La humanidad está compuesta por una miríada de individuos con un alto grado de complejidad cada uno; individuos dotados de organismos biológicos capaces de cumplir con una multiplicidad inimaginable de funciones, además de adquirir una suma aún más impresionante de habilidades y destrezas con el paso del tiempo. Una de estas capacidades es la de la lectoescritura, práctica lingüística que engloba dentro de su acepción tanto la lectura como la escritura en un solo hacer. Para desempeñarse en esta destreza de manera funcional y con utilidad pragmática, es necesario que en el interior del ya complejo organismo humano confluyan toda una serie de factores tanto biológicos como intelectuales, sociales e inclusive emocionales que en conjunto producirán un destilado fisiológico, cognitivo y cultural de esencia fundamentalmente lingüística que será reconocido como núcleo de la actividad de lectoescritura.
De acuerdo a la
debatida teoría innatista, cada ser humano viene al mundo con la capacidad
inherente de desarrollar el lenguaje. Por lo tanto, y bajo tales márgenes, la
chispa de concepción que origina la posibilidad del entendimiento lingüístico
es intrínsecamente humana, y su posterior evolución y metamorfosis en destrezas
más complicadas como lo son la lectura y la escritura depende en alto grado del
desarrollo fisiológico de cada persona en particular.
En primer lugar,
la edad cronológica del individuo ejerce un impacto notoriamente significativo
si se considera que las edades más propicias para la adquisición de los
conocimientos básicos de lectoescritura son aquellas comprendidas entre los 5 y
7 años. No obstante, debe tomarse en cuenta que un cierto grado de madurez
mental se hace necesario para que este proceso tome lugar adecuado dentro de
dicho período cronológico; el factor de la madurez mental influye a tal punto
que puede con suma facilidad acelerar o retrasar el aprendizaje de la lectura y
la escritura fuera de los límites biológicos mencionados.
Otro de los
factores fisiológicos a tomar en consideración en términos de la adquisición de
la lectoescritura es el del sexo. Aparentemente, algunos estudios demuestran
que las niñas desarrollan el habla a una edad mucho más temprana que los niños,
además de demostrar una pericia mayor en el manejo del vocabulario y una mayor
eficiencia y capacidad de retención en el área de la ortografía. No obstante, existe
un tercer factor que encarna el elemento biológico de mayor relevancia tras
haber considerado los aspectos anteriores. Este factor consiste en el sistema
sensorial, punto clave y elemento imprescindible para la adquisición y
concreción de estas capacidades; completamente fundamental para el desarrollo
de la lectura y de la escritura, y para el establecimiento y pavimentación del
camino que dicho desarrollo recorrerá de acuerdo a cada individuo, con sus
condiciones físicas particulares.
Efectivamente, y
bajo las líneas anteriores, gracias al sistema sensorial (visual, táctil,
auditivo, olfativo, gustativo) del ser humano, los estímulos del mundo exterior
pueden ser transmitidos al cerebro para su posterior procesamiento y
asimilación. Aún cuando un individuo particular carezca de una capacidad
sensorial específica, siempre podrá desarrollar tanto la lectura como la consecuente
escritura mediante el empleo de los sentidos remanentes. Pese a esto, resulta
imperante aclarar a pesar de su aparente obviedad que sin la presencia de
ningún sistema sensorial, y por ende, de cualquier conexión posible con el
mundo externo y con sus iguales, el ser humano sería totalmente incapaz no sólo
de leer y escribir, sino plena y llanamente de comunicarse a cabalidad.
Tras haber
tomado en consideración estos distintos factores fisiológicos, salta a la vista
y es de común entendimiento que necesariamente ha de existir otro grupo de
factores adicionales a los biológicos que intervienen dentro de la adquisición
de las capacidades de lectoescritura. Posiblemente el más prominente de estos
factores, después del fisiológico, es el intelectual. Evidentemente, todo
individuo requiere de cierto nivel intelectual (componente imprescindible para
la madurez, conjugado con la edad cronológica mencionada anteriormente) para
adquirir y apropiarse de una destreza de nivel y complejidad avanzada (en
comparación con otras capacidades mucho más intuitivas, instintivas y
mecánicas) como lo es la lectoescritura. Este nivel intelectual consta y
depende del nivel de desarrollo y afinamiento de diversas habilidades
cognitivas que se compaginan y complementan unas con otras.
Todo niño que se
inicie de modo pleno en el proceso de la lectoescritura requiere de cierto
grado de capacidad para la atención y concentración, con el objeto de discriminar
y decodificar la información obtenida a través de sus sentidos. Esta constante
secuencia de filtración, selección y desciframiento de la información debe ir
ineludiblemente sucedida por un proceso de interpretación, análisis y
razonamiento de lo decodificado, con el fin último de la síntesis y asimilación
de dicha información. Además, es necesario que el niño maneje de manera
subconsciente nociones básicas como las de la observación, la descripción, la
analogía, la explicación, el parafraseo y otras más, aún cuando no sea capaz de
manejarlas a un nivel conceptual. Este sistema de habilidades intelectuales
concatenadas requiere de un grado mínimo de inteligencia, la cual se encuentra
atada no sólo a la capacidad mental general del individuo sino también a su
nivel de desarrollo biológico; y no sólo esto; también a la medida de
implicación e interrelación social entre dicho individuo y el contexto al que esté
expuesto.
El factor social
es pues, sin lugar a dudas, decisivo no sólo para la adquisición tanto de la
lectura como de la escritura, sino también (a todas luces) para la formación
misma de un individuo con habilidades comunicativas competentes. El niño
necesita imperativamente de todas las experiencias dentro de las cuales se
pueda ver imbuido durante una constante interacción con el mundo que lo rodea y
quienes lo habitan. El primer contacto será el familiar, y este círculo se
expandirá paulatinamente mientras irradia al joven con conocimientos empíricos
sociales, culturales e incluso éticos irremplazables para su formación personal
comunicativa; y a su vez, el constante contacto con la oralidad y con la
lectura previo aún a su propia formación lectora harán germinar multiplicidad
de nociones lingüísticas latentes en su campo cognoscitivo.
Por otra parte, estas
ya mencionadas interacciones interpersonales no solamente estarán cargadas de
información lingüística valiosa sino también de un torrente de sensaciones
emocionales que tienen el potencial de generar un impacto positivo en el niño:
fortalecer su personalidad, nutrir su motivación, fomentar una alta autoestima
y combatir la introversión; todo esto imprescindible para el desarrollo fluido
y sano del proceso de aprendizaje (aunque cabe destacar que una baja calidad en
dichas interacciones puede conseguir un resultado opuesto, desfavorable).
Resulta tan trascendental
la interrelación constante entre los niños en etapa de aprendizaje de la
lectoescritura y sus respectivos entornos socioculturales, que el proceso de
maduración mencionado ya en distintas oportunidades tiene el potencial de acelerarse
y distanciarse de su contraparte biológica en cuanto a la edad cronológica.
Así, Baptista, Vale y Sira (1995, p. 22) indican que “los niños aprenden a leer
y escribir de manera espontánea, en la medida en que se interrelacionan con la
lectura y son productores de sus escrituras.” Como puede notarse, la constante
exposición a la lectura, a la escritura, y puede agregarse sin temor alguno que
también a la oralidad, todas ellas presentes en su contexto sociocultural, puede
agilizar el proceso de aprendizaje del niño a niveles que podrían resultar
sorprendentes, escindiéndose enteramente de su edad promedio de adquisición de
la lectoescritura.
Finalmente, es
posible apreciar el modo en que todos y cada uno de estos factores
(fisiológicos, intelectuales, sociales, afectivos) confluyen para fortalecer la
competencia lingüística del niño y niña en desarrollo. Esta competencia
lingüística está conformada por conocimientos básicos semánticos, sintácticos y
fonético-fonológicos. Gracias a sus condiciones físicas, mentales y sociales los
niños adquirirán y desarrollarán lentamente la capacidad de reconocer
significados, estructuras oracionales y diferenciaciones vocálicas para después
absorberlas y emplearlas en su propio quehacer comunicativo. No obstante, tanto
la formación educativa como la presencia de una figura pedagógica serán siempre
esenciales para cerrar la circunferencia de las competencias requeridas para la
aprehensión completa e integral de la actividad de la lectoescritura. Es
necesario recordar que si bien las capacidades lingüísticas comunicativas son
muy probablemente innatas, el acto de leer y el de escribir son procesos de
índole compleja; transfiguraciones de la realidad en un código de confección
humana; abstracciones semióticas de un mundo mucho más amplio en forma y
sustancia que por ende requieren (y casi exigen) una mano profesional que
cumpla las veces de guía en tan variopinto sendero.
Aún en el adulto
desarrollado, las capacidades fisiológicas, las destrezas intelectuales y los
factores socioculturales y afectivos continúan impactando en honda manera sus
competencias lingüísticas, e insuflan su desempeño como individuo tanto lector
como escritor. A través del estudio de los diversos factores de la adquisición
de la lectoescritura pueden comprenderse y asediarse los principales problemas
que minan tan valiosa actividad para el ser humano (niño o adulto), con el fin
de perfeccionar su desarrollo de manera constante. Imprescindible resulta
mantener presente el hecho de que el hombre como pieza sociohistórica es
producto de su propio acto comunicativo, y la continua mejora de tal acto
conlleva ineludiblemente al crecimiento como ser trascendental dentro de un
mundo en constante evolución.
- Elohim Flores.
02/20
REFERENCIAS
Baptista, N., Vale, A. y Sira, M. (1995). Proceso de construcción de la
lengua escrita. Barquisimeto: FUNDAUPEL-IPB.
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