viernes, 25 de noviembre de 2016

La Ética como Instrumento para la Comprensión del Ser Humano [Ensayo]


El ser humano, ese extraño actor en el escenario de la realidad, gota colorida de origen desconocido y futuro incierto sobre el telar de la vida, única criatura capaz de discernir su propia existencia de la de los demás entes que la rodean, particular especie consciente de sí misma y de sus propias acciones. El ser humano, solitario cosmonauta que se desplaza a velocidades vertiginosas sobre este fragmento de roca llamado Tierra, en busca de respuestas que quizás jamás encontrará. El ser humano, dueño de la razón pero esclavo del razonamiento, se ha dedicado a tejer a lo largo de su historia prácticamente en su totalidad un lienzo que recubre y opaca el tapiz de una realidad que pasa a ser “externa” a la urdida, transformando su entorno en una realidad social cuyas leyes y axiomas es capaz de predecir y explicar a la perfección, recreando sus propias interrogantes para evitar enzarzarse en combate contra las paradojas metafísicas del “mundo real”. Lamentablemente, y a pesar de sus elogiables esfuerzos por escapar de las aporías de la naturaleza, existe un enigma al que se haya ineludiblemente atado: el de su propia condición de ser humano. ¿Qué somos? Este par de palabras se basta por sí solo para hundir en un mar de entresijos existenciales el arca que nos cobija como especie.

           La respuesta a la gran pregunta que ha asaltado nuestros más profundos pensamientos desde el origen de nuestra existencia, ¿qué es el ser humano?, se halla quizás demasiado alejada del alcance del simple entendimiento producto de la meditación y la mera reflexión (aislada de cualquier otra acción). Si estos, los únicos recursos que poseemos, capaces de diferenciarnos de todos los otros seres vivos conocidos, se hacen insuficientes para ayudar a vadear este océano de arenas movedizas, entonces, ¿cómo puede comprenderse, y más aún, asimilarse realmente un concepto de tal magnitud? Bien es sabido que no sólo teorizando puede llegar a conocerse un objeto de estudio; es imprescindible la práctica, la experimentación con el mismo para poder aprehender realmente su esencia. Pero… ¿es posible poner en práctica el “ser” un hombre; el “ser” humano? ¿Existe acción que encarne en sí misma una realización del Ser, más allá del mero hecho de existir maquinalmente?

En primer lugar, es necesario considerar que el ser humano es esencialmente social, y esto implica una interacción constante con sus semejantes. Esta interrelación personal adquiere un papel imprescindible en su conformación como especie, pues un individuo aislado es incapaz de trascender al paso del tiempo y se haya condenado a perecer, tapiado por la carrera evolutiva. Además, apremia comprender que el hombre no se encuentra cercado, lejos de la influencia de su entorno, sino que es siempre susceptible a los influjos del mundo que lo circunda. De este modo, no sólo existe el ser humano como el dasein (el "ser-ahí") de Heidegger, es decir, como un ser arrojado en el mundo, actor y hacedor que experimenta y experiencia a su vez, sino que el ser humano existe como dasein rodeado al mismo tiempo de infinitud de individuos que de igual modo se encuentran arrojados en un mundo que interactúa con ellos de manera completamente idéntica y recíproca. No resultaría en lo absoluto descabellado afirmar que el hombre es el “ser-ahí” envuelto por multiplicidad de “seres-ahí”. Así, pues, las acciones humanas que pueda emitir un individuo no sólo influencian a meros elementos externos deshumanizados, sino que repercuten directa a inclusive indirectamente en otros individuos, receptáculos y a su vez emisores de acciones propias que influirán en otros más. Es en este momento, en donde se acepta la existencia del Otro, que el ser humano comienza a adquirir noción de su calidad precisamente de ser humano, existente y hacedor, así como también parte de un todo mayor de Otros con sus mismas características, y de su condición de Otro por sí mismos. Pero ¿es esto suficiente para comprender del todo el significado de "ser humano"? La respuesta es no.

No sólo basta con que el hombre actúe en el mundo, sino que también se requiere que reflexione sobre sus acciones previo a la emisión de las mismas, demostrando consciencia de sí mismo como parte de un todo social; y en efecto, esto hace, de manera automática y espontánea, considerando, entre la amplia gama de posibilidades que ante él se presenta, cuál de todas encarna un mayor grado de positividad o negatividad dentro de su futuro radio de repercusión en la exterioridad que lo rodea. De tal manera, el hombre ejecuta una abstracción de su entorno, interpreta los sucesos que se despliegan frente a él, procesa en su interior las acciones con posibilidad de emisión por su parte, y reflexiona sobre el resultado que cada una de ellas puede conllevar, todo esto de manera vertiginosa, tras lo cual simplemente se limita a actuar. La práctica de la interpretación de este proceso reflexivo/cognoscitivo recibe el nombre de ética, y (como puede notarse a simple vista ante el sencillo detalle de ser considerada como una práctica) en ella confluye toda la serie de factores socioculturales, mentales, emotivos y pragmáticos que conforman el comportamiento humano.

Tras aclarar tal punto, es imperioso aseverar, por consiguiente, que no puede existir una ética que no sea práctica, y no puede existir ética sin la comprensión del ser humano como ser social, interrelacionado y estrechamente ligado a sus semejantes. La realización de la vida humana en sí misma se ve reducida al acto; el acto que demuestra la existencia del hombre y lo engrana con los otros de su especie, sumergiéndolo en un mundo dinámico y retroalimentativo. ¿Puede entonces practicarse el “ser” humano? Sin lugar a dudas, es posible, y no sólo esto, sino que lo hacemos a toda hora, en cada momento y en cada lugar, de manera inevitable y completamente ineludible. No sería descabellado afirmar, por lo tanto, que aprendemos a ser humanos al vivir, mientras practicamos ser humanos y experimentamos ser humanos, viviendo. 

Somos, finalmente, seres humanos gracias a nuestras capacidades éticas, y a un mismo tiempo, poseemos un criterio ético gracias a nuestra calidad de seres humanos. La respuesta a la gran interrogante parece tratarse de una paradoja aún más compleja, y quizás así lo sea, pero de momento, basta con asumir que, antes que cualquier otra cosa, la gran pregunta de ¿qué somos?, conoce una respuesta que, si bien provisional, no deja de encarnar un veredicto temporalmente satisfactorio: somos seres, éticos.

- Elohim Flores.
10/16

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