Sola.
Completamente sola. En su soledad, aguardó. El tiempo jamás le tendió la mano.
Las blancas e impolutas paredes de la estrecha habitación que la aislaba del
mundo exterior se cernían sobre ella como una marea de silencio atronador hasta
ahogarla.
Sola.
Decidió escapar de su encierro. Atravesó la puerta abierta que impedía
voraginosa su salida. Libertad tenía, pero le sobraba soledad. Soledad
abrumadora. Y en la bruma, se perdía.
La
arena era blanca como la nieve. El mar, colosal. Alcanzó la costa en soledad,
sola, sólo para encontrarse con una soledad mucho mayor; la ausencia del vacío
que la rodeaba abarcaba una amplitud mucho más apabullante. Sola, entre el rugido
de las olas.
La
soledad se hacía más evidente cuanto más espacio desierto arropaba su mirada.
Cerró
sus ojos. Ya no estaba sola. Sólo era ella.
Frente
a las olas.
Tan
sólo ella, sola.
- Elohim Flores.
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