La epistemología, tal y
como las otras disciplinas ramificadas del seno de la filosofía, como la
gnoseología, la estética y la axiología, se ocupa de dilucidar, estudiar y
analizar una serie de aspectos concernientes a su área de investigación
específica (en su caso, la del conocimiento científico) que son denominados
como problemas; incógnitas o materias que requieren de un examen mucho más
detallado debido a su naturaleza compleja.
El primer problema
epistemológico consiste precisamente en la esencia de la disciplina. ¿Cuáles
son los límites del estudio de la epistemología? ¿Cómo puede diferenciarse del
estudio que pueda realizar la filosofía directamente sobre las ciencias? ¿De
qué se encarga la filosofía de la ciencia y cómo difieren estas funciones de
las meramente filosóficas?
De acuerdo a Hessen
(1935), “la filosofía es un intento del espíritu humano para llegar a una
concepción del universo mediante la autorreflexión sobe sus funciones
valorativas teóricas y prácticas”. Por lo tanto, la filosofía nace del
entendimiento de cada individuo, bajo el objetivo de subsanar la necesidad de
la comprensión del todo. Para alcanzar una comprensión holística de la realidad,
la mente humana construye su propia concepción del mundo que la rodea, y este
proceso es realizado mediante un acto de internalización y autoentendimiento,
de modo tal que, descifrando su propia esencia, descifra parte de la esencia
exterior.
El objeto de estudio de la
filosofía es amplio, pues se encarga de todo lo accesible al pensamiento mismo,
y no se detiene en ello sino que elucubra sobre el modo en que tales realidades
son accesibles, la objetividad o subjetividad impresas en las mismas, la razón
por la cual son accesibles, la necesidad de acceder a ellas, los resultados de
su análisis y tantas otras reflexiones como sea posible imaginar.
Precisamente debido a su
amplitud, la filosofía se ve ramificada en distintas disciplinas o
subcategorías que permiten enfocarse en aspectos determinados de la realidad y
la existencia. La filosofía de la ciencia (en la mayoría de ocasiones utilizada
como sinónimo de epistemología, aunque con ciertas diferencias notables)
resulta ser uno de los brazos surgidos de la filosofía, y se centra únicamente
en la ciencia y el conocimiento científico. En términos generales, y como
expresa Ferrater Mora (1941) la filosofía de la ciencia “trata ciertos
problemas de que se ocupa la ciencia, pero lo hace enfocando su atención hacia
la estructura conceptual y lingüística de la ciencia”. De acuerdo a esto, la
filosofía de la ciencia realiza un estudio casi ontológico de los aspectos
fundamentales de la ciencia misma.
Efectivamente, la
filosofía de la ciencia se ocupa, de acuerdo a Bunge (1971) de “adaptar o
generalizar teorías científicas al aspecto metafísico (filosófico), infundir de
contenido metafísico a un formalismo matemático, reconstruir ciertas teorías en
metafísica exacta”, y puede diferenciarse de la epistemología únicamente en que
no se ve reducida a la catalogación de “teoría del conocimiento”, debido a
cierta holgura que le permite interactuar con las ciencias más allá del tema
gnoseológico e incluso tomarse la libertad de interpretar y traducir sus
preceptos al lenguaje filosófico.
Desde tal punto de vista,
puede afirmarse sin ninguna clase de restricción que la filosofía, al abarcar
dentro de sí la filosofía de la ciencia y la epistemología, también cobija bajo
sus estudios el ámbito del pensamiento científico. No obstante, y de manera
inversa, es imposible indicar que la filosofía de la ciencia tiene la libertad
para ocuparse de aspectos que no competen a sus especificaciones; por lo tanto,
la ética, la estética, la metafísica y otros apartados del conocimiento
corresponderán únicamente a la filosofía general y/o a disciplinas diferentes
que puedan surgir de ella.
Otro de los más famosos
problemas epistemológicos es el de la clasificación de las ciencias. De acuerdo
a Ferrater Mora (1941), la clasificación de las ciencias “es un tema
específicamente moderno, pues solamente apareció al reconocerse lo que se ha
llamado la «independencia de las ciencias particulares con respecto a la
filosofía»”.
Es necesario recordar que las ciencias se
consideraron como parte de la filosofía hasta ciertas épocas avanzadas, debido
a que en ella encontraron su origen durante la época clásica. Así, al nacer la
necesidad de dividir ambos espectros del pensamiento, fue menester también
organizar y clasificar las ciencias, para separarlas de aquellas áreas de
estudio que no calificasen como tal.
La clasificación más difundida
en la actualidad es la propuesta por Mario Bunge, quien plantea que las
ciencias se dividen en formales y factuales (las cuales a su vez se clasifican
en naturales y culturales). Las ciencias formales estudian entes conceptuales o
abstractos y tienen como objetivo buscar la coherencia interna de sus propios
sistemas, basándose en la consistencia y no contradicción de sus resultados, a
través de métodos de estudio deductivos. Son ciencias formales la lógica y la
matemática, debido a que no tienen un objeto material.
Al otro lado del espectro
se encuentran las ciencias factuales, las cuales se caracterizan por estudiar
el mundo tangible, el mundo de los hechos, con la intencionalidad de
describirlos y/o explicarlos, en búsqueda de la tan ansiada “verdad”.
Las ciencias factuales se
dividen a su vez, tal y como fue mencionado con antelación, en ciencias naturales
y culturales. Las ciencias naturales tienen como objeto de estudio la
naturaleza, la denominada physis
griega, a través de métodos como la observación y la inducción. Ejemplos de
ciencias naturales son la biología, la química, la física y la geología.
Por su parte, las ciencias
culturales se encargan de estudiar las actividades del ser humano: su
comportamiento, sus costumbres, su historia, sus fundamentos morales, etc. Son
ciencias culturales la sociología, la economía, las ciencias políticas, la
historia y otras más.
La clasificación de las
ciencias ha sido materia de debate durante décadas y la propuesta por Mario
Bunge se encuentra lejos de ser la única existente; no obstante, en su mayoría
coinciden en la existencia de una especie de ciencias que dirigen su estudio al
mundo natural, y otra especie de ciencias que analiza a detalle la sociedad y
el mundo humano. Gracias a este tipo de clasificaciones epistemológicas, la
organización de áreas de formación a nivel académico y pedagógico se facilita
en extrema medida, produciendo un dinamismo esencial dentro del amplio panorama
del conocimiento.
El siguiente problema
epistemológico es denominado problema del método, y las interrogantes que
plantea son muy claras: ¿Existe un método específico que deba seguirse para las
ciencias formales y otro para las factuales? ¿Puede el método utilizado para
las ciencias naturales funcionar de igual modo en las ciencias sociales? ¿Puede
regirse la totalidad del pensamiento científico a través de un único método?
Para abordar este tema, es
necesario recurrir a Descartes, quien en 1637 indicó que, en primer lugar, un
método es “un conjunto de reglas ciertas y fáciles que permiten distinguir lo
verdadero de lo falso con el menor esfuerzo mental y posibilite la comprensión
de todo lo que puede ser objeto de conocimiento racional”. Tras esta
definición, resulta más que evidente la importancia que posee un método para un
campo de imprescindible exactitud como el científico, y la necesidad de que
este método en cuestión sea totalmente fiable.
Ejemplos clásicos de
métodos son el deductivo y el inductivo. El método deductivo alcanza una
conclusión como consecuencia necesaria de un conjunto de premisas verdaderas;
mientras las premisas tengan esta naturaleza y el razonamiento lógico tras
ellas sea válido, la conclusión alcanzada ha de ser obligatoriamente verdadera.
Por su parte, el método inductivo permite alcanzar una conclusión aproximada
tras la observación de la recurrencia en apariciones de una misma premisa
confirmada como verdadera.
Como puede notarse, ambos
métodos varían profundamente a pesar de que en apariencia resulten indiferentes
el uno del otro. ¿Cómo decantarse por un método o por el otro dentro de un área
específica como lo es el conocimiento científico? Tanto un historiador como un
biólogo pueden fundamentar sus trabajos en las probabilidades aportadas por el
método inductivo, pero en este caso, ¿resultan equivalentes las probabilidades
de una ciencia social a las de una ciencia natural?
La respuesta a la búsqueda
del método idóneo continúa bajo las brumas del misterio, pero algunos autores
han aportado cuando menos sus opiniones referentes al modo de encontrar el
método más propicio o competente. Por ejemplo, Karl Popper (1934) opinó que “el
método que se puede postular como propio de la filosofía de la ciencia es el […]
racional, común a la ciencia, a la filosofía y a cualquier pretensión de
racionalidad. Es el método que consiste simplemente en exponer claramente los
problemas y discutir argumentativa y críticamente las soluciones propuestas”.
De la misma manera,
Descartes, por su cuenta, establece una serie de fundamentos a seguir dentro de
su propio método cimentado sobre la duda. Estos preceptos son: No admitir jamás
cosa alguna como verdadera sin tener antes evidencias de ello. Dividir cada
objeto de análisis en tantas partes como sea posible y necesario para su
resolución. Ordenar los pensamientos desde el más simple al más complejo. Y
finalmente, enumerar y revisar todo de manera tan integral, que pueda generarse
la certeza de que no se ha omitido nada.
Es evidente que, sea cual
sea la solución a este constante problema epistemológico, ambos autores
coinciden al menos en la necesidad de la racionalidad del método a elegir, así
como su naturaleza minuciosa para aclarar lo necesario en el objeto de estudio.
El método más propicio será siempre aquél que deje menos espacio a la
incertidumbre y el menor margen de error posible.
Por último, aunque existen
muchos otros problemas de índole epistemológica, puede clausurarse el presente
informe crítico con el llamado problema de la técnica, desarrollado por
Heidegger en el año 1953.
De acuerdo al reconocido
filósofo, “La técnica es una actividad humana básica, una herramienta que el
ser humano ha empleado desde sus orígenes para satisfacer sus necesidades y su
adaptación a la naturaleza y al entorno que le rodea”, y por lo tanto “hablar
de técnica supone vincularla al hombre, como algo connatural al mismo, a su mundo
y al medio en el que vive”. No obstante, Heidegger acota que, en contraposición
con la técnica, “algo muy diferente será la tecnología, a través de la cual se
modifica la naturaleza original del objeto al aplicar la ciencia a la técnica,
deviniendo así un constructo artificial que ha requerido, y sigue haciéndolo,
de numerosas interpretaciones y reflexiones a lo largo del último siglo”.
Debido a que la técnica
aprecia cada aspecto de la realidad como “material de explotación”, indica
Heidegger, se corre el riesgo de que la noción ontológica del término termine
siendo asumido por la mente humana de un modo tan intrínseco que la realidad
entera (seres humanos incluidos) se transforme en víctima de dicha explotación,
y de que finalmente todo desemboque en el “sometimiento del mismo hombre (y
todas sus expresiones) al dominio de la técnica, con la instrumentalización de
sí mismo y la consideración de la idea ‘técnica’ del mundo como algo ‘natural’”.
Gracias a la dilucidación
del problema de la técnica, puede notarse una importante función de la
epistemología: la crítica constructiva a la que es posible someter el campo de
la ciencia con motivos preventivos ante peligros como aquellos de los que
alertó Heidegger y muchos otros filósofos modernos. Después de todo, no basta
con el análisis simple y llano sino que se hace necesario demarcar ciertos
límites para evitar la pérdida de la humanidad frente a la frialdad que es
capaz de alcanzar el conocimiento.
Finalmente, es posible
observar, tras estos pequeños ejemplos, cómo la epistemología bulle en
problemáticas de índole sumamente interesante, cada una de las cuales permite
desplegar abanicos enteros de reflexiones concernientes al conocimiento
científico, a las ramificaciones de las ciencias, a los métodos que demarcan
las investigaciones científicas, y al futuro mismo de la humanidad. Después de
todo, la epistemología continúa siendo parte de la filosofía. Y la filosofía
existe por el objetivo primordial del pensamiento, por y para el ser humano.
REFERENCIAS
Bunge, M. (1971). Is scientific metaphysics possible? Journal of philosophy, 68 [1971], pág.
509.
Descartes, R. (1637). Discurso
del método. [Versión electrónica]. Disponible: http://www.posgrado.unam.mx/musica/lecturas/LecturaIntroduccionInvestigacionMusical/epistemologia/Descartes-Discurso-Del-Metodo.pdf
[Consulta: 2019, Mayo 15]
Heiddeger, M. (1953). La pregunta por la técnica. [Versión
electrónica]. Disponible: file:///C:/Users/N2SC/Desktop/Heidegger_Martin_1997_La_pregunta_por_la_tecnica.pdf
[Consulta: 2019, Mayo 15]
Hessen, J. (1935). Teoría del conocimiento. Bogotá: Gráficas Modernas.
Mora, F. (1941). Diccionario de filosofía. Barcelona: Editorial Ariel.
Popper, K. (1934). Logik der
Forschung. [Versión
electrónica]. Disponible: http://www.raularagon.com.ar/biblioteca/libros/Popper%20Karl%20-%20La%20Logica%20de%20la%20Investigacion%20Cientifica.pdf
[Consulta: 2019, Mayo 15]
No hay comentarios:
Publicar un comentario