miércoles, 23 de septiembre de 2020

[Dimensiones]

La visión era conocida.

Día tras día, un sendero tan largo para abarcar un millar de pasos y tan ancho como para sentirse el despojo de una litariega a la deriva, albergaba su inerte caminata.

El ambiente era el mismo.

Ida, retorno, o ambos en un recorrido carente de sentido, transcurrían en una eterna pista de grises gravillas cercada con ocres hileras de moribundos y despeinados sauces.

Día tras día, el tiempo transcurría y la brisa acarreaba inentendibles zumbidos, llevando las burlas de recuerdos que, ensordecedores, se negaban a enmudecer en el rincón de las memorias reprimidas.

Otro día, las pardas hojas con adusto semblante y casi yermas de vida, chirriaban sus últimos hálitos bajo sus pisadas como si se negasen al estigio rumbo, cubriendo la senda con otoñales salpicaduras seneras.

Mas un día, descubrió que las dimensiones de aquel sendero se ampliaron, y aquella inerte e interminable caminata millarsobre grises gravas, desapareció. Había hecho un trueque con Bruselas y agasajó para sí uno de sus coloridos tapices que,bañados con risueña alba, reflejó en el rocío de los célibesbotones e hizo emerger los aromas ausentes del ayer.

Un céfiro renovado rehízo la partitura.

Ahora sólo componía ecos esperanzados de un camino lleno de expectativas que conducían a un destino, si bien incierto, ahogado en sueños despiertos.

Era el mismo sendero, mas la visión se había expandido.

Las dimensiones que anteriormente alcanzaban sus ojos, ciegos de anhelos, era lo que percibía de una caminata larga y austera de desencantos, un caleidoscopio invernal mimetizado por lóbregas elucubraciones.

La alborada acarició su vista y ahuyentó las umbrías instigadoras, y desde ahí hasta más allá de donde laaurora alcanzaba,encontró vestigios de familiaridad.

Sesgando el manto resplandeciente, reconoció entonces que sus ojos podían transmitirle otros enfoques del mismo lugar y, aunque con renuencia, percibió otros matices.

Sobre sí, descubrió un mar de espumosas nubes moteadas de un cardumen de coloridas aves que, levantando sus emplumadas velas, navegaron el océano superior.

A su alrededor, las hojas cobraron vida en un abanico cromático que danzaban con el silbido del viento, desplegando doseles aromáticos.

Y cuando, con incredulidad pensó estar en un lugar bendecido por los deleites oníricos, unas extensiones gentiles envolvieron sus dedos, conduciéndolos en una caminata cuyo destino era alzar vuelo.

- Banneza Alejo.

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