Aquí abajo, bajo las olas,
Los rayos del sol se diluyen lentamente,
Y mientras las profundidades los engullen,
Desvaneciendo su esencia con relativa paciencia,
Miles y millones de pequeñas criaturas
Irradian su propia luz; una paranormal fosforescencia,
Realizando un hermoso baile alienígena
Al compás de los ultrasonidos
Que ondulan con intermitencia.
¿Quién necesita del contacto directo con el astro
rey
Cuando tienes este lumínico espectáculo de
proporciones siderales
Abrasando tu existencia?
Aquí abajo, bajo las aguas,
La imagen del cielo es diluida
Por los arrebatadores golpes
De las olas desenfrenadas,
Y las nubes desaparecen ante nuestros ojos
Convertidas en manchas difuminadas,
Pero son reemplazadas por la espuma efervescente
Que flota alegremente, y nace, y se deshace,
Creando siluetas pintorescas y serpenteantes
En la superficie resplandeciente.
¿Quién necesita del firmamento
Cuando tienes tus propios cúmulos blanquecinos
Levitando en la bóveda celeste,
Alimentando tus sueños submarinos?
Aquí abajo, bajo las olas,
La oscuridad de la noche engulle todo rastro
De vida y de muerte, de tiempo y de espacio,
Y perece con la refracción oceánica el brillo de la
luz nocturna,
Abandonando a su suerte el argénteo reflejo de la hermosa
luna
Que se niega a perforar la negra masa acuosa que
pulula con indiferencia,
Decidiendo en su lugar reposar al vaivén de la
marea;
Así que nosotros aguardamos con paciencia,
Y cuando el día cae y el sol irradia su
magnificencia,
Giramos dando cara a las profundidades
Con la parsimonia que la calidez del mar acarrea,
Y las minúsculas almejas, y los infinitos granos de
cristalina arena
Reflejan con radiante luminiscencia
Los rayos de luz que del cielo descienden,
Y los convierten en millones de haces
resplandecientes
Que parpadean con frenesí policromo,
Deleitando nuestras pupilas
¿Quién necesita de las estrellas
Cuando cuentas con un universo de luces diamantinas,
Constantemente estallando,
Incandescente,
Poblado de mil astros refulgentes
Que acogen destellando
Tus ansias de soñar
Con el infinito más allá?
Aquí abajo, bajo las aguas,
Pasean con acostumbrada y regular tranquilidad
Cardúmenes enteros de pececillos multicolor,
Plateados como el reflejo de la luna
Y dorados como el del sol,
Rojos como la sangre
Y verdes como el jade,
Azules como el firmamento,
De impurezas exento,
Y negros como el corazón
De un indomable tifón;
Y juntos revolotean por los mares
Mientras amenazadores les rodean,
Raudos y sagaces,
Aviesos depredadores
De escamas dentadas y fauces trituradoras
Que en frenesí visceral se arrojan con saña
aterradora
Contra los incautos nadadores,
Bañando con la tierna carne sus dientes
Y tornando el colorido arcoíris viviente
En un sanguinolento ciclón,
Tiñendo las salinas y cristalinas aguas
Con rubicundas partículas malva.
En las profundidades, dentro de grietas escabrosas,
Anidan, acechado atentamente,
Indecibles criaturas tenebrosas
Con filosos colmillos de aguja y señuelos fluorescentes,
Mientras extensos y majestuosos calamares
De longitud inenarrable
Se deslizan en las gélidas aguas abisales,
Y largas sierpes ancestrales
Aguardan en fosas abismales
Al paso de enormes cachalotes de proporciones
bíblicas
A los que engullen con ironía, vengando a Jonás en su odisea fatídica.
Las medusas gigantes flotan sobre los arrecifes,
Bamboleándose bajo el manto de la superficie,
Y cual maravillosa, impredecible ruleta,
Sus traslúcidas masas entintadas en rosa y violeta
Filtran los rayos diurnos,
Convirtiéndolos en espectáculos a la vez centelleantes y
taciturnos;
Caleidoscopios marinos
Que producen en el fondo salino
Iridiscentes reflejos
Por donde se pasean enormes y puntiagudos
Crustáceos color carmín y bermejo
De exuberantes tenazas
Y titánicas corazas
Mientras escapan de insólitos y variopintos moluscos,
Ansiosos por devorar todo aquello
Cuyos óseos picos pudieren perforar,
Dejando tras su paso ocasionales restos
Con los cuales estrellas de diez puntas y más,
Como salidas del espacio sideral,
Hacen un festín mayor a los plasmados en la cúpula
estelar.
Desde cornudos y enigmáticos narvales
Hasta absurdas y alargadas anguilas infernales
Pululan en nuestras aguas a raudales
Mientras pequeñas mantarrayas aletean en cavernas
espectrales.
¿Quién necesita de la monótona fauna,
En el mejor de los casos opaca y grisácea,
Asignada a vosotros por desgracia,
Cuando contamos abajo con una plétora entera
De criaturas sin iguales?
Aquí abajo, bajo las olas,
Los sonidos de la atmósfera repercuten contra la
estela acuosa
De nuestro benefactor cuerpo oceánico,
Incapaces de penetrar la superficie majestuosa;
Pero a la par, nuestros mares titánicos
Bullen en una melodía hipnótica,
Suave y frenética; azulina,
Que delirante se arremolina
En las corrientes atlánticas,
Pacíficas, índicas y árticas,
Conformada por innumerables tañidos,
Chasquidos y chirridos,
De delfines joviales
Que juguetean entre corales,
Entrelazándose con lamentos lánguidos y lacónicos
De orcas y cetáceos asesinos,
Y juguetones silbidos de leones marinos,
Junto a melancólicos
Y conmovedores cantos de ballenas
Que componen una orquesta entera
De instrumentos ultrasónicos
Que emiten con perpetuidad una sinfonía
De sonidos filarmónicos,
Mientras danzan a su son las estrellas en la arena.
¿Quién necesita de vuestros ruidos estridentes
Cuando tienes para tu deleite
Un coro de ángeles y sirenas?
Aquí abajo, bajo las aguas,
No requerimos de transacciones inútiles
Ni poseemos tasas de cambio fútiles,
Pues gobierna la ley del fuerte
Sobre la ley del inerme,
Y aún sin quererlo acumulamos a raudales
Riquezas y tesoros incontables,
Y en nuestro lecho abundan
Poríferos de esmeralda, cual rubíes corales,
Langostinos de zafiro
Y brillantes caracolas de citrino.
Coágulos y entrañas carmines
Vuelan durante cruentos festines
Entintando el mar de amatista
Hasta donde puede alcanzar la vista,
Y en el centro de este paraíso estelar,
Yace hermética, gigante, sin par,
Ciclópea, monumental,
La más formidable de las ostras
Con la más nacárea presencia bajo las olas,
Resguardando en sus entrañas
La más refulgente y celestial
Perla de colores rubicundos; púrpura y grana,
Que irradia a las cuatro mareas
La perfección y belleza de la vida en el mar.
Incluso uno o dos de vuestros cofres,
Repletos de monedas, oro, cobre
Y plata por igual,
En alguna garganta abandonada se podrían encontrar,
Reposando de vuestro mando y de vuestras manos,
Mas, ¿quién necesita de vuestros metales mundanos
Que en las aguas perecerán
Olvidados,
Oxidados,
Cuando poseemos gemas vivas,
Fugitivas,
Que a su vez otras mil joyas engendrarán?
Aquí abajo, bajo las olas,
Carecemos de esas leñosas columnas vegetales
Que se elevan en pos de la luz solar y el firmamento,
Incrustando sus ávidas raíces a modo de cimientos
En el suave y húmedo lodo
En busca de nutrientes para su inagotable crecimiento;
En su lugar se extienden aquí acres enteros
De danzantes algas que ondulan
Cual serpientes en un delirante intento
Por escapar del fondo del mar,
Extendiéndose frenéticamente
Y eclipsando el reflejo solar.
A su lado corren campos de coral
Recorriendo el lecho marino cual manto floral,
Dibujando y esbozando enigmas y espirales;
Ignotas siluetas y mágicos pictogramas irreales
Sobre los que se desplazan de un lado a otro
Pequeños y vivarachos cardúmenes
De pulpos y calamares.
¿Quién necesita de vuestros bosques y vuestras
junglas,
De vuestras estériles llanuras y vuestras tundras
Y de vuestras selvas y arboledas,
Cuando tienes cobijándote bajo sus sombras,
Y tapizando todo cuanto tu vista abarca,
Hiedras marinas y oceánicas enredaderas,
Arrecifes colosales y fusiformes algas,
Y anémonas asesinas en fosas traicioneras?
Aquí abajo, bajo las aguas,
No necesitamos de vuestros tan preciados artilugios,
Depósitos de nuestro repudio;
Artefactos sintéticos de atroces diseños--
Y aún así os empeñáis en bombardear nuestros dominios
Con vuestros tóxicos, trágicos desechos;
Aberrantes esbirros de ingeniería,
Despreciables fragmentos de vuestra imaginería;
Y a ellos damos mil usos-- ¡Aún con lo vuestro os
aventajamos!,
Y los titánicos envases de madera con los que os
desplazáis
Sobre las mareas espumosas,
Y las metálicas marsopas
Dentro de las cuales invadís nuestro reino cristalino,
E imprudentes acecháis
Por entre las corrientes y los oleajes opalinos,
Caídos bajo la acción de tormentas y tifones,
Tempestades y hecatombes,
Desteñidos, desvencijados,
Yacen ahora en las gélidas profundidades, helados,
Tornados en fortalezas para nuestros habitantes,
Monumentos a la victoria rutilante
De nuestro acuático mundo sobre el vuestro,
Entonando las letanías de nuestros ancestros.
Compañía nos hacen a menudo,
Profiriendo desgarradores gritos mudos,
Incontables osamentas-- armazones y esqueletos,
Restos fúnebres y sonrientes, petulantes;
pestilentes,
Testigos del horror de las fosas submarinas,
Y otros más-- cenagosos espectros
De otra tierra, otra estrella,
Espantosos remanentes, aulladores; penitentes,
Errabundos, vagabundos, ambulantes fantasmales
Que recitan atiplados las sonatas de otras tierras;
otros males.
Incluso uno de los vuestros os ha abandonado-- ha
desertado,
Y reside silencioso en un trono coralino, impasible y
sosegado,
Con piel de cobre y pies de plomo ataviado,
Cabeza herrada y rostro silíceo, enrejado,
Enmohecido y carcomido, atascado
Entre almejas y percebes,
Lóbrego y desamparado, condenado
A la eterna paz de ultramar,
Oteando sempiternamente el horizonte al más allá,
Velando por su imperio submarino,
Apertrechado entre pilares nacarinos,
Silente y solemne; recuerdo solitario de otro
mundo-- uno inmundo.
“El rey bajo las olas”, le decimos,
“Monarca inmortal”, otros más;
Escultura desolada entre el nunca y el jamás.
¿Quién envidiaría entonces vuestra civilización,
Apoteosis de la destrucción,
Anatema de la muerte,
Alma de la perdición?
Aún cuanta basura nos habéis legado
Encuentra en nuestras aguas, ausente en su nacer,
significado,
Y poético reposo, eterno descansar
De ese mundo rencoroso,
En las aguas siempre etéreas de la mar.
De invadir estos, nuestros reinos,
Desistid pronto del intento--
¡Vade retro!
Aquí abajo, bajo las olas,
Tenemos desiertos de sal y de almagre
Hasta donde la vista puede alcanzar,
Y fumarolas termales que hacen hervir la piel y sangre;
Apenas hay ser vivo que las pueda soportar.
Tenemos también montes, picos y montañas; les llamamos
islas;
Alguna intrépida tortuga las ha llegado a escalar.
El fondo de vuestros glaciales es la cumbre de los
nuestros,
Y poseemos ciénagas y pantanos de arenas movedizas,
Y aguas negras, abundantes en criaturas ponzoñosas y
huidizas.
¿Quién, decidme entonces, si podéis,
Con vuestro mundo soñaría,
O siquiera algo de éste anhelaría,
Si el nuestro está provisto de las más vistosas
maravillas
Que mente alguna idearía?
… Los habitantes de la superficie jamás lo
entenderían.
- Elohim Flores.
12/15-10/16
Si hay algo bueno en este mundo, es transformarse en un submarino y espiar el silencio del mar.
- Francisco Massiani.
¡¡Fascinante!! Así es tu mundo, infinito, perfecto, único...¡Tuyo!. ¡Gracias por invitarnos a conocerlo!
ResponderEliminarGracias a ti por visitarlo :)
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