El infame huracán Harvey, de nombre
Harold en la temporada de huracanes del 2023, causó estragos en el estado de
Texas en el mes de agosto del año 2017 y es considerado como el causante del
mayor número de daños materiales acaecido en la historia del estado, con
pérdidas estimadas en miles de millones y al menos un centenar de muertes.
Además, el huracán Harvey no sólo fue considerado como el ciclón tropical más
húmedo en la historia de Estados Unidos y ocasionó las pérdidas materiales ya
mencionadas, sino que, fuera de las muertes, también desplazó a más de 30000
personas y condujo a más de 17000 rescates.
El huracán Harvey se originó con
una oleada tropical proveniente de África, y sus efectos eran imposibles de
evitar. Sin embargo, hubo una enorme cantidad de oportunidades perdidas que el
gobierno de los Estados Unidos pudo haber aprovechado para implementar medidas
que podrían haber resultado efectivas para prevenir y/o aliviar sus
consecuencias directas. Es precisamente debido a esto que la situación se
presenta como un retrato ideal para esta clase de análisis; acontecimientos en
los cuales levita la duda respecto a si las deficientes medidas políticas
resultan tanto o más culpables de las pérdidas físicas ocasionadas por los
desastres naturales, que las catástrofes en sí mismas.
Efectivamente, independientemente
de la ferocidad del huracán y de su inherente poder destructivo, una crónica
publicada en The Houston Chronicle indica que una parte significativa del
impacto producido por las inundaciones tiene su origen en el estado paupérrimo
en el que se encontraban el sistema de drenaje, los muros de contención, y los
diques, y en las insuficiencias a las que todo ello conllevaba
irremediablemente, a pesar de las numerosas advertencias provenientes de
comités como la Association of State Floodplain Managers (Asociación de
Administradores Estatales de Inundaciones) y el National Committee on Levee
Safety (Comité Nacional de Seguridad de Diques).
Las advertencias emitidas por los
organismos mencionados fueron ignoradas sistemáticamente. De acuerdo al Dallas
News, incluso años antes de la catástrofe, “[Hubo] una solución de 400 millones
de dólares: construir un conducto subterráneo masivo que sacaría agua de los
embalses y la introduciría en el Houston Ship Channel [Canal de Navegación de
Houston] más rápidamente” (Thompson). Al comparar los gastos, una inversión de
400 millones frente a las pérdidas de más de 125 billones de dólares habría
sido obviamente preferible. Eso por sí mismo es más que suficiente para notar
la verdadera responsabilidad que recae en las políticas gubernamentales.
Tomando esto en cuenta, la
verdadera pregunta no consiste en si las consecuencias pudieron haber sido
evitadas bajo la aplicación preventiva de una buena política de gobierno (puesto
que esta interrogante se responde por sí misma), sino si fue el dinero de los
impuestos de los ciudadanos afectados el que pagó por la reconstrucción del
sitio de la catástrofe.
De acuerdo a Forbes, después del
huracán Katrina, los seguros se negaron a pagar la mayor parte de los costos
causados por la destrucción; como consecuencia inmediata, una enorme cantidad
de personas fue arrojada al estado de indigencia. Esta trágica situación se
repitió en Houston, en donde los costos fueron aún mayores a causa de que ni
las casas ni los demás edificios estaban construidos para ser protegidos de las
inundaciones. Además, de acuerdo al mismo artículo, los seguros subsidiados por
el gobierno no sólo ayudaron únicamente a los ciudadanos con mayor ingreso
económico anual, sino que también promovieron una reconstrucción
imprudentemente acelerada que sólo incrementó los peligros de que se repitiera
una catástrofe equivalente durante la próxima tormenta o ciclón (Ben-Shahar, y
Logue).
Así, dejando a un lado la
improbable posibilidad de que un seguro privado ofrezca sus servicios a los
ciudadanos a un precio milagrosamente menor al acostumbrado, todo apunta al
hecho de que fue, es y será, efectivamente, el dinero de los impuestos el que
se hizo, se hace y se hará siempre cargo, finalmente, de los costos del control
de daños, reparaciones y reconstrucciones de las zonas destruidas por los
desastres naturales.
La mejor manera de evitar gastos de
reconstrucción tan exacerbados es, dicho de forma tanto irónica como no
irónica, tomar precauciones para que, precisamente, catástrofes de esta
magnitud sean evitadas en primer lugar. En esta clase de situaciones en
particular, esto solo puede ser alcanzado a través de la planificación constante
de medidas de contención para casos de inundaciones, la creación de directivas
únicamente enfocadas en la prevención de crisis climáticas, la construcción de
nuevos sistemas de drenaje y diques, la reparación de los viejos sistemas de
contención de inundaciones y, finalmente, la creación de limitaciones y
restricciones residenciales acorde a las áreas costeras de mayor riesgo, dado
que la repoblación y el crecimiento urbano desenfrenado en estas zonas sólo
aumentan las probabilidades de crisis y desastres en el futuro.
Por lo tanto, en lugar de intentar
restaurar el crecimiento urbano mediante subsidios e incentivar el desarrollo
comercial forzoso y forzado en las áreas afectadas bajo la excusa de una
supuesta recuperación, es necesario tomar medidas que, además de salvar las
vidas de las personas de bajo estrato económico (las más afectadas por las
consecuencias y, además, precisamente las ubicadas en las áreas de mayor
peligro y menor número de rutas de escape accesibles) de manera tan prioritaria
como las de las personas de más alta clase social, permitan ahorrar dinero a
largo plazo (dinero que pueda ser reinvertido en los ciudadanos damnificados), con
la simple solución de evitar la aparentemente ineludible destrucción de
asentamientos en áreas que serán previsiblemente afectadas por accidentes
naturales y descontroles climáticos.
Suena sencillo, ¿cierto? Principalmente
el hecho de realizar una propuesta tan básica como la emitida en los párrafos
anteriores, desde la comodidad de un teclado, detrás un monitor. En el año 2023
únicamente, los Estados Unidos invirtieron entre 820 y 905 billones de dólares
en gastos militares. Frente a los 125 billones en pérdidas; no, frente a los
400 millones necesarios para la solución preventiva que pudo haber evitado una
catástrofe semejante… ¿Sigue pareciendo ilusa una solución tan básica? Suena
sencillo, sí, porque lo es. ¿Existe la voluntad política para entrar en acción?
Esa es la verdadera interrogante; quizás engendrar dicha voluntad sea el
verdadero desafío.
Para concluir, es innegable que los
desastres como los causados por el huracán Harley son, a todas luces,
inevitables. Sin embargo, una política gubernamental eficiente no sólo debería preocuparse
por su capacidad para recuperarse de una crisis, sino más bien por prepararse
lo mejor y antes posible para sortear riesgos futuros, y de esta manera, evitar
consecuencias tan destructivas como las sufridas en Houston por sus pobladores.
A menos, claro está, que esto no
represente exactamente los intereses de los gobernantes.
REFERENCIAS
Ben-Shahar,
Omri, y Kyle D. Logue. "Lessons From
Hurricane Harvey: Federal Flood Insurance Is The Problem, Not The
Solution". Forbes.Com, 30 August 2019.
https://www.forbes.com/sites/omribenshahar/2017/08/30/lessons-from-hurricane-harvey-federal-flood-insurance-is-the-problem-not-the-solution/#60a7e8b05013.
Acceso: 3 de julio 2019.
Foxhall, Emily.
“Harvey Overwhelmed Some Levee Systems.
Future Storms Could Do Worse.” Houston
Chronicle, 14 December 2015.
https://www.houstonchronicle.com/news/houston-texas/houston/article/Harvey-overwhelmed-levee-systems-Future-storms-12424740.php.
Acceso: 3 de julio 2019
Thompson, Steve. “As Houston Grew, Officials Ignored 'Once-in-a-lifetime'
Chance to Spare Thousands from Flooding.” DallasNews,
5 September 2017.
https://www.dallasnews.com/news/harvey/2017/09/05/houston-grew-officials-ignored-lifetime-chance-spare-thousands-flooding.
Acceso:
3 de julio 2019.
Editado: 04/24
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