas relacionadas a Chernobyl son tristes, el número de víctimas mortales es notablemente pequeño, comparado con muchos accidentes relacionados con la [industria de la] energía, como el desastre de la mina de carbón de Benxihu en China en 1942, que mató a cerca de 1.500 mineros, y el accidente de la represa de Banqiao en 1975, también en China, que mató aproximadamente a 250.000 personas.

Los ejemplos como éstos son tan numerosos que Gale se extiende con algunos datos adicionales: "Cerca de 15.000 personas mueren cada año en la minería del carbón, aunque el verdadero número podría ser mucho mayor, y esta cifra no toma en cuenta la morbilidad por riesgos laborales como la neumoconiosis (la enfermedad del pulmón negro)”. Además, aproximadamente “1 millón de egipcios han quedado ciegos a causa del tracoma por la construcción de la Alta Represa de Asuán. Como referencia, se estima que cerca de 400 estadounidenses mueren en la carretera durante el fin de semana del Memorial Day". Robert Gale aclara en uno de sus ensayos subsiguientes que "Cada muerte adicional es, claro está, trágica, pero la perspectiva es necesaria. Por cada terawatt (TWt) de electricidad producida, la energía nuclear es de 10 a 100 veces más segura que el carbón o el gas". Y las estadísticas no mienten.

Por supuesto, resulta sencillo aminorar la gravedad del evento al hacer referencia únicamente a las muertes directas del mismo, pensará cualquiera de los acérrimos seguidores de la matriz de opinión enarbolada por HBO, pero ¿qué hay por decir sobre las muertes ocasionadas por el cáncer resultante de la radiación liberada? Seguramente la cifra pasada se multiplicará a un nivel estratosférico. Pues al respecto, Shellenberger apunta nuevamente a los estudios oficiales de la ONU: "Ha habido 20.000 casos documentados de cáncer de tiroides en personas menores de 18 desde el momento del accidente, y el libro blanco de la ONU más reciente, de 2017, concluye que sólo el 25%, es decir, 5.000 casos, pueden ser atribuidos a la radiación de Chernobyl (véanse los parágrafos A-C en el Resumen Ejecutivo)".

Así, incluso con el delicado tema concerniente al cáncer, puede encontrarse un gran nivel de ignorancia y desinformación. "En estudios anteriores, la ONU estimaba que podía haber hasta 16.000 casos atribuibles a la radiación de Chernobyl." continúa detallando Shellenberger. "Ya que el cáncer de tiroides tiene una tasa de mortalidad de sólo el 1%, eso implicaría que las muertes esperadas por cáncer de tiroides causadas por Chernobyl serían de 50 a 160, con la vasta mayoría de ellas ocurriendo en ancianos”. Además, inclusive desde esta perspectiva, “No hay evidencia fiable de que la radiación de Chernobyl haya causado un incremento en cualquier otra enfermedad o dolencia, incluyendo los defectos congénitos".

El Dr. Robert Gale profundiza con gran detalle en este tema:

Exponer a 100.000 personas a 100 milisierverts de radiación causará aproximadamente 2.200 cánceres adicionales y cerca de 1.100 muertes por cáncer adicionales. Mientras tanto, la tasa base de cáncer en esas 100.000 personas será de 80.000, y las muertes por cáncer, de unas 40.000.

Posteriormente, Gale se explaya en lo concerniente a estas estadísticas:

Hay varios mensajes en estos datos: Primero, sólo cerca del 2% de las personas expuestas contraerán cáncer por su exposición a la radiación. Segundo, sólo el 3% de los cánceres en esta población de personas expuestas será causada por su exposición a la radiación. Es decir, 97% de los cánceres habrían ocurrido de todas maneras sin tener nada que ver con su exposición adicional a la radiación.

Para poder comprender lo dificultoso que resulta determinar el impacto del accidente de Chernobyl en el aumento de la tasa de cáncer en la población debido a su bajísima influencia, el Dr. Gale explica:

Los desafíos obvios para nosotros para determinar si una exposición a la radiación incrementa el riesgo de cáncer en una persona son dos: Primero, cómo detectar un aumento tan pequeño en los cánceres. Por ejemplo, si el colapso de la Unión Soviética causó que la gente fumara y bebiera más (lo cual sucedió), el incremento en cáncer causado por estas exposiciones superaría en gran medida cualquier cáncer inducido por radiación, provocado por el accidente de la central nuclear de Chernobyl. Uno puede fácilmente imaginar que los liquidadores, conscientes de los riesgos potenciales asociados con sus exposiciones a la radiación, cambiarían sus hábitos de consumo de tabaco y alcohol. Tenemos evidencia contundente sobre esto.

Verdaderamente, el incremento en cualquier clase de estadística relacionada al cáncer se habría visto indefectiblemente influenciado por los aumentos desmedidos en consumo de sustancias rotundamente cancerígenas, virtualmente banalizando la incidencia de la exposición a la radiación. Robert Gale continúa:

Un segundo desafío es cómo distinguir los cánceres inducidos por la radiación de los cánceres que habrían ocurrido de todas maneras. No hay nada único en los cánceres inducidos por la radiación que pudiera ayudarnos a diferenciarlos de los casos no inducidos por la radiación. A esto se le suma la desintegración de la Unión Soviética, lo cual conduce a que los epidemiólogos deben ahora lidiar con tres países: Rusia, Ucrania y Bielorrusia, con los dos primeros en guerra, y ninguno de los cuales tiene un registro de cáncer poblacional de alta calidad como el registro de Surveillance, Epidemiology and End Results (SEER) [Vigilancia, Epidemiología y Resultados Finales] en los Estados Unidos.

Aunque Robert Gale es lo suficientemente claro con su exposición al respecto, finaliza diciendo que "la conclusión es que es difícil o imposible detectar si las exposiciones a la radiación como las del accidente de la planta nuclear de Chernobyl incrementan el cáncer, a menos que algo extraordinario suceda".

Como cereza sobre el pastel, la National Institutes of Health (Institutos de Salud Nacionales) de Estados Unidos, organización compuesta por 27 institutos y centros individuales dedicados a distintas áreas de la investigación médica y biológica, número dos en cantidad de contribuciones investigativas y publicaciones científicas dentro del campo (por detrás de la Universidad de Harvard), emitió una declaración de acuerdo a la cual "A pesar de los mejores esfuerzos de estadistas y epidemiólogos, los supuestos miles de cánceres y mutaciones inducidos por Chernobyl todavía siguen sin manifestarse".

Por su parte, Shellenberger explica este tema a mayor profundidad cuando expone lo siguiente:

Hay una tendencia humana natural de buscar a alguien o algo qué culpar cuando ocurre un desastre. Muchos padres con niños autistas culparon a las vacunas que les fueron administradas poco antes de detectar el autismo. Lo mismo sucedió entre los padres con niños nacidos con defectos congénitos después de Chernobyl, pero una revisión científica de la Universidad de Oxord no encontró “ninguna evidencia convincente de un incremento en el riesgo de defectos congénitos por exposición a la radiación en áreas contaminadas”.

Efectivamente, entidades con el nivel de relevancia académica como Oxford han declarado que las investigaciones concernientes a los incrementos en la cantidad de nacimientos de niños con defectos congénitos, además de presentar dificultades para establecer una conexión directa entre ello con alguna clase de efecto causado por la radiación, también "carecían de datos sobre factores de riesgo proclives a conducir a la confusión [de los resultados], tales como el consumo materno de alcohol y la dieta". Por si fuera poco, agrega Shellenberger, incluso Wladimir Wertelecki, el autor principal de una investigación dedicada exclusivamente a demostrar la relación entre el aumento en los defectos de nacimiento de niños y niñas de Chernobyl con la radiación emitida por el accidente, admitió que "No demostramos con este estudio que la radiación cause defectos congénitos".

De esta manera también lo especificó el Dr. Robert Gale:

No hay información convincente de un incremento en los dos [siguientes] efectos estocásticos de la radiación: anormalidades genéticas y defectos congénitos. Esto no es sorprendente, ya que no se detectaron incrementos en los supervivientes de la bomba atómica, expuestos a dosis de radiación mucho más altas que cualquiera de las poblaciones sobre las que estamos discutiendo.

Como nota al pie, es necesario aportar una pequeña explicación proporcionada por el mismo Gale en relación a los efectos estocásticos. Éste indica que, a diferencia de los efectos determinísticos, los cuales "son predecibles, dependen de las dosis y ocurren en todos quienes son expuestos a la misma dosis”, en donde “Por ejemplo, toda persona expuesta a una dosis aguda de 5 gray (5.000 millisieverts) en el cuerpo entero tendrá una marcada e inmediata disminución en los granulocitos de la sangre", con el caso de los efectos estocásticos "aunque dependen de la dosis (mientras más alta la dosis, mayor su probabilidad), no todos los que son expuestos a la misma radiación desarrollan el efecto”. Así, “Los efectos estocásticos más importantes de la exposición a la radiación son las anormalidades genéticas, los defectos congénitos y el cáncer".

Nada de lo referido implica ni garantiza de manera directa, claro está, que la radiación de Chernobyl no haya causado más daño que el que se ha registrado con el paso del tiempo y las continuas investigaciones. Pero es innegable, argumenta Shellenberger, que de ser ese el caso, lo que sí puede certificarse es el hecho de que no causó el daño suficiente como para destacar y ser detectado al contrastarse con todos los demás factores que también lo ocasionaron. Ciertamente, el Dr. Gale así lo explica: "Los efectos [de la radiación] son representados como algo horrendo, inimaginable. Esto es impreciso”, y acto seguido, lo ejemplifica de la siguiente manera: “Al realizar un trasplante de células hematopoyéticas, comúnmente exponemos a la gente a dosis de radiación mucho más altas que las que fueron recibidas por un 90% de las víctimas de Chernobyl. También lo hacen los radioterapeutas”.

Por su parte, el Dr. Geraldine Thomas compartió con Shellenberger: "Enormes cambios sociales tomaron lugar en la antigua Unión Soviética que afectaron el panorama de las enfermedades, y eso fue un factor de confusión significativo." Dicho de otro modo, tanto la ansiedad como el estrés influyeron profundamente en el contexto sanitario del momento, de tal manera que la Organización Mundial de la Salud ha establecido que los "impactos psicosociales" de Chernobyl representaron el "principal impacto en la salud pública".

Este punto es ilustrado con mayor amplitud a medida que el reporte de la Organización Mundial de la Salud ahonda en el tema: "La población afectada en Chernobyl tenía niveles de ansiedad dos veces mayores que la población no expuesta, y tenían más probabilidades de reportar múltiples síntomas físicos y mala salud subjetiva”. Esta información es corroborada por la psicóloga y antropóloga Lynn Barnett, cuya investigación sobre estudios realizados durante los últimos 20 años sobre los efectos psicológicos de Chernobyl arrojó que “los síntomas depresivos, la ansiedad, el trastorno de estrés postraumático y los síntomas físicos inexplicables fueron de dos a cuatro veces mayores en las poblaciones expuestas de Chernobyl”.

El reporte de la Organización Mundial de la Salud amplía: “Hasta cierto punto, estos síntomas fueron impulsados por la creencia de que su salud había sido afectada adversamente por el desastre, y por el hecho de que fueron diagnosticados con un 'problema de salud relacionado con Chernobyl' por los médicos". Por lo tanto, indica la OMS, los médicos locales contribuyeron al aumento del problema al alimentar los miedos y las ansiedades de la población. El Dr. James Conca también proporciona datos relacionados a los extremos alcanzados por la depresión y el estrés: “El miedo causó cerca de 50.000 muertes en los refugiados de Chernobyl por alcoholismo y depresión en las décadas subsiguientes”, y esto sin contar los numerosos y trágicos casos de suicidio.

En lo concerniente al tema sobre la ansiedad, el miedo, el estrés, y los factores que aumentan el nivel de estos tres elementos, Shellenberger menciona la influencia de la industria del entretenimiento en la construcción de un pánico global relacionado a cualquier tema de índole siquiera ligeramente similar.

Evidentemente, el pánico a la catástrofe nuclear ha sido alimentado constantemente por Hollywood y otras industrias cinematográficas internacionales a lo largo de las décadas, y esto no sólo ha servido a una agenda que pugna por el uso de los combustibles fósiles en lugar de su paulatino reemplazo por la energía nuclear limpia, tal y como afirma Shellenberger, sino que también funciona como herramienta para perpetuar el status quo establecido después de que el mundo observó lo acaecido en Hiroshima y Nagasaki. Con cada vez un mayor número de naciones exhibiendo su posesión de un arsenal nuclear, podría especularse que existe un deseo de recordar a la población mundial, mediante el miedo constantemente, la posibilidad de que ese escenario se repita; lo cual no representaría un mensaje demasiado negativo, si se pugnara con el mismo ahínco por un desarme nuclear a nivel mundial. En pocas palabras, existe un interés político en mantener vivo el terror nuclear a escala mundial, a pesar de la mínima o nula relación entre las plantas de energía nuclear y las bombas atómicas. 

"Existe un consenso científico sobre el hecho de que el miedo a la radiación de los desastres nucleares causa mucho más daño que la radiación misma" confirma Shellenberger con palabras sobre las que se ahondará un poco más dentro de este artículo. "Y eso sin considerar el rol que ha desempeñado el miedo a la hora de detener la expansión de la energía nuclear, la cual ya ha salvado cerca de dos millones de vidas a la fecha, simplemente previniendo la quema de combustibles fósiles", añade. Resulta pues, curioso cuando menos, imaginar la grave posibilidad del modo en el cual el sensacionalismo de una adaptación pudiera conducir a la ralentización del progreso tras sembrar un pánico infundado en la población general (evitando la posible formación de futuros científicos, médicos, investigadores y profesionales potenciales, o disuadiendo a los ya existentes por un miedo irreparable al tema, además de formar una masa preparada para arremeter contra esta clase de avances y desarrollos tecnológicos).

Entrando en otro apartado, la serie implica que las causas del accidente no fueron descubiertas sino tras una gran cantidad de penurias. Shellenberger expone:

La tensión central de la miniserie es el esfuerzo de los heroicos científicos para descubrir qué causó la falla del reactor de Chernobyl, pero los científicos soviéticos “eran muy conscientes de las fallas del reactor RBMK años antes del accidente”, nota el autor Adam Higginbotham, y “los especialistas en reactores llegaron de Moscú 36 horas después de la explosión y rápidamente identificaron su causa probable”.

Como puede observarse, ni la divulgación histórica ni la científica fueron una prioridad para los productores de la serie, si se toma en consideración que deliberadamente mantienen en la ignorancia a los espectadores en búsqueda de una suspensión del dramatismo y de la tensión.

Cuando HBO sí toma la decisión de agregar datos "científicos" a la adaptación, los mismos resultan tan irrisorios y absurdos que simplemente contribuyen a multiplicar exponencialmente la desinformación. "Consideremos cómo uno de los héroes científicos describe la radiación: como 'una bala'. Nos pide que nos imaginemos Chernobyl como 'tres trillones de balas en el aire, agua y comida... que no dejarán de dispararse durante 50.000 años'" informa Shellenberger.

¿Suena esto lo suficientemente absurdo? Quizás para un público desacostumbrado a la información científica esto aparente ser plausible, pero Shellenberger inmediatamente aclara: "La radiación no es como una bala. Si lo fuera todos estaríamos muertos ya que en todo momento recibimos impactos de balas de radiación”. Algo tan simple como esto parece imposible de concebir para muchos de los espectadores en su credulidad. “Y algunas de las personas que son expuestas a una mayor cantidad de balas, como los residentes de Colorado, de hecho, viven más tiempo", indica el escritor, haciendo referencia a la elevada esperanza de vida en el estado, una de las más altas en los Estados Unidos.

Robert Gale también interviene en este tema, y explica:

Todos nosotros estamos expuestos a radiaciones ionizantes durante todas nuestras vidas. Aún más, todos nosotros somos radiactivos. La dosis promedio de radiación que reciben los estadounidenses es de 6.2 milisieverts por año. Cerca de la mitad de esta dosis proviene de los médicos que solicitan estudios radiológicos, especialmente tomografías computarizadas. Si una persona vive 80 años, su dosis acumulativa de por vida será de unos 500 milisieverts, o medio sievert. Comparemos esto con la dosis promedio de los supervivientes de una bomba atómica, 200 milisieverts.

Como puede observarse, la radiación dista de asemejarse a una ametralladora que dispara sin parar hasta acabar con todo resquicio de materia orgánica. Gale también discurre en lo siguiente:

Más importante aún, comparemos estas dosis con las poblaciones expuestas a causa del accidente de la planta nuclear de Chernobyl. La dosis promedio de los liquidadores fue de 120 milisieverts, la de la población evacuada de 30 milisieverts, y la de la gente viviendo en tierras contaminadas, 10 milisieverts. Pueden ver a partir de estos datos que la mayoría de estas dosis relacionadas con Chernobyl son menores de las que la mayoría de nosotros recibimos durante nuestras vidas.

Pese a esto, la serie no se detiene aquí y continúa especulando de manera incluso más irreal, sumergiéndose de lleno en los campos de la exageración desorbitante. "Lo que comienza en el episodio uno como una bala evoluciona a lo largo de la miniserie hasta [convertirse] en un arma” advierte Shellenberger. “'El reactor número 4 de Chernobyl ahora es una bomba nuclear', dice el héroe científico, una [bomba] que explota 'hora tras hora' y 'no se detendrá... hasta que el continente entero esté muerto'". Además del melodrama innecesario, la siembra constante del miedo exacerbado es el principal recurso narrativo de la serie. Si cuando menos ésta estuviese dotada de alguna especie de fundamento científico, esta crítica sería inexistente. 

"¿Hasta que el continente entero esté muerto?", comenta Shellenberger. "El miedo suscitado es, obviamente, el de la guerra nuclear. Como tal, 'Chernobyl' utiliza el mismo truco que cualquier otra película de desastres nucleares". Tras esto, ilustra con un ejemplo: "En 'China Syndrome', de 1979, un científico hace la famosa afirmación de que un accidente en una planta nuclear 'podría convertir un área del tamaño del estado de Pennsylvania [en un sitio] permanente inhabitable". El público adoptó dicha escena como lo que realmente es: una hipérbole del libreto para causar impacto de un modo exagerado pero acorde al género del filme a fin de cuentas. ¿Por qué entonces afirmaciones todavía más exacerbadas en Chernobyl son adoptadas como hechos científicos e históricos por la audiencia? Quizás porque se ve y se piensa no sólo lo que se desea ver y pensar, sino lo que se desea que encaje con la corriente de lo que está en boga.

Esta manipulación informativa tiene un origen, expuesto por Shellenberger: "Hollywood tomó prestada la tergiversación del combustible de uranio derretido como bomba nuclear explosiva, de líderes antinucleares como Ralph Nade, quien en 1974 clamó que 'Un accidente nuclear podría borrar del mapa a Cleveland y los supervivientes envidiarían a los muertos'". Y como puede verse, dicha matriz de opinión se ha transmitido de generación en generación dentro de la industria cinematográfica.

En efecto, las manipulaciones, exageraciones y tergiversaciones de esta historia no se originan precisamente con la serie de HBO; sólo han sido resucitadas y son perpetuadas por ella. Higginbotham hace el comentario siguiente al respecto:

En la semana posterior a la explosión, el New York Post publicó una historia en donde reportaron que 15.000 personas habían sido asesinadas, y que los cuerpos habían sido enterrados como material de desecho nuclear en una fosa masiva en algún lugar de Ucrania. Historias como esa (ciencia ficción loca y exagerada), combinadas con el miedo innato de las personas a la radiación, hicieron que la gente pensara hasta este día que miles de personas fueron asesinadas en esa explosión. Todo esto fue el resultado de una tergiversación deliberada y una falta de acceso a los reportes al principio. Pero subsecuentemente, otros relatos han sido publicados, y contienen un montón de mitos e historias populares horríficas que apelan a las peores expectativas y concepciones de lo que podría pasar en un accidente como éste.

A todo esto subyace una gran verdad, y es que aunque equiparables y relacionadas a un nivel teórico en más de un aspecto, una planta de energía nuclear y una bomba nuclear son esencialmente diferentes. No obstante, parece que el entendimiento común únicamente consigue alcanzar esta noción tras grandes dificultades. "Al final, 'Chernobyl' de HBO se equivoca tanto [en materia] nuclear por la misma razón por la que la humanidad en su conjunto ha estado equivocándose con ella durante más de 60 años” reflexiona Shellenberger, “y [esa razón] es que hemos desplazado nuestros temores sobre las armas nucleares hacia las plantas de energía nuclear".

Por muy difícil que pudiera parecer, dejando a un lado el trágico accidente, y fuera de lo que pueda pensarse, "En realidad, Chernobyl demuestra por qué [la energía] nuclear es la forma más segura de generar electricidad", de acuerdo a Shellenberger. Éste se explica razonando que una de las enseñanzas del suceso es que "En los peores accidentes de energía nuclear, cantidades relativamente pequeñas de partículas escapan, afectando sólo a un puñado de personas". Además, como indica Higginbotham, "Las plantas de energía nuclear no emiten dióxido de carbono y han sido estadísticamente más seguras que todas las otras industrias energéticas competidoras, incluyendo a las turbinas de viento".

Como dato sumamente irónico, en correlación con la discrepancia entre el mensaje que promulga la serie de HBO, supuestamente cimentada en testimonios completamente verídicos, y el pensamiento de los personajes que realmente protagonizaron los eventos desplegados durante y después del accidente, Shellenberger proporciona la siguiente información: "El dato más extraordinario que descubrí mientras investigaba [sobre lo concerniente a la producción de la serie]: el joven hombre, Alexander Yuvchenko, que abrió la puerta, sangró profusamente, y de algún modo se las arregló para sobrevivir, continúa siendo pronuclear” algo definitivamente sorpresivo y revelador. Shellenberger amplía: “'Estoy bien con eso', dijo Yuvchenko a un periodista en 2004. 'Si mantienes la seguridad como tu prioridad número uno en todas las etapas de planificación y operación de una planta, todo debería estar bien'".

Avanzando en el tema, como complemento de lo mencionado y forma de profundización al respecto, Shellenberger arroja sobre el mantel una interrogante fundamental y la responde de forma inmediata:

Si el verdadero número de muertos es tan bajo, ¿por qué Chernobyl continúa despertando nuestra fascinación y temores, y recaudando decenas de millones de dólares para HBO? Parte de la respuesta [...] es porque los accidentes nucleares nos recuerdan a las bombas nucleares y nuestra vulnerabilidad a ellas. Al principio de “Chernobyl”, un trabajador de planta le pregunta a otro, “¿Es la guerra? ¿Están bombardeando?”. La conversación se repite después con otros trabajadores. El director de la planta y los burócratas del Partido Comunista se reúnen en una habitación especial diseñada “para resistir un ataque nuclear de los estadounidenses”. De esa manera, y de muchas otras, “Chernobyl” se sintió familiar. Un crítico del New York Times la calificó de “película de desastres chirriante y convencional, aunque más larga de lo habitual”

En efecto, el sensacionalismo y el alarmismo escandaloso vendidos por la serie de HBO se elevan a niveles lo suficientemente exagerados como para que críticos de trascendencia en diarios de renombre lleguen a calificarla como una película de desastres; no muy diferente a los filmes de pobre guion y muy bajo valor cinematográfico, enfocados en terremotos, inundaciones, tornados, erupciones de volcanes, heladas mundiales y caídas de meteoritos, mientras algún drama humano genérico y repetitivo se esfuerza por mantener una cohesión narrativa y apelar por la empatía de los espectadores.

Dejando ligeramente a un lado el tema de la exageración y entrando al de la rotunda invención, "La mayor y más artificial invención es la creación de un personaje ficticio, una científico bielorrusa interpretada por Emily Watson", indica el especialista del Times, el cual critica "la propensión de Chernobyl a la inflación hollywoodense- a mostrarnos cosas que no pasaron, [y a llevar] la licencia ficticia más allá de la raya, y entrar [al terreno] de la invención y el melodrama".

Desde la génesis misma del accidente, la miniserie miente para encontrar una narrativa más cinematográfica, lo cual por sí mismo no representaría un factor demasiado negativo de no ser por la desinformación masiva que consiguió sembrar entre los espectadores ignorantes del tema. De acuerdo a una breve investigación fundamentada en el INSAG-7 (reporte de seguridad que detalla el accidente de Chernobyl, redactado por el International Nuclear Safety Advisory Group (Grupo Asesor Internacional de Seguridad Nuclear) y presentado en Viena por la International Atomic Energy Agency (Agencia Internacional de Energía Atómica) en 1992, la miniserie "insinúa que se desconectaron sistemas de seguridad críticos y se infringieron reglas, cuando en realidad ciertos sistemas tuvieron que ser desconectados para llevar a cabo la prueba (lo cual no tuvo ningún efecto en el resultado)”.

Además, en la realidad “no se violó ningún procedimiento operativo relevante, como se menciona en la página 18 de INSAG-7. Esto se ata con la noción de que romper el ORM [Operational Reactivity Margin (Margen de Reactividad Operacional)] fue un enorme error” noción difundida por la miniserie, “cuando en realidad el ORM no sólo se demoró 10 minutos en ser calculado e impreso por una computadora en una habitación diferente, sino que ni siquiera era considerado como un parámetro de seguridad particularmente importante". 

"Adicionalmente, la energía requerida para la prueba era básicamente arbitraria, y cambiarla no constituía una violación", se expone en dicha investigación. En otro fragmento, se explica: "De acuerdo a Stolyarchuk [ingeniero retratado en la miniserie] no hubo discusión sobre si aumentar la energía era seguro o no; era una noche normal de trabajo como cualquier otra hasta la explosión”. Como puede notarse, los procedimiento eran prácticamente rutinarios hasta que las fallas se presentaron. “De hecho, no había ninguna regla que prohibiera operar un RBMK [Reactor de Condensador de Alta Potencia] a baja potencia, o encenderlo de golpe desde una parada".

"También existe la noción general de que el personal era consciente de que el reactor estuvo en un estado críticamente inestable todo el tiempo. Esto simplemente no es cierto, ya que no había instrumentos ni alarmas que pudieran indicarles tal cosa” lo cual tiene otras implicaciones negativas, claro está, como las concernientes a las deficiencias de diseño del reactor que condujeron al accidente. “Una vez más, de acuerdo a Stolyarchuk, todo iba aparentemente en total normalidad hasta después de que el [botón] AZ-5 fue presionado".

En cuanto al famoso botón AZ-5, el detonante final del pandemonium según HBO, la breve investigación continúa:

La miniserie básicamente hace parecer que presionarlo fuera una respuesta al aumento en los niveles de energía, cuando en realidad fue literalmente lo contrario. Como pueden ver, el AZ-5 fue presionado como procedimiento estándar, porque el reactor estaba programado para apagarse después de la prueba. El pico de energía se produjo después de que ya se había presionado el AZ-5 [como puede constatarse en la gráfica proporcionada por el INSAG-7]. De hecho, la prueba fue básicamente un éxito, y fue el apagado el que causó el desastre.

Fig. 1. Extraída del INSAG-1, muestra la línea de tiempo de los parámetros del reactor en la simulación del accidente de Chernobyl

De hecho, a pesar de las declaraciones de Craig Mazin, escritor y director de la serie, indicando su reluctancia a cruzar la raya en dirección al sensacionalismo, Shellenberger dice que "En realidad, Chernobyl cruza dicha línea a toda marcha, entra en el sensacionalismo desde el primer episodio y nunca vuelve atrás". Para sustentar esta afirmación, el investigador expone varios de los puntos erróneos, manipulados o directamente falsos presentados en la serie como información factual.

Por ejemplo, en una de las escenas más icónicas, "Tres personajes se ofrecen dramáticamente como voluntarios para sacrificar sus vidas con el fin de drenar las aguas radiactivas, pero tal evento no ocurrió", explica el escritor en Forbes. Ampliando la información, son remarcables los datos proporcionados por Higginbotham: "Los tres hombres eran miembros del personal de planta con responsabilidad sobre esa parte de la estación de energía, y estaban de turno en el momento en que comenzó la operación”, lo cual denota una situación bastante menos dramática. Así, “Ellos simplemente recibieron por teléfono las órdenes del gerente del taller del reactor para abrir las válvulas".

Por si fuera poco, de acuerdo a distintos análisis realizados por el Oak Ridge National Lab (Laboratorio Nacional Oak Ridge) y auspiciados por la Nuclear Regulatory Commission (Comisión de Regulación Nuclear) de Washington, DC y el U.S. Department of Energy Office of Scientific and Technical Information (Oficina de Información Científica y Técnica del Departamento de Energía de EE.UU.), los tanques que supuestamente serían drenados por dichos hombres ya se encontraban prácticamente vacíos, "y la interacción del combustible derretido con el agua podría incluso haber ayudado a enfriarlo", indica Jim Smith, experto en contaminación radiactiva de ecosistemas terrestres y acuáticos, miembro de la International Atomic Energy Agency y profesor de ciencia ambiental en la Universidad de Portsmouth.

Con relación a la extinción del fuego y el enfriamiento del núcleo y del combustible derretido, la serie adapta dos sucesos adicionales de manera tan errónea como los anteriores y los subsiguientes. El profesor Jim Smith los detalla así: 

Los increíblemente valientes intentos de los pilotos de helicóptero para arrojar boro, arena y plomo sobre las barras derretidas de combustible probablemente ayudaron a extinguir el fuego que ardía en el moderador de grafito, pero erraron casi en su totalidad el combustible nuclear y el núcleo derretido, el cual, después de consumir el contenedor primario, se enfrió por sí mismo.

No sólo se evidencia la manipulación de los eventos para aumentar el melodrama, sino que también puede apreciarse en este caso y el siguiente el modo en el cual el núcleo se enfrió solo (mismo caso que con el combustible), sin necesidad de las movilizaciones y esfuerzos sobrehumanos representados en la miniserie. Dicho de otro modo, el accidente no fue tan catastrófico y extremo como es descrito, e incluso considerando que siempre es admisible cierto nivel de exageración dentro de la ficción, esto no es admisible para una serie cuyo nivel de documentación y adaptación factual es asumido como de primera categoría.

Por si fuera poco, se ha afirmado en numerosas ocasiones como parte de la mitología de Chernobyl que todos esos pilotos murieron a causa de la radiación. Higginbotham ofrece luces para desmontar dicho mito y desvelar la realidad:

Hay muchas de esas [falsas] afirmaciones realizadas, porque son convenientemente horrorosas. La gente también dice que las Fuerzas Aéreas Soviéticas enviaron a todos estos helicópteros para bombardear el reactor en llamas con arena y plomo y grandes cantidades de boro, y que todos estos pilotos de helicóptero que volaron sobre el reactor ahora están muertos. Pero eso tampoco es cierto. Una de las primeras cosas que hice [al escribir Midnight in Chernobyl] fue ver si podía encontrar a algunos de esos pilotos de helicóptero, así que los encontré y los entrevisté sobre su experiencia, y las experiencias de sus amigos, y no están muertos. No me malinterpretes: cosas terribles y sorprendentes que suenan como salidas de la ciencia ficción tomaron lugar como resultado del accidente de Chernobyl, pero estas cosas que son repetidas con frecuencia no sucedieron.

El segundo suceso relacionado a la extinción y enfriamiento de los componentes y deshechos tras el accidente es el de los famosos mineros. Higginbotham detalla el caso:

Los valientes mineros que hicieron grandes esfuerzos para excavar un túnel bajo el edificio del reactor para instalar un intercambiador de calor y así remover el calor debajo del núcleo también lo hicieron en vano: el intercambiador de calor nunca fue usado ya que el núcleo se enfrió antes de ser instalado. El riesgo de que la radiactividad ingresara al nivel freático debajo del reactor (situado cerca de un lago y un sistema fluvial) era elevado, pero aun así poco probable.

Mineros que, dicho sea de paso, se desnudan por completo a causa de las altas temperaturas en la serie de HBO, otro dato impreciso de acuerdo al mismo Oleksiy Breus, ex trabajador superviviente de la tragedia ya referenciado con antelación. "Se quitaron la ropa, pero no como se muestra en la película [sic], no hasta quedarse sin nada", indicó mientras insistía que el rol de los mineros al final no fue significativo para la historia, a causa de que cuando consiguieron instalar el intercambiador térmico, ya el núcleo se había enfriado, en concordancia con lo expuesto por Higginbotham.

El profesor Jim Smith, por su parte, se sumerge en el tema de la tergiversación concerniente a los trabajadores de planta y socorristas involucrados en el accidente: “Al final de la serie, las afirmaciones sobre las consecuencias que se muestran en pantalla implican que no se realizó ningún estudio en los cientos de miles de liquidadores que limpiaron después del accidente” explica, en referencia a las notas que aparecían previas a los créditos en la miniserie. “De hecho hubo muchos estudios de este grupo, y no produjeron [resultados] conclusivos sobre la posibilidad de un incremento en el cáncer” explica el profesor. “Es probable que hayan experimentado un incremento en el riesgo de cáncer, pero éste fue muy pequeño en comparación a los muchos otros riesgos sanitarios que enfrentaron y continúan encarando, como las enfermedades cardiovasculares, el tabaquismo [...] y el alcoholismo”.

Esto genera una duda: al mentir inclusive sobre los estudios posteriores a la tragedia, ¿se deseaba empeorar la imagen de los accidentes nucleares para aumentar el drama de la serie y potencialmente atraer la atención de un mayor número de espectadores?, ¿o se deseaba ensuciar la imagen del sistema social de un sitio geopolítico específico, poniendo en tela de juicio y tergiversando los sucesos post-accidente por motivos ajenos al de un aumento en la audiencia?

El Dr. Robert Gale toca el tema de los liquidadores en su serie de ensayos: "Una [...] pregunta común [recibida mientras escribía sus ensayos] fue si hubo o habrá algún aumento extraordinario en los cánceres, especialmente entre los trabajadores de mitigación (me atrevo a decir liquidadores), tal y como fue representado en la miniserie”. Tras esto, repite la pregunta constantemente recibida: “¿Están estos hombres (y algunas mujeres) realmente condenados?". Acto seguido, Gale responde a su propia pregunta y comenta: "Obviamente no. En el peor de los casos, [habría] un aumento del 1% por encima del valor normal en el riesgo de cáncer a lo largo de la vida”, con las cifras específicas “de un 43% a un 44% en los hombres y de un 39% a un 40% en las mujeres”. Tras esto, agrega la reflexión: “Difícilmente es una sentencia de muerte, y nada comparado con otros riesgos a la salud como fumar cigarrillos y beber excesivamente, ambos comunes entre los liquidadores".

Posteriormente, el Dr. Gale hace referencia a distintos datos y estadísticas que permiten observar desde una perspectiva mucho más amplia el tema del aumento en el riesgo de cáncer en los liquidadores. Durante una conferencia en Fukushima, el Dr. Gale habló sobre "las consecuencias sanitarias de la exposición a 50 milisieverts de radiación (el límite para trabajadores de emergencia en japón)". Ya que todos los presentes reconocieron haber fumado dos o más cigarrillos al día durante años, Gale señaló "su riesgo entre 10 y 20 veces mayor [de padecer] de cáncer de pulmón, muchos otros cánceres, enfermedad pulmonar obstructiva crónica (COPD), y enfermedad cardiovascular arteriosclerótica (ASCVD)". Además, el Dr. Gale les recordó que el acto de fumar consiste por sí mismo en exponerse a cierto nivel de radiación, que toma lugar cuando "se inhala el polonio-210, el cual contamina las hojas de tabaco". 

Además de esto, Gale proporciona otros datos variados con el fin de demostrar que la mayoría de los temores hacia la radiación carecen de verdadero fundamento: "El riesgo de muerte por fumar tres cigarrillos (en total, no por día) es equivalente al riesgo de muerte por una radiografía de tórax". Del mismo modo, frente al temor de las personas por verse irradiadas al pasar a través de un dispositivo de control y detección en cualquier aeropuerto, el Dr. Gale explica:

Primero, los dispositivos de monitoreo en la mayoría de los aeropuertos de los EE.UU. utilizan escáneres de ondas milimétricas, los cuales no emiten radiaciones ionizantes. Segundo, la cantidad de radiación a la que [una] persona está expuesta cada 2 minutos por fuentes de trasfondo, como radionucleidos en pisos de granito o mármol (torio, radio, uranio) y radiaciones cósmicas, [...] es equivalente a la dosis de radiación que recibirá en 2 segundos de vuelo a 12.000 metros de altura.

De esta manera, aconseja el Dr. Gale, "Si tiene miedo de la radiación, no se preocupe por los dispositivos de detección. No vuele”. Tal como suena, básicamente la radiación forma parte de las vidas de todos y cada uno de los seres humanos; mucho más de lo imaginado. Gale continúa diciendo “Y no me hagan hablar sobre las carillas de porcelana para los dientes, las cuales también son radiactivas. Un beso prolongado con alguien que tenga de éstas tiene un riesgo equivalente a la muerte por paracaidismo". Finalmente, el Dr. Gale concluye explicando por qué se ha detenido a exponer toda esta cantidad de datos aparentemente triviales: "Estos ejemplos ilustran el miedo exagerado que la mayoría de las personas, educadas o no, tienen sobre la radiación, incluyendo los creadores de la miniserie de Chernobyl".

Por otra parte, también se abre al debate el polémico tema de la caída del helicóptero. Shellenberger aclara: "[...] La radiación del reactor derretido no contribuyó al choque de un helicóptero, como es sugerido fuertemente en 'Chernobyl'”. Tal y como lo indica, en la miniserie se menciona el peligro de que por causa de la radiación, los pilotos de la aeronave perdieran control de la misma, o muriesen directamente por la exposición. Shellenberger enclarece lo sucedido: “Hubo un choque de helicóptero pero tomó lugar seis meses después y no tuvo nada que ver con la radiación. Una de las hélices del helicóptero golpeó una cadena que colgaba de una grúa de construcción".

El evento más famoso e impactante de entre el surtido conjunto de sucesos manipulados, tergiversados o simplemente inventados, no obstante, es el del infame "Puente de la Muerte". Shellenberger aborda el tema del siguiente modo: 

“Chernobyl” representa siniestramente a un grupo de gente reunida en un puente, observando el incendio de Chernobyl. Al final de la serie, HBO clama que “ha sido reportado que ninguno sobrevivió. Ahora se le conoce como el 'Puente de la Muerte’”. Pero el “Puente de la Muerte” es una leyenda urbana sensacionalista y no existe evidencia convincente que la respalde.

Tomando esto en cuenta, ¿qué nivel de seriedad y rigurosidad factual puede otorgársele a una producción que hace voz de leyendas urbanas y mitos de internet? Shellenberger, por supuesto, no es la única fuente que desmiente esto. Higginbotham también penetra en este tema:

La gente habla sobre el “Puente de la Muerte”, sobre la idea de que un grupo de residentes de Pripyat salieron a pararse en este puente ferroviario, que se encontraba en lo alto de Lenina Prospekt, en la avenida principal de la ciudad, y observaron el reactor en llamas desde ese punto de vista. Y que, en los años subsiguientes, cada persona que estuvo en ese puente murió. No pude encontrar evidencia de eso. De hecho, hablé con un hombre que tenía siete u ocho [años] en ese momento, quien de hecho fue en bicicleta hasta el puente para observar lo que podía ver del reactor, el cual estaba a sólo tres kilómetros de distancia. Pero no está muerto. Aparentemente está perfectamente saludable.

No obstante, fuera de estos accidentes aislados y tergiversados, es el apartado médico el que sufre de una mayor vejación por parte de los productores y escritores de la serie. Así Shellenberger lo exterioriza:

Lo más atroz del sensacionalismo de “Chernobyl” es la representación de la radiación como contagiosa, como un virus. La heroína científica interpretada por Emily Watson se lleva a rastras a la esposa embarazada de un bombero de Chernobyl que muere a causa del Síndrome de Irradiación Aguda [Acute Radiation Syndrome] (ARS) [...] como si cada segundo en que la mujer estuviese con su esposo, estuviera envenenando a su bebé.

Luego, el escritor continúa: "El bebé muere. [El personaje de] Watson dice 'La radiación habría matado a la madre, pero el bebé la absorbió en su lugar'. Mazin y HBO aparentemente creen que dicho evento realmente ocurrió” lo cual es dudoso, a considerar por la aplastante cantidad de información científica de fácil acceso desmintiendo ese suceso. “HBO intenta limpiar algo del sensacionalismo con subtítulos al final de la serie. Ninguno nota que afirmar que un bebé murió por 'absorber' la radiación de su padre es pseudociencia total y absoluta", cierra Shellenberger. Este tema, por lo demás, será tratado en párrafos posteriores de la mano directa de la mismísima Lyudmilla Ignatenko, la mujer embarazada de los eventos reales, puesto que representa un importante elemento para demostrar la baja fiabilidad del material fuente empleado para adaptar el accidente a la pantalla.

"Pero la radiación no es contagiosa", continúa Shellenberger, haciendo eco de un artículo escrito por la física y ganadora del Premio Pulitzer Natalie Wolchover en LiveScience. "Una vez que alguien se ha quitado la ropa y se ha lavado, como lo hicieron los bomberos en la vida real, y en 'Chernobyl', la radiactividad se internaliza". Efectivamente, esto es confirmado por el operador nuclear Alfredo García Fernández, quien explica que las partículas radiactivas se remueven de las capas superficiales del cuerpo, y de la ropa, con baños de agua acompañados de detergente.

Con esto presente, el escritor continúa: "Es concebible que la sangre, orina o sudor de una víctima con ARS pueda resultar en cierto nivel de exposición (no infección) dañina pero no hay evidencia científica de que tal cosa ocurriese durante el tratamiento de las víctimas de Chernobyl", mientras que el doctor Robert Gale, quien estuvo, como se ha mencionado antes, presente durante los hechos, indicó que los pacientes no presentaban un nivel de radiación significativo como para amenazar ni al personal del hospital ni a los visitantes, además de opinar que "[Un] error fue presentar a las víctimas como peligrosamente radiactivas. La mayor parte de la contaminación fue superficial y relativamente fácil de controlar mediante procedimientos rutinarios”. Además, Gale proporciona un dato adicional: “Esto es enteramente diferente del accidente de Goiania, en donde las víctimas ingirieron cesio-137 y tuvimos que aislarlas de la mayoría del personal médico", haciendo eco del famoso accidente acaecido en Brasil; lugar en donde también prestó su ayuda profesional.

"¿Por qué entonces los hospitales aíslan a las víctimas de radiación tras pantallas de plástico?" pregunta de manera retórica Shellenberger, a todas luces acostumbrado a recibir esta clase de interrogantes como método de contraargumentación por parte de los defensores de HBO. A esto, contesta con fundamentación médica basada en una entrevista a Fred Mettler Jr., experto en radiación que fue Líder del Equipo de Efectos sobre la Salud del Proyecto Internacional Chernobyl y representante de Estados Unidos ante el Comité Científico de las Naciones Unidas sobre los Efectos de la Radiación Atómica durante 28 años: "Porque sus sistemas inmunológicos han sido debilitados y corren el riesgo de ser expuestos a algo que no puedan soportar. En otras palabras, la amenaza de contaminación es opuesta a lo que se retrata en 'Chernobyl'".

Pero el tema concerniente al espectro médico tergiversado por la serie no acaba allí. "Al final del programa, HBO afirma que hubo 'un aumento dramático en las tasas de cáncer a lo largo de Ucrania y Bielorrusia'", indica Shellenberger, "pero esto también es incorrecto" añade, en armonía con lo explicado en párrafos anteriores con respecto a este apartado específico, y continúa: "Los residentes de esos dos países fueron 'expuestos a dosis ligeramente superiores a los niveles naturales de radiación ambiental', de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud”. Como puede notarse, los niveles de información convergen en esto. “Si hay muertes adicionales por cáncer, serán 'alrededor del 0.6% de las muertes por cáncer esperadas en esta población debido a otras causas'", concluye el escritor.

Como cierre a este segmento de la disertación por su parte, Shellenberger agrega: "La radiación no es la toxina superpotente que "Chernobyl" describe. En el episodio uno, altas dosis de radiación hacen sangrar a los trabajadores, y en el episodio dos, una enfermera que meramente toca a un bombero ve su mano ponerse roja brillante, como si hubiese sido quemada. Ninguna de ambas cosas ocurrieron ni son posibles".

El sangrado, la descomposición, el desprendimiento de piel, todas estas características son irreales y carecen de fundamento médico. La doctora bielorrusa Alla Shapiro, quien (es necesario recordarlo) actuó como una de las socorristas médicas en pleno apogeo del accidente, explica durante un examen detenido de distintos fragmentos de la serie para Vanity Fair "en este segmento, un trabajador de la estación de energía nuclear comienza a sangrar poco después de la explosión. Esta escena no es realista”. Tras esto, la doctora se extiende con más detenimiento: “La radiación conduce al sangrado si el paciente desarrolla Síndrome de Irradiación Aguda con una insuficiencia de la médula ósea, pero esto ocurriría durante las primeras semanas, nunca en el mismo sitio".

Además, al ver las crudas escenas del cuerpo quemado de Vasili Ignatenko, el bombero irradiado (esposo de la mujer embarazada), Shapiro expresó:

No creo que sea realista tener este grado de quemaduras y de coloración y de intensidad por todo el cuerpo. Yo no trabajé en la clínica de quemaduras; sin embargo, mis colegas que trabajaron en Moscú, en el Hospital No. 6, me proporcionaron fotografías de las quemaduras de radiación, y nunca vi nada como lo representado aquí [en la serie]. Esto se ve como si alguien realmente, ya sabes, un pintor o un artista hubiera hecho esto sin ningún conocimiento ni experiencia sólidos


         Al respecto, el Dr. Kelvin Kemm realiza una simple analogía entre Chernobyl y el accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, el cual en 1972 se estrelló en la cordillera de los Andes y esto condujo a una situación extrema y desesperada en la cual los supervivientes se vieron en la necesidad de consumir los cadáveres de sus compañeros para poder sobrevivir en condiciones de vida o muerte. 

El Dr. Kemm insta a imaginar la posibilidad de que una casa productora similar a HBO decida realizar una adaptación del accidente, en donde se ofrezcan situaciones dantescas y completamente deformadas de la realidad:

Imaginen esta versión “inspirada en eventos de la vida real” en donde se muestre a los supervivientes gritando y destrozando cuerpos en pedazos con mazos y hachas. Arrancando hígados y aplastando cráneos para comer con avidez los sesos. Luego después de la cena, un superviviente toca una salvaje rapsodia percusiva en el fuselaje del avión, utilizando huesos humanos como palos de tambor. Y los demás supervivientes cantan a su ritmo. ¿Cómo piensas, seriamente, que un público de TV respondería? ¿Exhibirían simpatía y comprensión, o repulsión y disgusto? ¿Pedirían perdón por el canibalismo, o exigirían procesamiento [judicial]? La serie producida por HBO, 'Chernobyl', es un buen ejemplo de lo mencionado.

Cerrando la analogía, el Dr. Kemm continúa:

Los bomberos no eran radiactivamente contagiosos, como fue retratado por HBO. Un bombero no podría haber irradiado a su esposa embarazada en casa, como clamó HBO. Su bebé no podría haber muerto de una enfermedad hepática o cardíaca como resultado. Esas son puras tonterías de HBO. Algo igual que tocar una melodía en el fuselaje del avión en los Andes, usando huesos humanos como palos de tambor. Muy bueno para aterrar al espectador, pero muy alejado de la verdad.

En efecto, así de irrisoria, absurda e incluso grotesca se observa la seudociencia y el melodrama de la miniserie a ojos de un experto, un conocedor, o simplemente alguien que se esforzó mínimamente en documentarse mediante otras fuentes. Finalmente, Kemm se permite explayarse sobre el asunto de la radiación acribilladora de HBO, empleando a profundidad los conocimientos que maneja de primera mano:

Una dosis muy grande de radiación nuclear matará a una persona sin lugar a dudas, pero la piel no se desprenderá de la cara. De hecho, un humano puede recibir una dosis fatal de radiación en menos de una hora y ni siquiera percatarse de ello. La persona iría a casa en condiciones aparentemente perfectas, pero luego comenzaría a sentir como si hubiera comido pescado podrido en la merienda. Se producirían vómitos y aparecerías síntomas similares a los de la gripe. Esto conduciría, luego de un par de horas, a temblores en las manos y debilidad en las piernas, mala visión y un deterioro general de las funciones corporales. La muerte llegaría con bastante velocidad, en días. Pero en la realidad no se produciría ningún desprendimiento de piel en el rostro que pueda fascinar a los espectadores, ni habría sangre goteando de todas partes.

A fin de cuentas, y tomando en consideración absolutamente todos los puntos tocados hasta el momento, Shellenberger reflexiona: "'Chernobyl' es igual de engañosa por lo que deja por fuera. Da la impresión de que todos los socorristas […] que sufrieron de Síndrome de Irradiación Aguda (ARS) murieron. En realidad, el 80 por ciento de los que tenían ARS sobrevivieron". Efectivamente, la serie también peca por esa desagradable táctica de mentir por omisión. Después de todo, conviene aclarar lo mínimo posible para permitir que los terrores de la imaginación tengan rienda suelta y la credulidad de los espectadores, acompañada por su ignorancia, extienda su matriz de opinión amarillista como el virus con el que pretenden comparar falsamente a la radiación.

Y es que precisamente, uno de los más irrisorios factores del fenómeno catalizado por Chernobyl es el de que, lejos de asumir su deficiente apego a la realidad como un defecto de la obra, los seguidores de la misma lo enarbolan como un estandarte en su defensa. Esto conlleva al segundo punto importante del presente ensayo: la falacia de apelación a la ficción.

Escudándose en el hecho de que la serie está basada en el libro Чернобыльская молитва (Chernobylskaya Molitva, Plegarias de Chernobyl), publicado en EE.UU como Voices from Chernobyl: The Oral History of a Nuclear Disaster, de la escritora y premio Nobel bielorrusa Svetlana Alexandrovna Alexievich, la gran mayoría de detractores sobre la noción de la farsa implementada por HBO en su adaptación, argumentan que el mero hecho de que dicha adaptación se fundamenta en lo escrito por Alexievich y esto a su vez Está constituido por testimonios de individuos que experimentaron en carne propia el accidente, basta y sobra para anular cualquier clase de reportaje internacional o investigación científica que contradigan la narrativa de la miniserie.

En primer lugar, parece difícil de comprender para estas masas consumidoras de la industria del entretenimiento mainstream que, independientemente del material fuente en el cual se cimiente la adaptación, toda obra cinematográfica, salvo de que se trate de un documental, es un trabajo total y taxativamente ficticio. En segundo lugar, incluso el trabajo de reportaje realizado por Alexievich está poblado de errores históricos, incongruencias testimoniales e imprecisiones científicas. Esto se debe a que está estructurado sobre toda una serie de entrevistas y memorias que a fin de cuentas están sujetas a la subjetividad personal y a los recuerdos postraumáticos de una época llena de miedo y desesperación, como pudo precisarse con fundamentación de psicólogos profesionales en párrafos anteriores.

Estudios han demostrado que, en efecto, "las personas que tienen antecedentes de trauma, depresión o estrés pueden tener más probabilidades de producir recuerdos falsos" (en un artículo reseñado médicamente por el Dr. Timothy J. Legg), principalmente debido a que "los recuerdos de malos eventos son dolorosos de pensar por su propia naturaleza, y los acontecimientos traumáticos a menudo pueden parecer peores de lo que realmente fueron cuando los revives", y como se podrá observar más adelante, tal es el caso con algunos (si no la totalidad) de los testigos entrevistados por Alexievich.

Un enorme número de testimonios del libro han sido desmentidos de manera directa con el paso del tiempo, ya sea por estudios académicos o por confesión de los propios entrevistados, y se ha demostrado que simple y sencillamente resultaron ser equívocos a modo posteriori de la publicación de Alexievich. En ninguna medida debería, por lo tanto, un compendio de información subjetiva como la de Voices from Chernobyl, desmantelar el trabajo de verdaderos científicos y expertos de organizaciones de talla internacional como la ONU, la OMS y universidades como Oxford durante décadas de investigación, y mucho menos ser usada como piedra angular en los contraargumentos que pretenden rebatir los resultados arrojados por esos trabajos de investigación, tal como intenta reiteradamente la fanaticada de la sensacionalista serie producida por HBO.

Por ejemplo, de acuerdo a un artículo escrito por el Dr. James Conca en donde cita al Dr. Robert Gale,

Múltiples estudios han demostrado que no hubo embarazos afectados por la radiación de Chernobyl, aunque muchos abortos innecesarios fueron realizados a causa del miedo infundado. El Dr. Robert Gale [...] [indicó]: “Estimamos que los consejos incorrectos de los médicos concernientes a la relación entre la exposición materna a la radiación de Chernobyl y los defectos congénitos resultaron en más de un millón de abortos innecesarios en la Unión Soviética y Europa”. Muchos de los mismos médicos bien intencionados pero mal informados que Alexievich entrevistó para su libro.

Puede notarse cómo inclusive los profesionales de la época que fueron entrevistados por Alexievich resultaron hallarse errados en sus consideraciones médicas. Esta clase de nubosidades informativas condujeron en su época a una gran cantidad de abortos. ¿Cuáles consecuencias pueden acarrear en épocas modernas mediante la resurrección y difusión de tales falsedades por la miniserie de HBO? El Dr. Gale finaliza este punto con un pensamiento acertado como ninguno otro: "La ignorancia es peligrosa".

No obstante, y continuando con la línea de Voices of Chernobyl, de lejos el caso más famoso (y tergiversado tanto por la serie como por el libro de Alexievich) de todos es el de Lyudmilla Ignatenko, la esposa embarazada del bombero que sobrevivió a la exposición de su marido contaminado gracias a que el feto "absorbió" la radiación; todo esto de acuerdo a HBO, claro está, y a las declaraciones de ella misma, las cuales rezaban textualmente: "[La bebé] recibió todo el impacto radiactivo [...] Ella fue como un pararrayos [para la radiación]" (palabras que han resultado absurdas e incluso trágicamente irrisorias para los expertos a lo largo de los años, algunos de ellos tachándolas incluso de rayar en la ciencia ficción).

Un dato relevante como pocos es el de que la propia Ignatenko reconoció haber hecho dichas declaraciones durante la entrevista con Alexievich bajo un estado de absoluta ignorancia respecto al tema de la radiación (más sobre esto en párrafos posteriores). Fuera de esto, es importante dar un vistazo a la ciencia detrás de la imposibilidad de lo retratado en la serie al respecto, de manos del experto Robert Gale.

Gale aborda el tema de la siguiente manera: "La pregunta más común que recibí fue sobre la esposa embarazada de un bombero, quien supuestamente perdió a su bebé por la radiación que recibió mientras cuidaba a su esposo herido y supuestamente altamente radiactivo”. Tras esto, agrega “Antes describí cómo esto es imposible por muchas razones", y acto seguido, el Dr. Gale recuenta: "Primero, ninguno de los bomberos era peligrosamente radiactivo. Obviamente, nunca deberíamos exponer a una mujer embarazada, ni a nadie, ni siquiera una dosis de radiación baja, a menos de que haya un beneficio percibido”, a lo cual, Gale explica: “Utilizamos ultrasonidos en lugar de radiografías abdominales en mujeres embarazadas, a menos que sea absolutamente necesario". Hecha esta aclaración, el Dr. Gale continúa:

Sin embargo, el cuerpo de una mujer embarazada es un escudo razonablemente efectivo contra radiaciones externas en bajas dosis dirigidas al feto, especialmente radiaciones de partículas alfa (detenidas por un pedazo de papel) y electrones, como se retrata en las escenas de la miniserie de Chernobyl. También discutí sobre la rareza de los defectos de nacimiento en niños de mujeres embarazadas expuestas a las bombas atómicas: estas anormalidades estaban limitadas a discapacidad cognitiva, y ocurrieron sólo en niños expuestos a la radiación durante el segundo trimestre.

A medida que el Dr. Gale continúa extendiéndose en el tema, una mayor cantidad de invenciones disparatadas por parte de HBO son expuestas:

En la miniserie, a la mujer se le informa de que su bebé recibió 25 roetgens. ¿Qué significa exactamente esto? ¿y tiene sentido? Un roetgen (un término anticuado) es una medida de radiación en el aire (la carga eléctrica liberada por la radiación en un volumen específico de aire dividido por la masa de ese aire). Obviamente, es la dosis absorbida en un tejido u órgano la que determina la cantidad de daño causada por la radiación; una dosis es medida en gray (la dosis absorbida) o sievert (dosis equivalente ajustada al tipo de radiación), no la dosis en el aire. Si nos atenemos a la miniserie, podemos calcular de forma muy poco precisa que 25 roetgens son aproximadamente 250 milisieverts.

En esta ocasión se pone de manifiesto una situación que se reitera constantemente y en párrafos posteriores se evidenciará de manera mucho más explícita: los productores de la serie simplemente asignaron términos científicos de manera imprecisa (en ocasiones rayando la aleatoriedad) por el mero hecho de que "parecían" ajustarse a tal o cual situación, sin ninguna clase de asesoramiento con expertos o profesionales (o peor aún, omitiendo deliberadamente cualquier clase de asesoramiento). En este caso no cuesta imaginar la decantación hacia el término “roetgen” sobre el uso de las unidades de medida verdaderamente pertinentes por el mero hecho de que el primero tiene un sonido mucho más "radiactivo" y "peligroso"; es fácil alcanzar esta conclusión ya que posteriormente podrá constatarse que es la razón subyacente por la cual se tomó otra clase de decisiones creativas igual de erradas (o peor quizás).

Volviendo al tema, Robert Gale indica que "Si el feto recibió esta dosis, la dosis recibida por la madre tendría que haber sido sustancialmente más alta, más que la de un superviviente promedio de la bomba atómica. Esto es, claro está, algo entre sumamente improbable e imposible”. Irónicamente, gran parte de lo retratado por la serie circunda ambas fronteras. El Dr. Gale sigue: “Más importante, en el útero la exposición a la radiación no causa fibrosis hepática ni defectos congénitos cardíacos en animales ni humanos". Luego, el Gale indica la importancia de aclarar este tipo de acontecimientos (y los peligros de mentir sobre ellos):

¿Por qué enfocarnos en este asunto? Porque una mujer embarazada podría preguntarles a los lectores sobre los riesgos de la radiación hacia un feto durante el evento de un ataque terrorista nuclear o un accidente de radiación. Ellos necesitan proporcionar consejos basados en información científica, no en un libro (aunque sea de un premio Nobel) ni en una miniserie de TV.

Finalmente, el Dr. Robert Gale concluye en este particular expresando: "Lamento mucho que el bebé de esta mujer tuviera estas anormalidades de nacimiento y muriera, pero es extraordinariamente improbable que estos problemas tuvieran algo que ver con la exposición a la radiación”. Luego, insta a lo siguiente: “Los lectores deberían recordar que cerca del 3% de los nacimientos normales en los EE.UU. están asociados con defectos congénitos o de nacimiento de acuerdo a los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU.", y posteriormente, haciendo referencia a las causas de muerte de la bebé (defectos cardíacos congénitos y cirrosis del hígado), añade

Las cardiopatías congénitas ocurren en aproximadamente el 1% de los nacimientos normales en los EE.UU., resultando en cerca de un 20% de muertes infantiles. Debido a que el hígado recibe cerca del 25% del desgaste cardíaco, los defectos cardíacos congénitos a veces son asociados con anomalías hepáticas causadas, por ejemplo, por la hipertensión portal

La Dra. Alla Shapiro también emite sus impresiones respecto a la situación de Ignatenko y su bebé fallecido tras detallar una escena en la cual Ulana Khomyuk, el personaje enteramente ficticio ya mencionado antes, expresa "Dijeron que la radiación habría matado a la madre pero en su lugar la bebé la absorbió. Vivimos en un país en donde los niños tienen que morir para salvar a sus madres. Alguien tiene que comenzar a decir la verdad". Al respecto, Shapiro dice:

Es una ficción médica que un feto pueda absorber radiación. No hay ciencia que lo respalde. No es una opinión. No hay ciencia que respalde algo tan impreciso como que un feto absorba la radiación y muera protegiendo a su madre. Pero, ¿sabes?, los espectadores que vieron este fragmento se lo creyeron. Mis colegas me llamaron preguntándome si esto era cierto, porque era tan... no era convincente, pero estaba ahí, era emocional y dramático, y eso fue lo que la gente sintió. Para mí fue irónico que la siguiente declaración que salió [de la boca] de Ulana fue “necesitamos decir la verdad”.

Efectivamente, la miniserie se encuentra minada de doble moral bajo las distintas capas de tergiversación. ¿A qué obedecen las palabras de Ulana sobre "un país en donde los niños tienen que morir para salvar a sus madres"? ¿A la entrega de un mensaje médico, a una disertación científica, o a una agenda política? Los caníbales continúan tocando el fuselaje del avión con huesos humanos, y el odio de la opinión pública se vierte sobre los recipientes que dicta HBO.

Ahora bien, ahondando de manera apropiada en el tema de Lyudmilla Ignatenko y sus declaraciones durante la entrevista con Alexandrovna Alexievich, la propia sobreviviente ha indicado durante entrevistas recientes que sus conocimientos sobre la radiación eran, esto se mencionó en párrafos previos, prácticamente nulos en el momento de su testimonio con Alexievich, y que desconocía que el riesgo de su feto a dicha exposición era infinitesimal.

Una vez más, ¿puede asumirse que "Voces de Chernobyl" es un registro infalible? ¿un reporte repleto de información factual, verídica y constatada? ¿la Sagrada Biblia del accidente de 1986? ¿Hasta qué punto se asume de esa manera únicamente por el galardón recibido por la autora? ¿puede ser su obra es un ad verecundiam encarnado? ¿Enarbola la verdad absoluta un conglomerado de testimonios de supervivientes de un evento traumático, aun cuando algunos de ellos (incluyendo al caso más famoso y renombrado) han admitido estar equivocados y, por lo demás, se ha comprobado la imprecisión en los testimonios de muchos otros? ¿En qué momento han comenzado a tomar mayor validez las series de televisión, las novelas y las matrices de opinión frente a las investigaciones científicas y los reportes de organismos internacionales?

Por si fuera poco, Lyudmilla Ignatenko realizó unas declaraciones alarmantes durante una entrevista con BBC. En ella, la superviviente confiesa no sólo haber recibido una gran cantidad de críticas y de acoso tras el estreno de la serie, sino que también revela que nunca dio su permiso a HBO ni a Sky Atlantic (network de Reino Unido) para contar su historia ni para adaptar un personaje en representación de su vida durante el accidente.

Ignatenko reconoce haber recibido una única llamada después de que las grabaciones habían sido completadas, en donde se le ofreció una cantidad de 3.000 dólares americanos como forma de compensación (una cifra extraordinariamente generosa proviniendo de una compañía que invirtió un presupuesto de 40 millones de dólares para la producción de la serie, la cual fue parte de un trato de 250 millones de dólares entre HBO y Sky Line); oferta que ella rechazó al asumir que se trataba de una estafa telefónica. Práctica muy honesta y transparente proviniendo de un equipo de producción que se jacta de la creación de una miniserie que encarna una punta de lanza contra las mentiras y las manipulaciones. 

Por supuesto, la incomodidad de Ignatenko es completamente injustificada; únicamente utilizaron la tragedia de la muerte de su bebé para alimentar el melodrama sensacionalista y los temores infundados contra la energía nuclear y la Unión Soviética a la par en que consiguieron convertirla en el centro del ojo público y todo el acoso que ello conllevaba durante una temporada. Y es que poco importa si para conseguir aumentar las ventas y visualizaciones se manipulan los sentimientos del público empleado de manera descarada falsedades involucrando bebés o niños.

Por ejemplo, el Dr. James Conca explica que "Otra escena absurda de la miniserie toma lugar en el hospital local que parece mostrar niños sufriendo de Síndrome de Irradiación Aguda [ARS]”. Cruel, sí, y emocionalmente manipulador. Nada que frenase a HBO. “Eso no sucedió. Los únicos casos de ARS fueron entre los bomberos y los trabajadores, ninguno en el público, ni siquiera en la población local de Pripyat. Y ciertamente menos en algún niño". De acuerdo a la Dra. Alla Shapiro, sí se produjeron casos de úlceras estomacales en niños por sobredosis de yoduro de potasio proporcionado por el gobierno y comprado en las farmacias, cuyo fin era el de absorber la radiación y evitar el cáncer de tiroides.

El Dr. Conca luego amplía con mayor detenimiento la información referente al Síndrome de Irradiación Aguda:

Se necesitan más de 1.000 milisieverts (mSv) para obtener ARS, y eso depende de la tasa de la dosis (todo de golpe o después del paso del tiempo), y del tipo de radionucleido. La dosis promedio para las personas de Pripyat fue de sólo 30 milisieverts, equivalente a tres tomografías computarizadas de cuerpo completo, una cantidad que nunca se ha visto que cause efectos de ningún tipo en la salud. Fuera de esta población local, las dosis nunca excedieron los 10 mSv (sólo un rem) por año, una cantidad de radiación ambiental común en muchos sitios del mundo en donde cientos de millones de personas han vivido durante siglos sin ningún daño mensurable.

Esta situación es grave pues resulta muy distinto realizar declaraciones desde la desinformación y el dolor de la pérdida, como hizo Lyudmilla, que exponer información falsa de forma completamente deliberada, décadas después del accidente. HBO, claro está, niega la veracidad de las palabras de la mujer, indicando que "tuvieron intercambios con Lyudmilla antes, durante y después del rodaje, dándole la oportunidad de participar y proporcionar retroalimentación, y en ningún momento ella expresó el deseo de que su historia no fuera incluida". Esto no puede menos que engendrar una interesante interrogante: ¿En qué momento el testimonio de Lyudmilla Ignatenko es fidedigno (como en el caso de Voces de Chernobyl), y cuándo deja de serlo para convertirse en una mentira que debe ser desmentida (como en la mencionada entrevista)? Posiblemente esto varíe de acuerdo a los intereses detrás de las acciones de la compañía. No deja de resultar, cuando menos, hilarante.

Escandalosamente hilarantes son, a su vez, las declaraciones de Mazin de forma previa al estreno de la serie. Durante su investigación en etapas preliminares de la producción, Mazin descubrió que "hay algunos hechos que no son consistentes los unos con los otros" (una prueba más de que los testimonios en el trabajo de Alexievich se contradicen), y agregó: "Prefiero la versión menos dramática de las cosas. No queremos cruzar la línea hacia lo sensacional". Efectivamente, se trata de las declaraciones de alguien que se encuentra a punto de hacer todo lo absolutamente opuesto. Estas contradicciones no son aisladas, y el mismo Mazin confesó en un "preguntas y respuestas" de la página Reddit (después de que alguien lo señalara, claro está) el modo en que se tomó la decisión de materializar una de las muchas imprecisiones de la serie. El asunto en sí se explica a continuación.

En la serie se comenta el peligro de una tercera explosión, "debido al riesgo de que el corio se derritiera hasta llegar a los depósitos de agua debajo del edificio del reactor". Se menciona que esta explosión estaría en el rango de 2 a 4 megatones y no sólo destruiría la ciudad de Kiev, sino que haría que una gran área de Europa fuera inhabitable. Esto, tal y como mencionan expertos en artículos publicados por The Conversation y Business Insider, "habría sido físicamente imposible bajo las circunstancias, ya que los reactores que explotan no funcionan como bombas termonucleares".

Esta ilógica y errónea especulación fue realizada por el físico nuclear bielorruso Vassili Netorenko (quien la estimó en un rango de 3 a 5 megatones), y Craig Mazin reconoció que esta declaración fue empleada como fundamento para la afirmación del peligro de tal accidente en la serie, a pesar de que los físicos contratados por la producción de la misma fueron incapaces de confirmar la posibilidad de un evento similar. La veracidad de esta confesión puede constatarse en las palabras textuales de Mazin al responder en el ya mencionado subforo de Reddit a la incredulidad del espectador que trajo a colación el tema:

Esta es una [de las cosas] en donde estaba un poco preocupado. Tomé la cifra del testimonio de un antiguo físico soviético llamado Netorenko, y de hecho reduje un poco su estimación para pecar de cauteloso. Intenté hacer que un físico lo resolviera por mí, pero lo que me dijo fue básicamente, “No hay suficiente información para realizar un cálculo fiable”. Así que me quedé con ese número como la mejor información que tenía.

Tal fue la confesión de Mazin al respecto, reconociendo que tomó la decisión voluntaria de contraponerse al consejo profesional de un físico, decantándose por dejarse llevar por la especulación para ajustarse a los fines sensacionalistas de la serie. Esto no sólo demuestra que los productores de HBO decidieron de manera deliberada lo que sería y lo que no sería representado aun cuando esto contraviniese a los expertos en el área y la realidad de los hechos históricos, sino que también constata una vez más el hecho de que no todos los testimonios de los individuos de la época del accidente (como con toda obviedad resulta ser el caso de Netorenko) son verídicos; esto no puede señalarse lo suficiente, puesto que se trata del principal fundamente con el que se escudan tantos los productores como los espectadores al verse cuestionados con información verdaderamente factual. 

"En realidad, era la radiación resultante, más que la explosión, lo que habría sido desastroso, así que eso fue en lo que me concentré durante esa escena. Esa parte está bien establecida y documentada como una preocupación grave” continúa Mazin. “Si tuviera que hacerlo de nuevo, probablemente definiría la explosión de manera diferente. En mi esfuerzo por ser preciso, utilicé un número en lugar de un término vago como ‘grande’. Si el número es incorrecto, es responsabilidad mía y asumiré la culpa". El problema, claro está (y parece que Mazin quiere negarse a reconocerlo), subyace no en la precisión o imprecisión del número, sino en el uso de una medida de liberación de energía pertinente únicamente al caso de bombas termonucleares y no de plantas de energía nuclear. Independientemente de la cifra, el engaño ya ha sido plantado.

Como ha sido antes mencionado, el rechazo enceguecido e ignorante hacia aquellos que hacen voz de los verdaderos datos correspondientes al accidente de Chernobyl (avalados por las investigaciones científicas de las entidades internacionales referenciadas reiteradamente a lo largo del presente artículo) no se hizo esperar, y dicho comportamiento continúa repitiéndose aún hoy en día. Por ejemplo, Shellenberger cuenta que

Después de tuitear algunos números comparando el número de muertos de Chernobyl (aproximadamente 200 en total) con formas más banales de morir, como caminando (270.000 al año), conduciendo (1.350.000 al año), y trabajando (2.300.000 al año), carias personas que clamaban ser de la región me acusaron de ser insensible ante las verdaderas dificultades que la gente sufrió como resultado de la evacuación.

"Pero la verdadera insensibilidad consiste en exagerar o conducir al público a la exageración del número de muertes de Chernobyl y de la potencia de la radiación”, continúa Shellenberger, “tomando en cuenta que hacerlo conduce a ataques de pánico como el acaecido en Fukushima, Japón, en 2011, que terminó matando a unas 2.000 personas”, información en consonancia con los datos proporcionados por otras fuentes respecto al daño provocado por los efectos psicológicos durante estos accidentes. “Mientras cierta cantidad de evacuación temporal podría haber estado justificada, simplemente nunca hubo razón alguna para un desplazamiento tan grande y de tan largo plazo".

Para ilustrar este punto, Shellenberger cita al profesor Philip Thomas, experto en gestión de riesgos y director de un proyecto investigativo sobre accidentes nucleares, quien declaró al respecto: "En retrospectiva, podemos decir que la evacuación fue un error. Nosotros hubiéramos recomendado que no se evacuase a nadie". Este es el verdadero peligro de la desinformación auspiciada por esta clase de adaptaciones amarillistas: la muerte a la que conduce el pánico en masa infundado.

Gale también explica la importancia del análisis detenido y el estudio detallado de esta clase de situaciones previo a una toma de medidas de emergencia, por sobre los actos impulsados por el pánico en masa:

Cuando hay un accidente que expone al público a la radiación, los expertos deben evaluar la decisión de evacuar a la gente o refugiarlos en el lugar donde están (permanecer en el interior, cerrar, las ventanas, etc.). Existe un trueque entre estas estrategias. La evacuación puede exponer a las personas a una nube radiactiva con poca o ninguna protección. Tomar refugio en el sitio de estadía provee protección (mejor en un edificio de concreto, menor en una casa de madera), pero esta estrategia podría ser inadecuada si los niveles ambientales de radiación se mantienen altos durante un intervalo prolongado.

Posteriormente, el doctor Gale ofrece cifras puntuales de lo mencionado mientras toma como referencia datos que proporcionó con antelación, al exponer las estadísticas concernientes a la tasa de incidencia de cáncer en una determinada cantidad de población expuesta a 100 milisieverts de radiación: "En resumen, exponer a 100.000 personas a 100 milisieverts de radiación (10.000 radiografías de tórax) causará 1.100 muertes por cáncer adicionales, mientras que evacuarlos resultará en 5.000 muertes adicionales por interrupción [de cuidados médicos]. No es un buen intercambio."

Continuando con el tema, Adam Higginbotham también indica que el mayor perjuicio resultante de toda la tergiversación termina ejerciéndose sobre los sobrevivientes y las verdaderas víctimas del accidente: "[Hay] una acumulación de muchas pequeñas cosas que son constantemente repetidas, que crea una versión mitológica del accidente de Chernobyl” inicia, para luego concretar: “Lo cual de alguna manera no le hace ningún favor a todas las personas que hicieron cosas increíbles, y cuyas vidas fueron cambiadas, y algunos de cuyas vidas fueron destruidas por lo que pasó, cuyas historias se han perdido como resultado de eso".

Seguido a lo previo, se entra a un nuevo apartado, producto derivado de la manipulación de HBO. Shellenberger, en sus artículos, demuestra cómo la serie ha conseguido instilar en los espectadores un terror que raya incluso con la fobia o con un pánico más genuino que figurativo, al citar a varios comentaristas y televidentes que exteriorizaron sus opiniones a través de diversos medios: "Es claro que incluso espectadores altamente educados e informados, incluyendo a periodistas, confundieron gran parte de la ficción de 'Chernobyl' con hechos".

El gran problema surge precisamente cuando el espectador promedio confunde la ficción con la realidad, y posteriormente pretende emplear información fundamentada en una miniserie para cimentar sus opiniones y argumentos sobre un tema tan relevante y delicado como el del accidente de Chernobyl y la energía nuclear; este error parece radicar en la incapacidad de los fanáticos de la miniserie y los espectadores de opinión voluble para comprender que dicha práctica recae fundamentalmente en una falacia argumentativa conocida como la falacia de la apelación a la ficción.

Tal y como explican el escritor Eliezer Yudkowsky y otros, la falacia de apelación a la ficción, también conocida como generalización a partir de evidencia ficticia, ocurre cuando un individuo realiza una afirmación sobre la realidad basado en evidencia extraída de un trabajo de ficción, lo cual invalida de manera automática cualquier fundamentación argumentativa posible. Esto parte de la simple premisa de que la ficción no es la realidad (aun cuando pueda estar basada en ella).

La ficción está conducida por el deseo y la necesidad de cautivar a una audiencia determinada en lugar de reflejar la realidad con precisión absoluta. Además, los trabajos de ficción presentan inclinaciones sistemáticas (reiteradas entre uno y otro, repetitivas dentro de una misma obra, predecibles y categorizables) en su distorsión de la realidad (la dicotomía moral presente en la miniserie de HBO es un buen ejemplo de ello; toda historia debe tener un “héroe” y un “villano”, aunque para materializarlos sea necesario trastocar y retorcer los hechos históricos en los que se basa la adaptación). Por lo tanto, emplear la ficción como fuente argumentativa también amenaza con sesgar las creencias y opiniones de manera similarmente sistemática.

En ocasiones, la falacia de apelación a la ficción es utilizada como táctica para conseguir credibilidad cuando no es posible encontrar fundamentación en la realidad. Esta estrategia fue empleada por el juez de la Corte Suprema de Estados Unidos, Antonin Scalia, para justificar el uso de tortura en sospechosos de terrorismo, al citar la serie de televisión "24" como un antecedente relevante para la jurisprudencia constitucional. "Jack Bauer [protagonista de la serie, interpretado por Kiefer Sutherland] salvó Los Ángeles... Salvó cientos de miles de vidas". Un ejemplo de esa índole en un contexto que amerita total seriedad mueve, cuando menos, a risa.

Luego, haciendo referencia a la segunda temporada de la serie, en donde las tácticas de interrogación del agente ficticio salvaron a California de un ataque terrorista, el juez añadió, dirigiéndose a los otros jueces: "¿Van a condenar a Jack Bauer? ¿Dirán que la ley penal está en su contra? ¿[Le dirán] 'Tiene derecho a un juicio con jurado? ¿Algún jurado va a condenar a Jack Bauer?”, y no contento con esto, respondió a su propia retórica con un “No lo creo. Así que la pregunta es si realmente creemos en estos absolutos. Y si deberíamos creer en estos absolutos". Absolutos extraídos, cómo no, de la ficción.

La falacia de apelación a la ficción ha sido empleada también durante tiempos de la pandemia y el COVID-19, con toda una multitud de activistas en redes sociales aferrándose a la película "I Am A Legend" (Soy Leyenda) y los mutantes asesinos que sirven como antagonistas en ella como prueba fehaciente de que las vacunas son peligrosas para la salud.

En el caso de “Chernobyl”, el público general se escuda en el hecho de que se trata de la adaptación de un hecho histórico, basada además en un libro de testimonios surgidos de distintas entrevistas a personas que vivenciaron lo ocurrido. Dejando a un lado el hecho de que un gran número de dichos testimonios fueron sesgados por la ignorancia y el trauma de la situación, reconocido por los mismos protagonistas de los eventos y/o desmentidos por científicos e investigadores profesionales, puede observarse que han sucedido ya situaciones sumamente similares con trabajos de ficción diferentes. ¿Qué sentirían los férreos defensores de la tergiversación de HBO al enterarse de que sus razonamientos y argumentaciones se encuentran al mismo nivel lógico que el de otras opiniones basadas, por ejemplo, en una simple película de zombis? (la cual no hace un gran trabajo en adaptar su material base, dicho sea de paso).

Un excelente ejemplo de lo anterior se evidencia en la película "Once A Time Upon In Hollywood" (Había Una Vez en Hollywood), de Quentin Tarantino. En dicha obra de ficción, se retrata al actor y artista marcial Lee Jun-Fan, mejor conocido como Bruce Lee, de una manera desfavorable (básicamente es interpretado como un arrogante fraudulento), y se siembra la noción de que el actor se jactaba constantemente de sus grandes capacidades, golpeaba sin contenerse a los dobles y extras que participaban en sus películas, y que hacía que los despidieran bajo cualquier berrinche. Al recibir el rechazo de la opinión pública, el director se defendió esgrimiendo el argumento de que dicha representación fue basada en la biografía "Bruce Lee: A Life" (Bruce Lee: Una Vida) escrita por Matthew Polly en 2018, y expresando que Bruce Lee "no tenía nada más que irrespeto hacia los dobles estadounidenses, y siempre los estaba golpeando. [...] Llegaba al punto en que [decían], no, me niego a trabajar con él".

Pronto este argumento fue enarbolado por los fanáticos de la película y del director, así como los detractores del artista marcial, quienes alegaban, al igual que en el caso de Chernobyl de HBO, que la precisión de la escena era irrebatible a causa de que había sido basada en un libro; una biografía, para ser más específicos.

La sorpresa para esta facción no demoraría en llegar cuando el propio Matthew Polly, autor del libro, se manifestó indicando que la escena de la película había sido imprecisa de muchas maneras, y que en su biografía no había escrito en ningún lugar algo como que el actor "no tenía nada más que irrespeto hacia los dobles estadounidenses" (si bien describió ciertos percances de índole completamente distinta). Todo lo contrario; "Bruce era muy reconocido por ser muy considerado con la gente por debajo de él en los sets de grabación, particularmente con los dobles” reconoce el mismo Polly. “A menudo le gustaba comprarles comida, o después de haberse hecho famoso, llevarlos a comer, o darles un poco de dinero extra, o cuidar de sus carreras" recuenta el autor. "Así que, en esta escena, Bruce Lee está esencialmente gritándole a un doble y haciendo que lo despidan porque él es la gran estrella. Y eso simplemente no es lo que era Bruce Lee como persona".

Este caso alcanzó gran exposición cuando se solicitó la opinión del actor y artista marcial Michael Jai White al respecto. Durante la entrevista, el actor tuvo la osadía (nótese el sarcasmo) de solicitar fuentes escritas que corroboraran dichas afirmaciones sobre Bruce Lee (específicamente relacionadas a una sección de la película en donde el artista marcial se jacta de su capacidad para dejar lisiado a Muhammad Ali; segmento desmentido también por Matthew Polly). Dicho de otro modo, de haberse buscado alguna referencia real que fundamentase la mencionada escena y corroborase las declaraciones de Bruce Lee, la búsqueda habría resultado estéril y las afirmaciones de Tarantino invalidadas inmediatamente. Lamentablemente, esta práctica de triangular las fuentes se ha desnaturalizado por completo en la época actual. Gracias a este entumecimiento mental, las masas engullen cualquier clase de patraña, como las proporcionadas por la serie de HBO.

Es necesario comprender que, por muy bien adaptada que pueda encontrarse "Chernobyl" de HBO (lo cual, como se ha demostrado, no es ni remotamente el caso), la serie continúa siendo una obra de ficción, no un documental, ni un reportaje, ni una investigación internacional; es un trabajo de ficción que presenta las mismas características y emplea los mismos recursos que todos los otros trabajos ficticios para conseguir acaparar la atención de un público (he allí su similitud con incontables películas de catástrofes). Por lo tanto, emplearla directamente como referencia argumentativa carece de validez lógica formal.

Por otra parte, cuando se abandera la postura de que el libro de "Voces de Chernobyl" en sí mismo posee mayor validez que cualquier otra fuente científica o profesional en todos los sentidos solamente por la posición de su autora como ganadora del premio Nobel de literatura, se recae en una típica falacia ad verecundiam. No obstante, un premio de tal categoría, respaldado por una organización de semejante talante, debería bastar para (cuando menos) brindar de suficiente fiabilidad a la escritora, ¿no es así?

Después de todo, se trata de la misma organización que galardonó al expresidente Barack Obama con el premio Nobel de la paz. Obama, quien según BBC, "es el primer presidente estadounidense en completar dos periodos completos de su mandato teniendo tropas de su país en combate activo". De hecho, su prontuario es tan excepcional que "Ni siquiera Franklin Delano Roosevelt, el presidente que encabezó el esfuerzo militar estadounidense de la Segunda Guerra Mundial, pasó tanto tiempo en guerra". Sí, Obama, quien en su discurso durante la ceremonia de entrega del máximo premio por la paz a nivel internacional expresó textualmente que "a veces la guerra es necesaria". Como puede constatarse, la Fundación Nobel encarna tan excelente aval de distinción para cualquiera que haya sido homenajeado con sus laureles, que poca importancia tiene el hecho de que sus actos y obras puedan o no hacerlo verdaderamente merecedor de un reconocimiento internacional.

Al hablar sobre la opinión pública, Shellenberger procede a citar algunos de los comentarios con los que se topó durante su investigación sobre la miniserie de HBO. "Dos semanas después de haber terminado la serie, no podía dejar de pensar al respecto", escribió una reportera de Vanity Fair. "Lo que más me quedó grabado fueron los cuerpos de los socorristas envenenados por la radiación, tan devastados por su exposición que estaban pudriéndose lenta y horrorosamente mientras se aferraban a la vida". Una noción, por lo demás, nacida de una representación médicamente errada, tal y como se discutió en párrafos anteriores.

"Vi los episodios con mi esposo, y durante días enteros después de eso estuvimos googleando sobre el desastre, enviándonos datos mórbidos el uno al otro", continúa la reportera del Vanity Fair, "mientras mi padre... investigaba todas las plantas nucleares activas en los Estados Unidos". Y es interesante cómo esto es precisamente una consecuencia natural del trabajo de los productores de la serie: jugar con el morbo nacido en la alteración ficticia de un accidente real.

"Vi el primer episodio de Chernobyl," tuiteó Sarah Todd, una escritora deportiva del Philadelphia Inquirer, "y después pasé un par de horas leyendo sobre energía nuclear. Ahora estoy en un completo estado de pánico y necesito que alguien me explique por qué está bien vivir en la costa este cuando ésta es la situación" indicó, haciendo referencia a la cantidad predominante de plantas de energía nuclear en dicha zona de los Estados Unidos.

En líneas generales, muchos de los mitos difundidos por HBO como información fidedigna consiguieron colarse también en la credulidad colectiva de los medios y, por consiguiente, de las masas. Shellenberger resume:

The New Yorker repitió la información de que el bebé de una mujer “absorbió radiación” y murió. The New Republic describió la radiación como “supernaturalmente persistente” y contagiosa (una “lógica de zombies, de acuerdo a la cual cualquiera que es envenenado termina haciéndose venenoso en sí mismo”). The Economist, People, y otros [medios] repitieron la leyenda urbana del “puente de la muerte".

No puede extrañar, por lo tanto, frente a esta clase de cámaras de eco, que la desinformación alcanzase niveles tan amplios de expansión. Tras esto, Shellenberger aclara que esta clase de reacciones no han surgido únicamente de parte de periodistas, y es que la matriz de opinión se arraigó de manera absurdamente profunda en la fanaticada y los espectadores a nivel general, como se ha hecho hincapié antes en el presente artículo. Así, Shellenberger cita a algunos:

“Después de terminar Chernobyl, inmediatamente googleé para encontrar las plantas nucleares más cercanas” tuiteó un espectador. “Aterrador” dijo otro, “He visto mucho gore y horror, pero esto lo lleva a la cima. ¿Por qué? Porque podría pasar de nuevo algún día”. “Presta atención a lo que está sucediendo en Bielorusia”, me tuiteó una artista, "tenemos miedo de nuestra nueva planta nuclear porque fue construida por rusos".

Aprovechando ese último comentario, vale la pena hacer un pequeño paréntesis en este momento para señalar la rusofobia que también ha sido difundida por el mensaje sensacionalista de HBO. ¿Qué clase de culpabilidad puede tener un equipo de profesionales en el área de la energía nuclear, de una nacionalidad particular, con los errores cometidos por personas diferentes más de 40 años en el pasado? Pero parece ser que el miedo opaca todo rastro de lógica, mientras el odio y los prejuicios se difunden sin parar. La cantidad de comentarios expresando que “Si algo me enseñó ‘Chernobyl’, fue a no confiar en los rusos” es enorme.

La misma emisora del comentario referente a los rusos continuó: "Dejaron caer el primer reactor desde una altura de 4m. El caparazón del segundo resultó dañado durante el transporte. Lo instalaron de todas formas. Después de ver Chernobyl de HBO, por favor, consideren que podría pasar de nuevo muy pronto". Tan pronto, efectivamente, que a la fecha más de 4 años han transcurrido y continúa sin acaecer un evento de connotaciones trágicas con dichos reactores (afortunadamente, claro está).

En realidad, el Dr. Gale, de quien se ha mencionado ya que estuvo presente en el sitio, trabajando activamente en la recuperación de las víctimas, hace hincapié en los duros esfuerzos encausados por el gobierno soviético para la alcanzar soluciones y prestar la ayuda requerida en los afectados:

Una palabra final sobre cómo el gobierno soviético respondió a la necesidad de asistencia médica extranjera. Tal y como escribí, fui inmediatamente invitado a venir a Moscú y poco después, a traer a tres colegas. En mi experiencia lidiando con accidentes nucleares, esto es bastante inusual e indica un deseo por hacer todo lo posible para ayudar a las víctimas —dejando a un lado la política.

Acto seguido, el experto aporta una certera reflexión: "¿Habrían invitado los EE.UU. a especialistas soviéticos para encargarse de un accidente nuclear de gran escala durante la Guerra Fría? Improbable". Y es que los esfuerzos soviéticos no se detuvieron únicamente en la recepción de la colaboración estadounidense. Gale amplía:

Aún más extraordinario, cuando solicité a los soviéticos que me permitieran traer a un científico israelí para ayudar (no había relaciones diplomáticas con Israel en ese momento), accedieron, si bien un poco a regañadientes. Y mientras estábamos en Moscú, teníamos libertad para expropiar suministros y equipamiento de muchos centros médicos rusos. Una vez más, aunque no soy un apologista soviético, las políticas que describo son altruistas y dignas de elogio.

El nivel de ignorancia deliberada (o ignorancia volitiva, si puede llamársele de esa manera), desinformación y ceguera selectiva alcanza niveles sorprendentes al observar la reacción de las personas frente a los profesionales que mencionan ciertas realidades que puedan contradecir siquiera ligeramente lo representado en la miniserie. Tal es lo sucedido con el experto Alfredo García Fernández, premio de Comunicación de la Sociedad Nuclear Española, Ingeniero técnico de Telecomunicaciones y operador y supervisor en la central nuclear de Ascó (Tarragona), quien expuso información científica y veraz respecto al accidente en un conocido podcast en la plataforma de Youtube.

"¡¡¡Guía para blanquear la energía nuclear!!!" expresaba una persona, empleando el mejor hombre de paja que alcanzó a idear, frente a la información expuesta por García en donde constataba que la radiación, justo como han demostrado los innumerables estudios, no resultó tan mortal como se le hizo parecer en la serie. No obstante, es la continuación de su comentario lo que resulta realmente asombroso puesto que permite atisbar el enorme nivel de ignorancia que impregna a las masas y se perpetúa por obras como Chernobyl de HBO: "¿Y qué pasa si esa partícula [en referencia a la radiación] la inhalas? ¿Y qué hacía esa partícula en suspensión en el aire? Superseguro [sic] todo. Madre mía".

Al parecer se maneja la idea de que las partículas radiactivas son similares a esporas, corpúsculos e incluso bacterias que deambulan casi hasta adquirir vida propia en la imaginación de las personas (lo cual es previsible si se toma en consideración que en la serie se asocia la contaminación con radiación, con una enfermedad infecciosa). Ya se ha visto cómo Shellenberger menciona que medios de comunicación como The New Republic hicieron voz de que la radiación era "supernaturalmente persistente", y se le comparaba con una entidad maligna; la verdadera antagonista de la miniserie. Algo que sin lugar a dudas trae reminiscencias de las creencias y estigmas medievales.

"Pues según gente que vivió lo de Chernobyl sí hubo luces de colores tras la explosión. Y sí hubo bomberos qué [sic] murieron en minutos. En fin" comenta otra persona sin un ápice de cimentación bibliográfica, después de notar que el científico desmentía todas esas imprecisiones. Las personas han adquirido cada día con mayor ahínco el mal hábito o vicio de arrojar argumentos infundados o proporcionar información supuestamente factual, sin basamentos arraigados en la realidad.

Aunado a todo esto, muchos de los comentarios repetían y perpetuaban la falsa noción de la validez de la obra ficticia con base en una serie de entrevistas y testimonios sesgados. Por ejemplo, uno de ellos indicaba: "Para los interesados en la serie de Chernobyl: La serie está inspirada en el libro de Svetlana Aleksievich [sic] 'Voces de Chernobyl'. Casos como el del bombero se muestran de manera fiel a los testimonios que recogió la periodista bielorrusa" caso desmentido por la propia protagonista del evento, como se ha referenciado previamente. La misma persona continúa expresando: "No creo que la producción de HBO mientan [sic] por morbo o sensacionalista, sino que intenta reproducir lo que aparece en esa obra". Impresión sumamente ingenua proveniente de alguien que ignora o desea ignorar cómo funciona la industria del entretenimiento. Seguro, el equipo de producción tenía únicamente el objetivo altruista de difundir información clara y veraz para sembrar conciencia en la población mundial, y no el de crear una serie que atrajese tanta atención y números como fuese posible.

Precisamente, resulta lamentable la argumentación recurrente de los defensores de la miniserie según la cual los productores de HBO tomaron la decisión de retratar los hechos no apegados a la realidad, sino adaptados al pánico y los temores generalizados de la época. La gimnasia mental no deja de sorprender. Si ese hubiera sido realmente su intención, habrían retratado el pánico general sin exagerar y tergiversar de la manera en que lo hicieron los efectos de la radiación y los síntomas de los afectados, los cuales rayaron en la morbosidad. Estos niveles de ingenuidad no rayan meramente en la ignorancia, sino directamente en la estupidez humana. Pero no hay peor ciego que quien no quiere ver. O quizás sí lo haya; el que desea enceguecer a los demás.

Los comentarios que se apoyan en Voces de Chernobyl se repiten ad nauseam, y podría argumentarse que existe incluso una especie de esnobismo a causa del cual los espectadores fingen haber leído el libro o haber constatado de primera mano la veracidad científica y factual de los testimonios presentes en él. No sólo esto, sino que lo realmente preocupante es el punto en el cual la audiencia, sesgada ya sea por el fanatismo o ya sea por el esnobismo, se niega a constatar la información con cualquier otra fuente, y se alcanza un punto en el cual los espectadores directamente desacreditan a los científicos y expertos sin justificación alguna, para dar mayor peso a un trabajo ficticio en un acto de pura negación.

Fig. 2. Comentarios recurrentes en exposiciones de expertos sobre Chernobyl y la energía nuclear


El creador de “Chernobyl”, Craig Mazin, ha subrayado que "La lección de Chernobyl no es que la energía nuclear moderna sea peligrosa […]. La lección es que las mentiras, la arrogancia y la supresión de las críticas son peligrosas". Irónico, cuando se toman en consideración la cantidad de mentiras relatadas en la serie como información factual. ¿Qué clase de ética se maneja cuando se miente mientras se enarbola un estandarte contra las mentiras, y cuando los defensores de dichas mentiras censuran, vilipendian y atacan a quien sea que ostente un punto de vista discrepante mientras el creador de la serie indica el peligro que representa la supresión de las críticas? Claro está, la doble moral de los productores no atenúa el peligro que realmente representó el trágico accidente (aunque a escala menor de lo que se muestra en pantalla); no obstante, la falsedad de los mismos es incuestionablemente expuesta. Una vez más, resulta, cuando menos, irónico.

El punto de vista de los defensores de la serie y partidarios de su sensacionalismo puede resumirse fácilmente con las palabras de uno de ellos; Mike Hale, del New York Times: "La primera cosa que hay que entender sobre la miniserie de HBO es que gran parte de ella es inventada. Pero esta es la segunda cosa más importante: en realidad no importa". En efecto, tal y como puede constatarse, a los simpatizantes de la matriz de opinión amarillista canonizada por HBO parece importarles poco la manipulación de la historia, y puede observarse en sus comentarios previos que de hecho esa es la realidad, pues encuentran justificable la falsificación de los hechos y la información factual a cambio de un supuesto mensaje positivo difundido por la serie. Aunque fuera del pánico, la desinformación y la xenofobia que ha conseguido sembrar, no resta demasiado terreno para algo siquiera cercano a un mensaje positivo.

Y es que resulta muy sencillo aleccionar sobre las mentiras, la arrogancia y la censura de un villano despreciable que ha sido creado específicamente para serlo dentro de la obra ficticia; dicho de otro modo, es tremendamente fácil atacar una caricatura confeccionada para presentar los aspectos más negativos de la naturaleza humana independientemente de que se ajuste o no a la realidad, y fue esto en lo que se esforzó en conseguir el equipo de producción: dicotomizar moralmente y caricaturizar en exceso el factor humano involucrado en el contexto del accidente.

El Dr. Robert Gale comparte algunas de sus experiencias (recordando que vivió en persona todo lo circundante a los eventos tras el accidente):

Con unas pocas excepciones (Legasov y Khomyuk), las interpretaciones [de los personajes] son caricaturas de bobalicones malvados, mezquinos y engañosos. Si la mayoría de las personas en la Unión Soviética hubiera sido así, es improbable que hubieran podido construir una bomba atómica, lanzar el Sputnik, contribuir de manera importante a las matemáticas, la física y la informática, y mucho más. Si tomáramos a los personajes de la miniserie como reales, sería sorprendente que la Unión Soviética sobreviviese mucho más allá de octubre de 1917, o evitara hacer estallar el planeta, quizás varias veces, con desastres nucleares (bombas y plantas de energía nuclear) durante las siguientes décadas.

Tal es el grado de minimalismo intelectual y moral que maneja "Chernobyl" de HBO. Por ejemplo, el famoso Anatoly Dyatlov, ingeniero en jefe adjunto de la central y supervisor de la prueba de seguridad que condujo al trágico accidente, es representado como el gran villano de la miniserie y responsable directo de la catástrofe, al insistir hasta el punto de la amenaza en la realización de la prueba de seguridad, con el único objetivo de conseguir un ascenso. El propio Oleksiy Breus, de quien se ha mencionado ya que fue un ingeniero en la planta y trabajó directamente y codo a codo con los personajes adaptados por HBO, expone que "los personajes están distorsionados y tergiversados, como si fueran villanos. Ellos no eran así en lo absoluto". 

Breus admite que Dyatlov, como puede esperarse de alguien que desempeña un cargo tan importante, era un hombre estricto, sí, y que "los operadores sentían miedo de él. Cuando estaba presente en el bloque, generaba tensión para todos. Pero sin importar lo estricto que fuera, seguía siendo un profesional de alto nivel". Frente a este nivel de tergiversación histórica, Breus indica que su representación en la serie "no es una ficción, sino una mentira descarada". Opuesto a lo adaptado por HBO, Dyatlov de hecho actuó con eficiencia en sus intentos por contener el accidente y con preocupación por la seguridad de sus compañeros. 

En las memorias Чернобыль. Как это было (Chernobyl. Cómo fue) y otras referencias, se detalla cómo Dyatlov ordenó a sus compañeros a evacuar inmediatamente, y repitió dicha orden en más de una ocasión; órdenes que ellos decidieron ignorar en cada oportunidad, en aras de continuar el trabajo en conjunto para la contención del problema.

Además, Dyatlov fue quien ordenó llamar a los bomberos (lejos de intentar mantener la situación en secreto), dio la orden de apagar el reactor 3 (evitando una catástrofe mayor) a pesar de no contar con el consentimiento inmediato de sus superiores, emprendió personalmente la búsqueda del trabajador Khodemchuk, perdido en acción, exponiéndose en el proceso a un ambiente en donde las medidas de los dosímetros de radiación se maximizaron en el acto y recibiendo quemaduras en el proceso (en contraste con la serie, en donde Dyatlov arroja la reprimibles palabras "fuck Khodemchuk" para dejar al trabajador a su suerte), y finalmente permaneció en las adyacencias de la planta supervisando los esfuerzos por contener el daño hasta que su salud se deterioró tras la exposición a la radiación durante la búsqueda por Khodemchuk, y las náuseas y vómitos lo obligaron a retirarse a la unidad médica. 

La realización de la prueba de seguridad y el posterior accidente fue resultado de una amalgama de factores, negligencias, fallas técnicas y malas decisiones de múltiples personas y equipos, no de la supuesta mezquindad y vileza de un hombre que al final del día, entregó el máximo de sus esfuerzos y de su salud por contener el problema. Pero para HBO era más sencillo y lucrativo transformarlo en el villano receptor del desprecio de las masas consumidoras de sensacionalismo y melodrama.

El Dr. Gale continúa con su disertación: "Seguro, el gobierno de la Unión Soviética intentó ocultar el accidente, pero consideremos lo que sucedió cuando su tapadera quedó expuesta. Pregúntense cuántos gobiernos habrían aceptado mi oferta de intentar salvar las vidas de las víctimas del accidente" expresa en vistas de su nacionalidad norteamericana, en plena época de la Guerra Fría. "Los detalles del programa nuclear de una nación típicamente son secretos. Ningún estadounidense había entrado jamás al Instituto de Biofísica o al Hospital 6, y mucho menos uno con un expediente de la KGB".

Para muestra un botón: ¿Cuántas personas se enteraron del accidente nuclear de Three Mile Island en EE.UU.? ¿Y cuántos siguen pensando que esto se debe a que el accidente “fue contenido exitosamente”? Seguramente el mismo número de personas que desconoce que el vapor y el hidrógeno de la explosión fueron evacuados del reactor y vertidos directamente en la atmósfera, con unos 2.5 millones de curios de gas radiactivo fueron emitidos en el proceso.

"Discutí sobre esta inesperada apertura con mis colegas soviéticos, y eventualmente, con el Secretario General (y posterior presidente) Gorbachev", detalla Gale. "Lo que me dijeron fue que no podían sopesar la idea de que estos valientes y jóvenes bomberos murieran, cuando podría haber intervenciones médicas que podían salvar al menos a algunos. ¿Cuántos gobiernos habrían actuado de manera similar?".

En cuanto a la dedicación y la consagración de los propios equipos médicos soviéticos, el Dr. Gale ofrece la siguiente imagen: "No hay espacio suficiente para describir completamente los incansables esfuerzos de los médicos y enfermeras soviéticos en nuestro equipo durante muchos meses”. Además, proporciona la siguiente información de interés: “Y yo no fui el único extranjero admitido rápidamente después del accidente, incluyendo a Hans Blix, [sueco], y a un equipo de la Agencia Internacional de Energía Atómica de la ONU". Tras esto, agrega: "Intenten imaginar estas invitaciones después de un evento nuclear de importancia durante la actual administración estadounidense".

Por otra parte, subyace el tema de la coerción ejercida por parte del gobierno sobre los bomberos y los liquidadores para que prestasen su colaboración durante el accidente; todo esto, claro está, de acuerdo a la serie. "Yo conocí a cada uno de los bomberos íntimamente, incluyendo a los 29 que murieron", comparte el Dr. Gale. "Nunca escuché a uno solo de ellos expresar arrepentimiento por lo que habían hecho para contener el desastre de Chernobyl". En cuanto a los liquidadores, el Dr. Gale dice:

En la miniserie, los liquidadores son retratados como obligados a cumplir su misión. Yo entrevisté a muchos de ellos en el momento del accidente, no 30 años después. Casi todos con quienes hablé se ofrecieron como voluntarios. Cualquiera que conozca a los rusos reconocerá cómo responde esta gente a la adversidad. Recordemos la excursión de Napoleón a Rusia en 1812, o la invasión nazi a la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial. Estas personas son duras; 20 millones de soviéticos murieron combatiendo a los nazis. La noción de que la mayoría de los liquidadores fueron reclutados contra su voluntad sorprenderá ala gene que conoce la respuesta de los rusos a la adversidad: prosperan en ella.

Después de todo, retratar a los liquidadores como una masa de individuos coaccionados consigue ofrecer un mensaje punzante contra un sistema político cuestionable, sí, pero al costo irreparable del orgullo y el honor con el que asumieron la responsabilidad de manera voluntaria aquellas personas que pusieron en riesgo su salud con el fin de solucionar las consecuencias del accidente.

Robert Gale describe otro pequeño evento en correlación a la apertura soviética con la colaboración foránea:

Cerca de seis semanas después del accidente, sentí que era necesaria una rueda de prensa para informar al mundo sobre lo que realmente estaba sucediendo con las víctimas y en la planta de energía nuclear. Le sugerí esto a varios oficiales soviéticos. Les advertí que corrían rumores sobre miles de muertes y otros sinsentidos. A falta de información creíble, la gente crea sus propios hechos. Para mi sorpresa, el gobierno me pidió hablar en la rueda de prensa, sin restricciones. Una vez más, le pido a mis lectores que consideren la probabilidad de que un médico ruso reciba una invitación similar a ésta después de un enorme accidente nuclear en los EE.UU. Así que ahí estaba yo, en el podio, frente a más de 1.000 periodistas extranjeros, sin guion

"El punto de todo esto", cierra Gale en referencia a los distintos factores expuestos, "es intentar brindarles a los espectadores de la miniserie de Chernobyl una impresión más precisa y matizada de lo que realmente sucedió durante los días, semanas y meses posteriores al accidente de la planta nuclear de Chernobyl". Como reflexión final, el Dr. Gale añade:

¿El gobierno soviético intentó ocultar el accidente inicialmente? Sí. Pero cuando se percataron de que esto era inútil (una nube de radiación no respeta las fronteras internacionales), actuaron en lo que considero que fue una manera decente y humana, y no demasiado diferente de otros gobiernos con los que he tratado, como Brasil [caso de accidente de Goiania] y Japón [Fuskushima].

Es necesario acotar para los escépticos que, al final del día, si realmente poseen tanta relevancia los testimonios de las personas entrevistadas por Alexievich, el testimonio del Dr. Robert Gale es tan válido como el de cualquiera de los entrevistados en "Voces de Chernobyl".

En la vida, es esencial poder adquirir y asimilar lo que mencionó el Dr. Gale: una impresión precisa y matizada de los hechos. A fin de cuentas, es necesario comprender que la implantación de una falsa perspectiva sobre la realidad histórica no resulta en lo absoluto inofensiva; al contrario. Shellenberger lo constata al afirmar que "Estas tergiversaciones tienen un costo humano", y acto seguido al aportar un ejemplo práctico: "La noción de que la gente expuesta a la radiación es contagiosa fue utilizada para aterrorizar, estigmatizar y aislar a la gente en Hiroshima y Nagasaki, [...] Chernobyl y [...] en Fukushima". La Dra. Alla Shapiro también menciona algo similar:

Estas falsas creencias [de que la radiación fuera contagiosa] tuvieron un costo muy alto. Muchos niños fueron evacuados a Moscú, y muchas familias en Moscú a las que se les ofreció resguardar a esos niños, se negaron porque clamaban que estos niños estaban contaminados o los llamaban sucios y no los querían en sus hogares.

Es comprensible la necesidad de cierto nivel de exageración, claro está, para atraer la atención de público, pero cuando la hipérbole se estandariza como realidad, se transforma en tergiversación y su impacto en el hombre y la mujer común puede ser muy profundo. Al respecto, el Dr. Gale opina: "Los guionistas necesitan una historia simple: Una cosa realmente mala sucedió en un mal lugar y ahora, miles o millones de personas, tal vez todos nosotros, sufrirán durante décadas de defectos congénitos, anormalidades genéticas, cáncer y más (como cabras con tres cabezas)". Acto seguido, delibera:

¿Pero es éste realmente el mensaje que deberíamos tomar del accidente de Chernobyl? Yo argumentaría que no. Lo que muestra es la falibilidad de los humanos, no de la física; algo que vemos todos los días: diseñar pobremente una máquina compleja, anular los controles de seguridad, permitir que los políticos ignoren la ciencia, etc. ¿Suena familiar? Un Ferrari es una tecnología asombrosa, pero una máquina potencialmente peligrosa si pones a un niño de 6 años en el asiento del conductor. ¿Deberíamos prohibir los Ferraris, o restringir a quiénes pueden usarlos?

La Dra. Alla Shapiro proporciona una valiosa reflexión: "No podemos deshacer el pasado, pero podemos aprender del pasado, y si llega a haber un accidente nuclear, nuestra respuesta hacia las personas de las áreas contaminadas debería estar basada en la ciencia, no en el miedo". Sin lugar a dudas, la desinformación propulsada por HBO tiene la potencialidad de resultar más mortal que la radiación que tanto se esforzaron por satanizar.

"En la línea final de la miniserie de Chernobyl", escribe Kevin Lang, de la Universidad de Pittsburgh, "Valery Legasov (Jared Harris) declara, 'en donde antes temía al costo de la verdad, sólo puedo preguntar' [...] '¿cuál es el costo de las mentiras?'”. La serie se encuentra repleta de palabras aleccionadoras que bien podrían ir dirigidas a sus productores. Lang cierra la idea expresando: “Ciertamente, esa pregunta también puede aplicarse a la miniserie, la cual ha intensificado el miedo del público a la energía nuclear recurriendo al sensacionalismo".

El Dr. Kelvin Kemm por su parte tiene conclusiones más contundentes, pero no menos acertadas: "HBO aparentemente registró una cifra récord de audiencia. Fue bueno para sus ingresos, pero ¿fueron ingresos honestos, ingresos de los cuales sentirse orgullosos?". Es imposible no plantearse el hecho de que quizás la dicotomía moral tan remarcada en la serie sea también aplicable para los productores y ejecutivos de HBO. Kemm continúa:

Como científico nuclear puedo decirles que la historia fundamental de la secuencia de eventos durante la representación del accidente de Chernobyl fue correcta. [...] Pero las escenas de sangre y de piel desprendiéndose no lo fueron. Tristemente, los productores mintieron —intencionadamente, para ganar ingresos de taquilla. Tuvieron éxito en alcanzar la meta de ingresos. Pero nos insultaron a los científicos nucleares, e insultaron la inteligencia de aquellos espectadores que sabían un poco más de ciencia que la mayoría. También condujeron a muchos otros espectadores por un camino retorcido hacia una mayor ignorancia y confusión, lo cual ciertamente no debería ser el objetivo de un documental histórico.

Como meditación final, el Dr. Kelvin Kemm acaba diciendo que

Parece que los productores de HBO no consultaron a ningún especialista en física nuclear, ni a médicos con conocimientos en el campo. Se basaron mucho más en asesoramiento dramático emocional. HBO debe haber hecho mucho dinero con la serie. Sin dudas sus accionistas están muy satisfechos. Pero ciertamente, HBO no ha prestado ningún servicio a la verdad ni a la educación y el esclarecimiento de los espectadores.

Y es esa, al final de la línea, la cruda verdad. "Chernobyl" de HBO sustrae más que sumar; arrebata más que proporcionar. Como nota conclusiva, Shellenberger razona que

Al final, 'Chernobyl' de HBO sugiere que cualesquiera que fueran las intenciones de sus productores, es difícil hacer una película emocionante sobre desastres nucleares sin hacer creer a los espectadores que fueron mucho peores de lo que realmente fueron. Dejando a un lado la ideología antinuclear, la industria del entretenimiento tiene que ficcionalizar los desastres nucleares por la simple razón de que matan a muy pocas personas.

En otro artículo, el escritor arroja una última pincelada, declarando que "Si Hollywood alguna vez decide contar la verdadera historia [de la energía] nuclear, y explicar para los espectadores la paradójica relación entre la seguridad y el peligro, no necesitará recurrir al sensacionalismo. La verdad es lo suficientemente sensacional".

Sin necesidad de extender todavía más el artículo, sólo resta confirmar aquello en lo que todos convienen: “Chernobyl” de HBO es un vehículo de aprendizaje; aunque por razones distintas a las que muchos pueden pensar o admitir. Primero, la miniserie de Chernobyl demuestra que las pantallas del móvil, de la PC y del televisor pueden transformarse en verdaderos cañones mientras se utilicen matrices de opinión como municiones. Segundo, confirma que a mayor la morbosidad retratada, mayores las ganancias. Tercero, prueba que las masas consumirán cualquier clase de inmundicia que se les presente en el plato de la mesa mientras sea lo suficientemente popular; después de todo, millones de moscas no pueden estar equivocadas. Y finalmente, reafirma un muy valioso aprendizaje, como derramado de la mano misma de Quevedo; un aprendizaje que jamás debe ser olvidado:

Poderoso señor es, verdaderamente, Don Dinero.

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- Elohim Flores.

11-12/23

1 comentario:

  1. En memoria de Anatoly Dyatlov, cuya imagen fue avillanada por la necesidad de perpetuar un estereotipo amarillista. Dyatlov pagó lo que tenía que pagar en vida; cumplió su condena en prisión y murió muy posiblemente como consecuencia de la radiación recibida el día del accidente mientras buscaba a Khodemchuk. No era necesario lapidar todavía más al hombre, y mucho menos ensuciar más su memoria con invenciones y tergiversaciones que lo ofrecen como chivo expiatorio para el odio del público, mientras se sobreescriben los actos de responsabilidad y compromiso que realizó durante la crisis por sus subordinados y en aras de contener los daños.

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