lunes, 25 de noviembre de 2019

Conceptos Epistemológicos dentro del Ámbito Pedagógico [Análisis Crítico]






















La epistemología es una disciplina que puede definirse como esencial para el desarrollo académico de todo investigador, de todo estudioso de las ciencias y de las humanidades, y de todo profesional integral. Para poder internarse en sus entresijos y comprenderla desde el interior, es necesario analizar los principales conceptos relacionados a ella y así construir una imagen completa de la misma.
Necesario es, si se desea hablar de epistemología, comenzar con el concepto de ciencia. De acuerdo a Ferrater Mora (1941), se puede considerar la ciencia como “un modo de conocimiento que aspira a formular, mediante lenguajes rigurosos y apropiados —en lo posible, con auxilio del lenguaje matemático—, leyes por medio de las cuales se rigen los fenómenos”.
De este modo, la ciencia puede observarse como un acervo de conocimientos precisos y cabales (es por esto que se ven regidos común y generalmente por el lenguaje matemático) que proponen principios y axiomas que explican el comportamiento, las causas y las consecuencias de los fenómenos naturales.
La ciencia debe ser siempre enfocada de manera objetiva y jamás ha de subjetivarse por cuestiones axiológicas, teológicas o inclusive filosóficas. Puede ciertamente filosofarse y reflexionarse sobre la ciencia (tal es el trabajo de la epistemología), pero nunca se debe utilizar tales rieles para encausar su marcha; solamente el pensamiento lógico y propiamente científico debe encaminar el rumbo de la ciencia, la cual, siempre que se halle libre de toda subjetividad, evolucionará y se transformará una y otra vez sobre sus propios ejes, de manera indetenible.
Ahora es necesario abordar el concepto mismo de epistemología. Según Thomas Kuhn (2001), la epistemología “no es un sistema dogmático conformado por leyes inmutables e impuestas; sino que más bien, es ese trasegar por el conocimiento científico que se mueve en el imaginario de la época; las reflexiones sobre el mismo, y el quebranto o ‘crisis’ de las normas que sustentan un paradigma en particular propio de una comunidad científica”.
En otras palabras, la epistemología no es una disciplina que se ve reducida a un manojo de reglas rigurosas que rigen el conocimiento científico, sino un recorrido analítico a través de dicho conocimiento y el posterior análisis y reflexión del mismo, reflexión concerniente a los cánones de los que se encuentra compuesto tal conocimiento y la manera en la que, o bien conforma, o bien forma parte de un paradigma específico.
Así, la epistemología debe dedicarse al estudio y clasificación del conocimiento científico, y no a una imposición de preceptos que estratificaría de tal modo la ya mencionada rama del conocimiento que podría acabar por sofocarla. La intencionalidad del estudio del conocimiento científico por parte de la epistemología tiene como meta organizar y clasificar todo el acervo de saberes de relevancia científica y manufacturar reflexiones sobre su naturaleza con el fin de comprenderlos con una óptica mucho más clara y definida.
Dentro del ámbito pedagógico deben ser abordados distintos conceptos educativos antes de estudiar la epistemología enfocada en el área. El primero de ellos es el de la propia educación. Según Kant (1803), la educación es un arte cuya pretensión central es la búsqueda de la perfección humana. Ésta cuenta con dos partes constitutivas: la disciplina, que tiene como función la represión de la animalidad, de lo instintivo, y la instrucción, que consiste en la transmisión de conocimiento de una generación a otra.
La educación es vista como la actividad necesaria para el perfeccionamiento personal, el cual, si bien inalcanzable en un estado absoluto, conlleva siempre a un constante desarrollo tanto individual como comunal. Para conseguir alcanzar esta meta y catalizar la evolución personal del hombre y de la mujer, la educación reemplaza lo instintivo por lo intelectual, lo animalesco por lo civilizado.
A la fecha de hoy, puede que la visión ya referida sobre la educación sea demasiado rigurosa y tradicionalista. El objetivo de la educación es visto hoy en día como alcanzar una construcción intelectual, sentimental, emocional y cívica en conjunción con todos los miembros del proceso educativo mismo. No se intenta erradicar algunos aspectos para reemplazarlos por otros, ni hacer una limpieza completa de lo almacenado en la mente de niños y niñas para comenzar desde cero. En lugar de eso, se busca pulimentar las habilidades ya existentes y aceptar los defectos para aprender de ellos en la búsqueda de un hombre y una mujer más humanos.
Después del concepto de la educación, es importante diferenciarla de la pedagogía. El autor Luis Arturo Lemus de León (1969) indica que la pedagogía es una disciplina que tiene por objeto el planteo, estudio y solución del problema educativo.
De tal manera, la pedagogía hace uso de sus propios métodos para realizar un estudio detallado sobre la educación, a raíz del cual sistematiza los conocimientos extraídos de tal análisis y se convierte en una suerte de laboratorio dentro del cual se transformará la educación en una disciplina mejorada, con mayor cantidad de ventajas que de desventajas, con mayor cantidad de beneficios que de desperfectos.
La pedagogía además produce gran multitud de recomendaciones que busca posteriormente implementar con la intención de saldar toda una serie de necesidades básicas educativas, como las de lograr construir un aprendizaje significativo en los jóvenes, mejorar las condiciones dentro del aula para dinamizar la enseñanza y afinar el proceso didáctico.
Habiendo mencionado lo anterior, se hace necesario ahora indagar en el significado de la didáctica, comúnmente confundida con los dos términos de los párrafos precedentes. Según Imideo Nerici (1985), “la didáctica es el conjunto de procedimientos y normas destinadas a dirigir el aprendizaje de la manera más eficiente que sea posible”.
De acuerdo a lo anterior, el andamiaje cuya función es la de estructurar el proceso educativo, el conjunto de engranajes que mantiene en movimiento el proceso de enseñanza/aprendizaje, el fluido a través del cual se desplaza el proceso de formación educativa, es la didáctica: una conglomeración de procedimientos, métodos, estrategias y directivas que encausan el proceso pedagógico.
El papel de la didáctica es esencial dentro de la educación desde un punto de vista holístico, pues es la sangre que mantiene todo este organismo en funcionamiento. Es precisamente debido a tal relevancia que resulta imprescindible renovar constantemente la didáctica para adaptarse a los nuevos tiempos, las nuevas costumbres y la idiosincrasia siempre cambiante de los jóvenes. Una didáctica obsoleta se traduce como un proceso de enseñanza y aprendizaje obtuso, oxidado, deteriorado. Todo pedagogo tiene la tarea de mejorar sus herramientas didácticas para mantener con vida el quehacer educativo dentro de su aula.
Tras lo anterior, es hora de ahondar dentro de las concepciones de algunos términos comunes dentro de un trabajo de investigación, indudable objeto de análisis y clasificación por parte de la epistemología. En primer lugar, se analizará el concepto de “validar”. Mario Tamayo y Tamayo (1998), de manera muy concisa, considera que validar es “determinar cualitativa y/o cuantitativamente un dato”.
Dicho de otro modo, al validar un elemento se confirma y ratifica la cualidad de su autenticidad y la de su contenido. Tras determinar un dato de manera cualitativa y/o cuantitativa, se corrobora y se avala la realidad de su existencia y de la información que aporta.
La validación cumple con un papel sumamente importante puesto que otorga peso, contundencia y sustancia a cada elemento sujeto a su proceso. De este modo, puede dotarse de manera patente a cada dato la relevancia que realmente encarna, con el objetivo de que sea tomado en cuenta y aceptado por lo que es.
El segundo de los conceptos ligados a la investigación es el de “verificar”. De manera tan escueta como la anterior, y según Karl Popper (1959), verificar es “buscar datos que confirmen una teoría y datos que la puedan hacer falsa”.
Basado en su principio del falsacionismo, Popper indicaba que el único modo de verificar la validez de una teoría era a través de uno o más intentos de refutarla. Sólo después de que tal teoría demostrase imposible su refutación, podía surgir como verdaderamente verificada.
Pese a lo anteriormente afirmado, resulta menester aclarar que el proceso de verificación correspondiente a la búsqueda de datos e información que confirmen una teoría, adicionales a los contraejemplos para refutarla, son igualmente relevantes y necesarios para este importante proceso. Sólo cuando se verifica una teoría, ésta puede ocupar el lugar que le pertenece dentro de las ciencias.
El tercer concepto relacionado a la investigación es el de la confiabilidad. De acuerdo a Guillermo Briones (1982), el término de confiabilidad se refiere al grado de confianza o seguridad con el cual se pueden aceptar los resultados obtenidos por un investigador basado en los procedimientos utilizados para efectuar su estudio.
Si un trabajo investigativo ha atravesado procesos de verificación que validen lo expuesto en ellos, sus datos y propuestas, entonces ese trabajo resultará confiable; es decir, los resultados que arroje serán aceptados por las comunidades a las que se encuentren dirigidos.
La confiabilidad resulta ser uno de los factores de mayor relevancia puesto que, sin importar la cantidad de esfuerzo que haya sido impreso dentro de los párrafos de un trabajo investigativo o las horas de dedicación invertidas en la investigación misma, el trabajo entero carece de credibilidad de no haber sido siquiera mínimamente verificado y validado; es decir, que un trabajo sin confiabilidad bien podría ser inexistente a los ojos de los expertos.
El último término epistemológico encontrado dentro de la investigación corresponde al de la legitimación. El filósofo francés Jean-François Lyotard (2000) explicó dentro de sus estudios que la legitimación es, en líneas generales, el proceso que autoriza a que un legislador promulgue una determinada ley como norma, y que por lo tanto, en el caso de la ciencia, es el proceso que autoriza a que la comunidad científica acepte un enunciado como científico, estableciendo criterios de demarcación y de aceptabilidad con reglas de juego inmanentes a través del consenso de los expertos.
Así, sólo cuando se adecúa a una serie de mediciones, a un proceso de filtración comedido por un grupo de expertos, un enunciado, una proposición o un dato cualesquiera pueden ser aceptados como legítimos e inclusive como normativos.
Cuando un experto o grupo de expertos aprueba y avala un enunciado o dato determinado y lo legitima, este elemento en particular no sólo posee la validez previa adquirida a través del proceso de verificación, sino que también cuenta con el reconocimiento necesario para abrirse paso a través de un mundo en el cual solamente los conocimientos legítimos tienen cabida.
Finalmente, se requiere ahondar en distintos conceptos de índole ontológica, referentes a categorías como el conocimiento mismo. Alavi y Leidner (2003) explican que el conocimiento “es la información que el individuo posee en su mente, personalizada y subjetiva, relacionada con hechos, procedimientos, conceptos, interpretaciones, ideas, observaciones, juicios y elementos que pueden ser o no útiles, precisos o estructurables.”
Bajo estas palabras, es posible comprender que el conocimiento representa un entramado sistematizable de datos tanto objetivos como subjetivos, interconectados e interdependientes, que evocan conceptos, hechos, teorías y cualquier otra cantidad de fragmentos de información adquiridos a lo largo del tiempo, a través de la aprehensión sensorial y de la internalización reflexiva.
 Tal como se indicó, el conocimiento puede ser tanto objetivo como subjetivo; puede coincidir con la realidad o tan sólo con la apreciación de la misma que tenga cierta cantidad de individuos de manera aislada. El conocimiento, para ser catalogado como verdadero, necesita atravesar distintos procesos de verificación y validación, sin los que no representaría otra cosa que un puñado de datos insulsos entretejidos por la apreciación personal que de la realidad poseen unos pocos.
Tomando en consideración lo anterior, no es posible menos que elevar la siguiente pregunta: ¿qué es la verdad? Descartes (1637) indicó que la verdad “es la conformidad entre lo que se dice, piensa o cree y la realidad, lo que es o lo que sucede.”
De un modo tan sencillo surge la noción de que es verdadero aquello que coincide con lo considerado real, aquello que es constatable con lo innegablemente aprehendido a través de la lógica, de la razón y de los sentidos, y que no entra en contradicción con los sucesos y eventos que se desarrollan y desenvuelven de manera constante.
Del mismo modo que el conocimiento, la verdad muchas veces puede ser modelada por la subjetividad de cada persona, y existe la posibilidad de que ésta sea influenciada por la subjetividad de un número tan elevado de individuos, que las masas pueden afectar y alterar efectivamente lo conocido como verdadero, desplazando lo asumido como realidad, la cual debería ser irrefutable en cualquier caso posible.
Hay algunos conceptos más que requieren cierto análisis. Ferrater Mora (1941) expone, entre otras concepciones, el término de mente. Mora indica, parafraseando a San Agustín, que este concepto en particular “se utiliza para designar una potencia que abarca no solamente la inteligencia, sino también la memoria y la voluntad, no siendo algo distinto de las tres, sino las tres a un mismo tiempo”.
La mente resulta ser la amalgama de los recuerdos, la inteligencia, y la capacidad volitiva del ser humano, una entidad o potencia que resume en sí misma la esencia del hombre y de la mujer, muchas veces comparada a la concepción de espíritu por el mismo Ferrater Mora.
Resulta fundamental comprender que la mente no es equivalente al intelecto, ni es equivalente al cerebro, ni a la memoria. La mente no es una capacidad, ni un lugar, ni mucho menos una función cerebral; es necesario comprender la noción de que la mente es una potencia, tal y como lo expresó el autor anteriormente citado,  más cercana a la concepción de entidad que a cualquier otra definición.
Corresponde el turno de conceptualizar el término de “principio”. Hortal (2001) define los principios como imperativos universales que prescriben determinadas acciones. Así, los principios, expresa, “en razón de determinadas características descriptivas que siempre que se den, y en igualdad de circunstancias, […] obligan a actuar obedeciendo a ese principio universal.”
Un principio es, entonces, un axioma o fundamento con base en el cual se comportan distintos fenómenos o acciones específicas, de manera ineludible. Para que esto suceda deben cumplirse a cabalidad todos y cada uno de los aspectos que componen tal principio, bajo todas las condiciones posibles.
Los principios representan la piedra angular de toda teoría científica y es sólo a través del basamento que aportan que es posible construir todo un cuerpo de trabajo sustentado en conocimientos sólidos y paradigmas bien estructurados.
En cuanto a los paradigmas, Thomas Kuhn (1986) llamó paradigmas a las “realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica.”
Por lo tanto, los paradigmas son modelos que definen un curso determinado de procedimientos y establecen los aspectos y pautas más esenciales dentro del desarrollo específico de tal curso de acciones, en este caso, de la búsqueda, análisis y solución de problemas científicos.
Necesario es destacar el hecho de que, de acuerdo a Kuhn, los paradigmas no son perpetuos sino que son esencialmente temporales, propensos a ser reemplazados por nuevos paradigmas que se encarguen de asumir la funcionalidad abandonada por la obsolescencia de los antiguos. Generalmente un cambio de paradigmas acarrea cambios drásticos y ocasionalmente caóticos debido a la función central que desempeñan dentro de una estructura determinada, pero su eventual reemplazo conlleva consigo una serie de aspectos y factores que acelerarán el proceso evolutivo estancado por los paradigmas desaparecidos.
Por último, tras explorar todas las concepciones y terminologías anteriores, habrá que analizar dos últimos conceptos que sobrevuelan el horizonte epistemológico, el primero de ellos siendo el de la filosofía. Según Hessen (1935), “la filosofía es un intento del espíritu humano para llegar a una concepción del universo mediante la autorreflexión sobe sus funciones valorativas teóricas y prácticas”.
De acuerdo a la anterior exposición de Hessen, la filosofía nace del entendimiento de cada individuo, bajo el objetivo de subsanar la necesidad de la comprensión del todo. Para alcanzar una comprensión holística de la realidad, la mente humana (obedeciendo el concepto anteriormente denotado en el presente informe) construye su propia concepción del mundo que la rodea, y este proceso es realizado mediante un acto de internalización y autoentendimiento, de modo tal que descifrando su propia esencia (o intentándolo cuando menos), descifra parte de la esencia exterior.
Resulta de suma importancia comprender que la epistemología por sí misma no es una disciplina independiente sino que proviene del corazón de la filosofía, y se extiende como una de sus múltiples ramificaciones. Por lo tanto, la esencia reflexiva y analítica propia de la filosofía impregna el corazón de la epistemología, la cual se vale igualmente de los métodos empleados como herramientas por los filósofos y hombres de letras para estudiar y clasificar las ciencias. He allí el modo en que la filosofía ha logrado influenciar de manera tan resaltante el desarrollo de las ciencias; no sólo originándolas durante épocas remotas sino también analizándolas, calificándolas y clasificándolas a través de la epistemología.
El segundo concepto es el del saber. De acuerdo a Ferrater Mora (1941), “el saber es una aprehensión de la realidad por medio de la cual ésta queda fijada en un sujeto, expresada, transmitida a otros sujetos, sistematizada e incorporada a una tradición (por principio criticable y revisable)”.
El saber resulta encarnar un tipo de noción de la realidad mucho más amplia que la del conocimiento, al cual, de hecho, abarca. El saber discierne la realidad de la apariencia, el ser del parecer, pero no desdeña a uno por el otro sino que los cobija bajo su análisis, reflexión y síntesis tras atomizarlos.
Como comprensión holística de la realidad, el saber desempeña ontológicamente un papel más prominente que el del conocimiento dentro de todo ámbito filosófico; y epistemológico, por extensión. Por lo tanto, existen varias distinciones de saber que serán analizadas a continuación.
El saber disciplinario, tal y como indica Armando Zambrano Leal (2006), es aquél en donde “el profesor se dispone en actos de comprensión de lo que conoce, [y posee] los indicios que lo llevan a dudar o reafirmar lo conocido”. Además, Leal agrega que “Lo que caracteriza el saber disciplinar es la forma como el profesor es capaz de volver sobre lo que conoce, lo que domina del conocimiento que produce la disciplina donde ha sido formado.”
Así, puede asumirse que el saber disciplinario es el que estudia desde toda perspectiva posible el conocimiento de una disciplina específica, y no sólo esto, sino que también se apropia del mismo de una manera tal que posee un dominio total de su área de especialización.
La acción de apoderarse de todo el conocimiento que gotea de una disciplina resulta sumamente conveniente e inclusive recomendable para el docente, puesto que el manejo total de cada pequeño detalle de su especialidad podrá prepararlo para un buen desempeño pedagógico, y además para accionar alguno de los dos saberes a continuación.
En primer lugar, puede darse un vistazo al saber interdisciplinario, el cual, según O’Riordan (1998), “es el saber proveniente de diferentes campos científicos, que se funde en conceptos generales. La interdisciplinariedad es una concepción holística de la realidad, es decir, la considera como un todo que es más que la suma de las partes.”
El saber interdisciplinario se basa entonces en la conjunción de las distintas disciplinas tras su comprensión integral, con el fin de conseguir un nuevo estado de saber en el que se manejen conocimientos interrelacionados de distintas áreas, los cuales servirán de escalafón para alcanzar nuevos estratos intelectuales de otro modo vedados.
La existencia del saber interdisciplinario resulta completamente necesaria dentro del ámbito educativo, en el que se prepara no sólo para que cada estudiante destaque en un área especializada sino que tiene como objetivo principal la formación de un ser humano con la capacidad de extrapolar los conocimientos aprendidos en cada situación distintiva y amalgamarlos en un saber completo que sirva a su vida futura como ser humano en estado de madurez.
Por último, existe una tercera clase de saber que compete a los propósitos del presente informe: el saber transdiciplinario. Como lo explica Basarab Nicolescu (2006), el saber interdisciplinario “es la dinámica engendrada por la acción simultánea de varios niveles de realidad. Su finalidad es la comprensión del mundo presente entre, a través y más allá de las disciplinas”.
El saber transdisciplinario no sólo recauda los conocimientos en distintas disciplinas sino que los trasciende, absorbe cada una de las realidades impresas en distintas áreas de conocimientos y apuesta por comprenderlas de manera simultánea, extrayendo los detalles más destacables de cada una por individual para construir un nuevo enfoque del mundo y sus habitantes.
El saber transdisciplinario quizás es una de las más añoradas metas dentro de todo proceso educativo: lograr aunar los conocimientos de todas las áreas de formación no simplemente para aplicarlos entre sí y de ese modo alcanzar nuevos niveles intelectuales, sino para trascender cada especialidad por sí misma y alcanzar una visión mucho más elevada del mundo, unido y diverso.
Tras este pequeño recuento de concepciones básicas dentro del lenguaje epistemológico, puede obtenerse una clara imagen mental sobre tan importante disciplina, sus características, sus metas y objetivos, sus objetos de estudio, sus métodos para alcanzarlos, y los modelos que abren los senderos que transita, así como sus relaciones con el campo pedagógico.

- Elohim Flores.
05/19


REFERENCIAS

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