Su presencia inundaba el ambiente con zafiros.
Exhalaba jades y esmeraldas
Y su piel era un mosaico de ópalos y turquesas.
Su cabello era rubí ardiente,
Sus ojos, ámbar melífico,
Y sus labios, cuarzo cristalino.
Su rostro era diamante pulido
Y un día, sonrió.
- Elohim Flores.
¡Hermoso!
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado :) Muchas gracias.
EliminarSimplemente maravilloso.
ResponderEliminarDebo confesar que su comentario me ha alegrado hondamente. De entre todos los escritos que he publicado, es éste uno de los más sencillos, fácil de ser pasado por alto, y aún así, quizás sea el que mayor significado guarda dentro de sí.
Eliminar¡Mil gracias! Un saludo.