miércoles, 13 de mayo de 2020

Interrelación de los Factores en la Adquisición y Desarrollo de la Lectoescritura en el Ser Humano


          La humanidad está compuesta por una miríada de individuos con un alto grado de complejidad cada uno; individuos dotados de organismos biológicos capaces de cumplir con una multiplicidad inimaginable de funciones, además de adquirir una suma aún más impresionante de habilidades y destrezas con el paso del tiempo. Una de estas capacidades es la de la lectoescritura, práctica lingüística que engloba dentro de su acepción tanto la lectura como la escritura en un solo hacer. Para desempeñarse en esta destreza de manera funcional y con utilidad pragmática, es necesario que en el interior del ya complejo organismo humano confluyan toda una serie de factores tanto biológicos como intelectuales, sociales e inclusive emocionales que en conjunto producirán un destilado fisiológico,  cognitivo y cultural de esencia fundamentalmente lingüística que será reconocido como núcleo de la actividad de lectoescritura.
De acuerdo a la debatida teoría innatista, cada ser humano viene al mundo con la capacidad inherente de desarrollar el lenguaje. Por lo tanto, y bajo tales márgenes, la chispa de concepción que origina la posibilidad del entendimiento lingüístico es intrínsecamente humana, y su posterior evolución y metamorfosis en destrezas más complicadas como lo son la lectura y la escritura depende en alto grado del desarrollo fisiológico de cada persona en particular.
En primer lugar, la edad cronológica del individuo ejerce un impacto notoriamente significativo si se considera que las edades más propicias para la adquisición de los conocimientos básicos de lectoescritura son aquellas comprendidas entre los 5 y 7 años. No obstante, debe tomarse en cuenta que un cierto grado de madurez mental se hace necesario para que este proceso tome lugar adecuado dentro de dicho período cronológico; el factor de la madurez mental influye a tal punto que puede con suma facilidad acelerar o retrasar el aprendizaje de la lectura y la escritura fuera de los límites biológicos mencionados.
Otro de los factores fisiológicos a tomar en consideración en términos de la adquisición de la lectoescritura es el del sexo. Aparentemente, algunos estudios demuestran que las niñas desarrollan el habla a una edad mucho más temprana que los niños, además de demostrar una pericia mayor en el manejo del vocabulario y una mayor eficiencia y capacidad de retención en el área de la ortografía. No obstante, existe un tercer factor que encarna el elemento biológico de mayor relevancia tras haber considerado los aspectos anteriores. Este factor consiste en el sistema sensorial, punto clave y elemento imprescindible para la adquisición y concreción de estas capacidades; completamente fundamental para el desarrollo de la lectura y de la escritura, y para el establecimiento y pavimentación del camino que dicho desarrollo recorrerá de acuerdo a cada individuo, con sus condiciones físicas particulares.
Efectivamente, y bajo las líneas anteriores, gracias al sistema sensorial (visual, táctil, auditivo, olfativo, gustativo) del ser humano, los estímulos del mundo exterior pueden ser transmitidos al cerebro para su posterior procesamiento y asimilación. Aún cuando un individuo particular carezca de una capacidad sensorial específica, siempre podrá desarrollar tanto la lectura como la consecuente escritura mediante el empleo de los sentidos remanentes. Pese a esto, resulta imperante aclarar a pesar de su aparente obviedad que sin la presencia de ningún sistema sensorial, y por ende, de cualquier conexión posible con el mundo externo y con sus iguales, el ser humano sería totalmente incapaz no sólo de leer y escribir, sino plena y llanamente de comunicarse a cabalidad.
Tras haber tomado en consideración estos distintos factores fisiológicos, salta a la vista y es de común entendimiento que necesariamente ha de existir otro grupo de factores adicionales a los biológicos que intervienen dentro de la adquisición de las capacidades de lectoescritura. Posiblemente el más prominente de estos factores, después del fisiológico, es el intelectual. Evidentemente, todo individuo requiere de cierto nivel intelectual (componente imprescindible para la madurez, conjugado con la edad cronológica mencionada anteriormente) para adquirir y apropiarse de una destreza de nivel y complejidad avanzada (en comparación con otras capacidades mucho más intuitivas, instintivas y mecánicas) como lo es la lectoescritura. Este nivel intelectual consta y depende del nivel de desarrollo y afinamiento de diversas habilidades cognitivas que se compaginan y complementan unas con otras.
Todo niño que se inicie de modo pleno en el proceso de la lectoescritura requiere de cierto grado de capacidad para la atención y concentración, con el objeto de discriminar y decodificar la información obtenida a través de sus sentidos. Esta constante secuencia de filtración, selección y desciframiento de la información debe ir ineludiblemente sucedida por un proceso de interpretación, análisis y razonamiento de lo decodificado, con el fin último de la síntesis y asimilación de dicha información. Además, es necesario que el niño maneje de manera subconsciente nociones básicas como las de la observación, la descripción, la analogía, la explicación, el parafraseo y otras más, aún cuando no sea capaz de manejarlas a un nivel conceptual. Este sistema de habilidades intelectuales concatenadas requiere de un grado mínimo de inteligencia, la cual se encuentra atada no sólo a la capacidad mental general del individuo sino también a su nivel de desarrollo biológico; y no sólo esto; también a la medida de implicación e interrelación social entre dicho individuo y el contexto al que esté expuesto.
El factor social es pues, sin lugar a dudas, decisivo no sólo para la adquisición tanto de la lectura como de la escritura, sino también (a todas luces) para la formación misma de un individuo con habilidades comunicativas competentes. El niño necesita imperativamente de todas las experiencias dentro de las cuales se pueda ver imbuido durante una constante interacción con el mundo que lo rodea y quienes lo habitan. El primer contacto será el familiar, y este círculo se expandirá paulatinamente mientras irradia al joven con conocimientos empíricos sociales, culturales e incluso éticos irremplazables para su formación personal comunicativa; y a su vez, el constante contacto con la oralidad y con la lectura previo aún a su propia formación lectora harán germinar multiplicidad de nociones lingüísticas latentes en su campo cognoscitivo.
Por otra parte, estas ya mencionadas interacciones interpersonales no solamente estarán cargadas de información lingüística valiosa sino también de un torrente de sensaciones emocionales que tienen el potencial de generar un impacto positivo en el niño: fortalecer su personalidad, nutrir su motivación, fomentar una alta autoestima y combatir la introversión; todo esto imprescindible para el desarrollo fluido y sano del proceso de aprendizaje (aunque cabe destacar que una baja calidad en dichas interacciones puede conseguir un resultado opuesto, desfavorable).
Resulta tan trascendental la interrelación constante entre los niños en etapa de aprendizaje de la lectoescritura y sus respectivos entornos socioculturales, que el proceso de maduración mencionado ya en distintas oportunidades tiene el potencial de acelerarse y distanciarse de su contraparte biológica en cuanto a la edad cronológica. Así, Baptista, Vale y Sira (1995, p. 22) indican que “los niños aprenden a leer y escribir de manera espontánea, en la medida en que se interrelacionan con la lectura y son productores de sus escrituras.” Como puede notarse, la constante exposición a la lectura, a la escritura, y puede agregarse sin temor alguno que también a la oralidad, todas ellas presentes en su contexto sociocultural, puede agilizar el proceso de aprendizaje del niño a niveles que podrían resultar sorprendentes, escindiéndose enteramente de su edad promedio de adquisición de la lectoescritura.
Finalmente, es posible apreciar el modo en que todos y cada uno de estos factores (fisiológicos, intelectuales, sociales, afectivos) confluyen para fortalecer la competencia lingüística del niño y niña en desarrollo. Esta competencia lingüística está conformada por conocimientos básicos semánticos, sintácticos y fonético-fonológicos. Gracias a sus condiciones físicas, mentales y sociales los niños adquirirán y desarrollarán lentamente la capacidad de reconocer significados, estructuras oracionales y diferenciaciones vocálicas para después absorberlas y emplearlas en su propio quehacer comunicativo. No obstante, tanto la formación educativa como la presencia de una figura pedagógica serán siempre esenciales para cerrar la circunferencia de las competencias requeridas para la aprehensión completa e integral de la actividad de la lectoescritura. Es necesario recordar que si bien las capacidades lingüísticas comunicativas son muy probablemente innatas, el acto de leer y el de escribir son procesos de índole compleja; transfiguraciones de la realidad en un código de confección humana; abstracciones semióticas de un mundo mucho más amplio en forma y sustancia que por ende requieren (y casi exigen) una mano profesional que cumpla las veces de guía en tan variopinto sendero.

Aún en el adulto desarrollado, las capacidades fisiológicas, las destrezas intelectuales y los factores socioculturales y afectivos continúan impactando en honda manera sus competencias lingüísticas, e insuflan su desempeño como individuo tanto lector como escritor. A través del estudio de los diversos factores de la adquisición de la lectoescritura pueden comprenderse y asediarse los principales problemas que minan tan valiosa actividad para el ser humano (niño o adulto), con el fin de perfeccionar su desarrollo de manera constante. Imprescindible resulta mantener presente el hecho de que el hombre como pieza sociohistórica es producto de su propio acto comunicativo, y la continua mejora de tal acto conlleva ineludiblemente al crecimiento como ser trascendental dentro de un mundo en constante evolución.

- Elohim Flores.
02/20

REFERENCIAS

Baptista, N., Vale, A. y Sira, M. (1995). Proceso de construcción de la lengua escrita. Barquisimeto: FUNDAUPEL-IPB.

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