viernes, 25 de marzo de 2016

Yaguá-eté


Los radiantes pero escasos rayos solares que lograban perforar la frondosa arboleda dejaban entrever de manera intermitente, a través de las tiernas hojas bañadas de fresco rocío, un áureo y moteado pelaje que sagazmente aparecía y desaparecía cual relámpago fulgurante tras los cúmulos blanquecinos del firmamento.

La bestia acechaba por entre las húmedas zarzas y las frías sombras, imprimiendo sobre el blando lodo selvático sus huellas aberrantes. El monstruo apartaba a su paso gruesos tallos leñosos, blandas y verduzcas raíces, y enormes ramas empapadas que al ser agitadas provocaban un diluvio en miniatura. Podía presentir la presencia de su presa, pero no lograba discernir con precisión su ubicación exacta; sus sentidos, en otro tiempo agudos, le engañaban cuando más los necesitaba.

Lentamente avanzando, aquella aviesa criatura paladeaba la tensión del ambiente mientras entrecortados gruñidos felinos inundaban la atmósfera, como la sinfonía nocturna del croar de las ranas segundos antes de la tormenta

Ninguna otra bestia de la jungla había conseguido escapar jamás del azote atroz del abyecto animal, y su mera estancia en los alrededores conseguía que las habitualmente ruidosas adyacencias se sumieran en un silencio sepulcral. Las aves de mil colores acallaban su cháchara vivaz y los insectos musicales pausaban su algarabía. Todo era muerte y saña allí donde pisaba, allí donde fijaba su vista penetrante y saboreaba el terror; allí donde resoplaba con irregularidad, exhalando aniquilación.

Pese a las dificultades habituales para hallar a su presa en pleno corazón de la floresta, la criatura clavó sus penetrantes pupilas en un grupo de matorrales en donde innegablemente reposaba, siquiera momentáneamente, su incauta víctima. Los esporádicos sonidos que producía la delataban. Sigilosamente se aproximó, suprimiendo su respiración al mínimo y reduciendo anormalmente el gutural martilleo de su corazón al palpitar. Los pequeños chasquidos y zumbidos remanentes en el follaje desaparecieron, sofocados por el inevitable desenlace.

Tan súbito como calamitoso, un breve pero sonoro crujido producido por la hojarasca aplastada bajo su paso le puso vertiginosamente en evidencia. Un rápido movimiento agitó los arbustos. Y luego la calma. Frente a un lúgubre presentimiento, el hombre enfundó el sable que había estado utilizando para apartar las serpentinas lianas que descendían de las alturas, con el fin de poder manipular con la mayor maniobrabilidad posible su arcabuz. Vigilante, dirigió su salvaje mirada a todas las direcciones, en busca de la ahora mortal amenaza.

A la luz de los haces de sol que drenaban en cascada desde la copa de los árboles, resplandecían con ardor e impetuosidad las placas de hierro que recubrían su cabeza, torso y piernas; auténtica fortaleza móvil. Bañado en sudor y rocío, tiritando por la adrenalina que corría en sus venas, y congelado en su sitio, apuntaba su arma a una y otra dirección, con caótica parsimonia.

Un relámpago amarillo. Un rugido atronador. Un rayo fulminante. El cañón escupió chispas que se extraviaron entre el verde intenso, distante. Un bullicio de aves alarmadas ahogó el alarido de incredulidad proporcionado por el conquistador cuando un zarpazo le despojó del férreo manto protector del morrión. Apenas el otrora benefactor casco hubo impactado con suavidad en la musgosa tierra esmeralda, sin dar tiempo a que el hombre apagara su aullido o se desplomase de espaldas siquiera, el jaguar abrió sus fauces de par en par, y, a mitad de un gruñido de orgullo y desprecio, enterró con el vigor de milenios y firmeza indómita sus relucientes colmillos felinos en el cráneo de aquella criatura despreciable. 

En un giro de la vida, el cazador se convertía en la presa. La selva podría reposar una vez más, ahora que el monstruo había sido abatido.

- Elohim Flores.

1 comentario:

  1. Para explicar el significado del título, presento acá un fragmento extraído de Wikipedia concerniente a la etimología del sustantivo "Jaguar":

    "Yaguar y yaguareté provienen del guaraní yaguar, 'fiera', y eté, 'verdadero', y probablemente llegó al español por conducto del portugués o del francés, lo cual explica la desvirtuación hacia la forma con j: jaguar. También puede ser por el hecho de que en guaraní la -j se pronuncia como la -y. El origen del nombre se ha supuesto como procedente de yaguá-eté, que significaría «fiera de verdad» o «auténtica fiera»; en efecto, antes de 1492 los guaraníes utilizaban la palabra yaguá para referirse a los distintos carnívoros o «fieras», pero ante la presencia de los feroces perros de combate traídos por los europeos el término guaraní yaguá pasó a significar sólo 'perro' (actualmente se aplica este término en guaraní a cualquier perro), mientras que Panthera onca [el jaguar] era el yaguá-eté, es decir: la fiera o animal feroz por antonomasia, siendo la más peligrosa de todas las que los integrantes de esa etnia conocían y a quien más temían. De allí surgió la denominación yaguareté, usada especialmente en los países del área guaranítica: Argentina y Paraguay, y de modo abreviado, yaguar, o por error en la pronunciación sobre textos no en castellano: jaguar con «j»."

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    https://es.wikipedia.org/wiki/Panthera_onca#Nombres_comunes_y_etimolog.C3.ADa

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