No me mueve, mi Dios, para quererte,
el Cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el Infierno tan temido,
para dejar por eso de ofenderte;
tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas, y tu muerte;
muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera
que aunque no hubiera Cielo yo te amara,
y aunque no hubiera Infierno, te temiera;
no me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
- Anónimo.

Fotografía de la Cruz de San Clemente, en Santa Ana de Coro, estado Falcón, Venezuela.
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